Impresoras 3D: Las máquinas que van a cambiar el mundo
Fernando Goitia - XL Semanal
Órganos humanos, comida, coches... Lo que quiera. Las impresoras 3D, anuncian los expertos, están aquí para transformar el mundo. Desde el modo en que consumimos y producimos hasta la forma en que cocinamos o los procesos de producción industrial. En apenas cinco años ya nada será igual.
Imagine que quiere comprar unas gafas de sol por internet. En breve se las podrán enviar por 'e-mail'. Así, como suena. Las paga, recibe un archivo, y su impresora 3D las fabrica. Es más, si posee conocimientos de diseño digital, puede crear el modelo que le plazca. O comida. O muebles. O vajillas. O fabricarse los repuestos de sus electrodomésticos. O, sí, también su propia impresora. Las posibilidades son casi infinitas. Los expertos, de hecho, ya hablan de «la Tercera Revolución Industrial». Un fenómeno cuyo objetivo bien podría resumirse del siguiente modo: imprimámoslo todo.
Pero... un momento. ¿Imprimir? El término, que desde Gutenberg se asocia a estampar algo en papel u otro material por medio de la presión, es equívoco. Para empezar, nada de papel. Plásticos biodegradables y flexibles (lo más extendido en el ámbito doméstico), metales, resinas, arenas, células madre, alimentos... casi cualquier material es apto para la impresión 3D.
Y se trata, más que de imprimir, de fabricar. Los expertos, de hecho, lo llaman «fabricación aditiva», ya que las máquinas crean objetos superponiendo capas ultrafinas se deposita el material fundido y luego se solidifica hasta obtener la forma definitiva. Es, por tanto, un nuevo proceso de fabricación, donde se añade material sin necesidad de moldes o de tallar una pieza base.
* Impresoras domésticas como esta trabajan con plásticos biodegradables, y su precio ronda los mil euros.
La tecnología, en todo caso, no es nueva. Se inventó hace 32 años y ha estado dominada por dos empresas: 3D Systems y Stratasys, consideradas por la revista Forbes entre las compañías en crecimiento más innovadoras. Hasta hace poco, apenas multinacionales o centros de investigación tenían acceso a sus innovaciones. En 2009, sin embargo, todo empezó a cambiar.
«Las patentes de las tecnologías para impresión 3D frenaron durante años su desarrollo afirma Adam Jorquera, cofundador de Los Hacedores, primera escuela española de impresión 3D para alumnos a partir de ocho años. Lo que ha desatado el boom, y que se hable ya de cómo estas máquinas transformarán el mundo, es el fin progresivo de las patentes en los últimos seis años».
Gracias a esta liberación tecnológica, emprendedores de medio mundo crean empresas y comparten sus innovaciones a través de una comunidad cuyo máximo exponente es el proyecto RepRap, una impresora de código abierto software y hardware disponibles gratis en Internet capaz de replicarse a sí misma. «Vivimos en un mundo donde el 99 por ciento de la población consume y el 1 por ciento fabrica argumenta Jorquera. Estamos en sus manos. Pero con la impresión 3D los creativos proyectarán sus ideas y productos sin depender de nadie. Es algo inédito y pondrá el mundo patas arriba».
* Bajo fabricado por sinterizado láser, extendida técnica de impresión 3D, en Duraform, una resistente forma de nailon.
«La revolución y democratización de la impresión 3D es imparable añade José Ángel Castaño, CEO de León 3D, una de las primeras fábricas españolas del ramo. Por mil euros compras una impresora de calidad que te permite usar más del 90 por ciento de los materiales del mercado: plásticos, madera, bronce... Las hay incluso más baratas (300 euros) si te las montas tú mismo».
Órganos vitales, fármacos, refugios espaciales, joyas, ropa, piezas de aviones..., hay muy pocas cosas que no se puedan fabricar con impresoras 3D. Por eso, estas máquinas están transformando todos los campos de la industria mundial y, en breve, los hogares. «Es cuestión de tiempo vaticina Castaño que proliferen en nuestras casas».
Para ello, sin embargo, quedan deberes por hacer. «Hoy, cualquiera puede apretar el botón y fabricar un objeto, pero no todo el mundo sabe diseñar y modelar en 3D afirma Jorquera, director de Los Hacedores. La gente no conoce aún el lenguaje de estas máquinas. Hay que enseñarlo ya en los colegios, porque en unos años, cuando se vendan por millones, el que no sepa trabajar en 3D será un analfabeto». Entre quienes comparten esa visión figura Barack Obama. Así se lo hizo saber al mundo en 2013, en su discurso sobre el estado de la Unión: «La impresión 3D tiene el potencial de revolucionar la manera en que hacemos casi todo». Su plan: una impresora 3D en cada aula.
Ante las aplastantes cifras del sector de las 215.000 máquinas que se venderán este año pasaremos a 2,3 millones en 2020, algunas voces auguran el fin de la industria tal y como la conocemos. Pero eso quizá sea ir demasiado rápido. Producir en masa, de momento, no sale a cuenta. Es posible crear miles de piezas idénticas en una de estas máquinas, pero es esto tan cierto como que el precio por unidad será idéntico desde la primera hasta la última copia. Es decir, para grandes cantidades la industria de toda la vida mantiene la ventaja. Pero ¿por cuánto tiempo?
«Cinco, diez años... Es complicado pre decir el futuro prosigue Jorquera. Solo sabemos que habrá cambios tan drásticos que se transformará la idea de consumo actual. El prosumidor, productor-consumidor, sustituirá al consumidor. Produciremos o personalizaremos nuestros propios productos en tiempo récord. Y eso tendrá consecuencias imprevisibles».
Por ejemplo, ilustra José Ángel Castaño, de León 3D, «mucha producción industrial viajará por la Red para ser impresa en destino, con las implicaciones que esto tendrá para el transporte de mercancías. Y llegará un momento en que solo se fabricará a la carta, a demanda del cliente, eliminando la práctica de mantener grandes stocks».La medicina es uno de los campos que mayores progresos ha realizado hasta hoy. Implantes dentales, craneales, prótesis, brazos y piernas biónicas, injertos óseos, cartílagos ya son realidad con impresoras 3D, mientras se experimenta con la 'fabricación' de órganos a partir de células madre: hígados, corazones, tráqueas... Existe incluso un prototipo capaz de combinar compuestos químicos en el plano molecular que permite imprimir fármacos en casa.
«En el futuro augura David Geijo, diseñador de Osteomodel, fabricante guipuzcoano de productos para cirugías por impresión 3D, empresas como la nuestra estarán integradas en los hospitales como un departamento más. Y, a medida que surjan los casos, diseñaremos rápidamente lo que sea que requiera cada paciente».
Sectores como la alimentación también ofrecen sorpresas. «Con nuestra máquina puedes hacer hamburguesas, panes, pizza, chocolate, pasta... Siempre con ingredientes frescos», explica Emilio Sepúlveda, cofundador de Natural Machines, fabricante de Foodini, una impresora de comida.
* Vestidos como este Drape Dress, impreso en plástico, prometen dejar obsoletos el hilo y la aguja.
Ya lo dijo hace tres años Chris Anderson, visionario y antiguo redactor jefe de Wired, la más influyente revista sobre tecnología: «La impresión 3D será algo más grande que la web». Todo parece indicar que se quedó corto.
3D en casa
La impresión 3D no solo aspira a revolucionar la industria, también desea colarse en el hogar. Los fabricantes afinan el diseño de sus máquinas, siguiendo el ejemplo de Apple, para que no desentonen en el salón o la cocina. Los precios aún están al alcance de pocos bolsillos, pero ya hay máquinas de uso doméstico que imprimen metal, plástico, tejido o comida. Es cuestión de tiempo que se conviertan en aparatos que muchos creen ya imprescindibles, como el microondas, el televisor o el móvil.
* Un ejemplo de impresión 3D en metal. Ya es posible fabricar con esta tecnología objetos en titanio, oro, cobre o acero inoxidable, como tijeras.
* La impresora de comida Foodini (1300 euros) permite crear platos, salados o dulces, a partir de ingredientes frescos.
* Impresoras como esta son capaces de combinar varios materiales para imprimir, por ejemplo, zapatos. Su precio: 3500 euros.
Cómo funciona
Diseñar. Lo primero es obtener un diseño en 3D. Lo podemos crear nosotros mismos -en el caso de que sepamos diseñar en 3D- o bien comprar el archivo digital del producto ya listo para ser enviado a la impresora.
Fabricar. El material -dispuesto en filamentos- se calienta y se deposita en finas capas, enfriadas al instante antes de colocar la siguiente. La máquina decide las capas que debe aplicar para un resultado óptimo.
Producir. En función del tamaño o la complejidad del objeto, la tarea requiere minutos, horas o incluso días. Una vez acabado, se puede aplicar un tratamiento para pulir la superficie y eliminar imperfecciones.
Para saber más
Makers: the new industrial revolution, de Chris Anderson.
www.loshacedores.com, web de la escuela de impresión 3D Los Hacedores.
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