Tom Hooper (Inglés), Michel Hazanavicius (Francés), Ang Lee (Taiwán) y Cuarón e Iñárritu han roto todas las estadísticas y han aportado en estos años más nombres foráneos a la lista de premiados que en décadas de historia de los Oscar.
Desde 2010 el Oscar al Mejor director es cosa de cineastas internacionales, que han visto como la Academia les reconocía por encima de pesos pesadosamericanos. Hooper ganó con El discurso del rey a cuatro realizadores estadounidenses, y nada de cuatro mindundis. David Fincher, Darren Aronofsky, los hermanos Coen y David O.Russell mordieron el polvo ante el británico, que ya trabaja para Hollywood y se encargó después de la adaptación del musical de Los Miserables.Hazanavicius ganó por The artist, un homenaje al Hollywood clásico que dejó atrás a nombres míticos del cine reciente como Woody Allen,Alexander Payne, Terrence Malick y Martin Scorsese. Un año después fue Ang Lee, ya ganador del Oscar por Brokeback Mountain el que recibía su segunda estatuilla por La vida de Pi, una superproducción en 3D que dio la sorpresa al ganar al mismísimo Steven Spielberg y su hiperyanqui Lincoln. Un taiwanés venciendo al rey Midas de Hollywood contando la historia del padre de la democracia estadounidense. Historia del cine reciente.
Los dos años que faltan han traído el triunfo de los directores mexicanos. Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, que con Gravity y Birdman han conseguido ser los primeros realizadores de su país en llevarse el premio.
Este lustro es la prueba de que Hollywood necesita gente de fuera para seguir nutriéndose y creando historias originales y de que el talento es internacional.Además la taquilla de fuera de EEUU es cada vez más importante para la explotación económica de una película, y el incluir elementos de otras industrias es hacer un guiño a otras audiencias para que pasen por la taquilla.
Lo que es cierto es todos estos directores extranjeros han realizado filmesdentro de los cánones americanos. Sin renunciar a su estilo y a su impronta, pero con una visión más amplia. La vida de Pi y Gravity eran dos superproducciones hollywoodienses, Birdman tiene un reparto con medio 'star system', El discurso del rey era una 'feel good movie' en toda regla y The artistera el regreso a la época dorada del cine clásico. De hecho el mexicano Arturo Ripstein siempre ha manifestado que no considera el cine de Cuarón e Iñárritu como mexicano, sino como estadounidense y les califica como “gringos”.
Otros directores foráneos con propuestas en otros idiomas y más arriesgadas como Michael Haneke, Pedro Almodóvar o Fernando Meirelles llegaron a ser candidatos, pero acabaron cediendo ante propuestas más comerciales.
Una industria de emigrantes
En 1928 se dan los primeros Oscar, y durante años sólo los ganan directores norteamericanos, de hecho hasta 1957 no consigue el premio un realizador que no sea estadounidense. Se trata del británico David Lean con El puente sobre el río Kwai. Es el pistoletazo de salida a la entrada de toda la industria del Reino Unido.
Los ingleses dominan los Oscar en los sesenta. Tony Richardson lo consiguen en el 63 con Tom Jones; Carol Reed en el 68 por Oliver y John Schlesinger un año más tarde por Cowboy de medianoche. Hollywood abría sus puertas y los Oscar empezaron a volverse más plurales. Eso sí con directores anglosajones y que, en su mayoría, se movilizaban a Hollywood.
Antes del triunfo de Lean hay otros muchos directores que siempre se les ha considerado estadounidenses, pero que nacieron en otras partes del mundo.William Wyler, Elia Kazan, Fred Zinneman o el mismísimo Billy Wilder (nacido en la actual Polonia) consiguen el Oscar ya como norteamericanos e instalados en plena industria, lejos de sus orígenes.
El primer director en ganar un Oscar sin ser yanqui ni británico es Milos Forman, por Alguien voló sobre el nido del cuco, en 1975. Repetiría triunfo en 1984 por Amadeus. Forman, de nacionalidad checa, acabó pidiendo también la ciudadanía americana.
77 años para que un director cuyo idioma de origen no fuera el inglés se hiciera con el Premio de la Academia. El siguiente sería Bernardo Bertolucci en 1987 por El último emperador. Versos sueltos, excepciones en una industria muy americana, que sin embargo ha dado un giro en los últimos cinco años que ha hecho que lo raro sea que un americano gane el Oscar al Mejor director.
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