Agosto de 1990. Noche cerrada en la comarca de La Serena. Varias horas de viaje al volante acaban serpenteando por una estrecha carretera de la que parte un camino que conduce a Puerto Hurraco, una pedanía de Badajoz con poco más de un centenar de vecinos de los que nueve han muerto masacrados por los cartuchos de escopeta disparados por los hermanosAntonio y Emilio Izquierdo, 'Los Pataspelás'.
Un Land Rover de la Guardia Civil impide continuar por la calle Carrera, la columna vertebral que atraviesa el pueblo. Hay varios agentes junto al vehículo. El número que está al mando del puesto verbaliza lo que pensábamos nada más bajarnos del coche: “No se puede pasar a Puerto Hurraco”. Emilio y Antonio ya han sido localizados y detenidos por la Benemérita en el monte, donde se habían ocultado tras perpetrar el macabro suceso. Pero dos de sus hermanas, Luciana y Ángela, a las que en el pueblo consideran instigadoras de la matanza, siguen en paradero desconocido. Realmente están de regreso a Badajoz tras haber viajado a Madrid.
Los guardias civiles están serios, circunspectos. Dos de sus compañeros que acudieron en auxilio de las víctimas también resultaron heridos en la enloquecida emboscada. Fernando y yo [Fernando Quintela, fotógrafo de El Mundo, periódico para el que ambos trabajábamos en aquellos años] logramos convencerles para que nos dejen pasear por el pueblo.
Vídeo: La matanza de Puerto Hurraco. Canal Sur
La calle de las ventanas cerradas
Silencio, soledad. Se supone que los vecinos están tras las ventanas cerradas. No se ven luces. El ambiente es sombrío. Puerto Hurraco descansa muy a duras penas después de que Antonio y Emilio Izquierdo asaltasen la noche del día 26 de agosto el pueblo, hace ahora justo 25 años.
Pensamos por unos minutos cómo se desencadenó el suceso. Cómo, dónde y de qué forma se produjo la cruel masacre. Fue sobre las 22:15 de la noche,desde un callejón. Los lugareños toman la fresca a la puerta de sus casas, charlan. Los primeros disparos quitan la vida a dos hijas de Antonio Cabanillas, a quien los Izquierdo consideran su enemigo... Después la muerte sigue cobrándose más vidas. Hasta un total de nueve. Además de una decena de heridos, algunos de ellos muy graves y que padecerán secuelas de por vida.
Con sangre fría, los hermanos Izquierdo rubrican una sentenciaque ellos mismos habían dictado sobre el pueblo. La ira y el odio extremo llenan irónicamente el ambiente de La Serena.
Quince minutos de estruendo y olor a pólvora, de dolor, sangre y muerte. Sin piedad alguna; da igual niños, jóvenes o mayores. Quince minutos en los que sólo hablan los cartuchos con bolas de plomo de 'Los Pataspelás'. Los vecinos que ayudan a las primeras víctimas son también abatidos. Quince minutos, nueve vidas inocentes. Puerto Hurraco enmudece y carga desde entonces con el sambenito de ser el pueblo de la matanza. Carlos Saura dirigió El séptimo día basándose en la tragedia. Y Def con Dos grabó un más que sarcástico tema musical.
Una extraña muerte
Ante nuestros ojos, en algún lugar de ese oscuro Puerto Hurraco se supone que está la vivienda en la que la madre de Antonio, Emilio, Luciana y Ángela murió al declararse un incendio. En 1984; hace tiempo de ello. Pero los hermanos culparon a los vecinos del fuego. Este suceso habría sido eldesencadenante de la indiscriminada matanza.
Aunque el odio emponzoñaba ya desde la década de los 70 o antes el ambiente entre Izquierdos y Cabanillas. Cuentan que, por aquel entonces,Amadeo Cabanillas (hermano de Antonio) y Luciana Izquierdo anduvieron tentados por esas cosas del amor, que se acabó rompiendo. Puede que por ello Jerónimo Izquierdo, otro de los hermanos de Luciana, matase a Amadeo.Fue preso y pagó con cárcel su crimen. Dicen que ya antes habían surgido problemas de lindes en unas tierras entre ambas familias. Cosas comunes, como las que pasan en cualquier pueblo. Pero en Puerto Hurraco el río se desbordó.
Cuando Jerónimo recobró la libertad, en 1986, seguía con una obsesión en su mente: atacó a cuchilladas a Antonio Cabanillas, que logró sobrevivir. Jerónimo fue ingresado en un psiquiátrico, donde murió unos días después.
Respirando la contenida tranquilidad de la noche, nadie pensaría que la calle Carrera se llenó de cadáveres aquella noche de agosto en la que reinaba la paz; que Antonio y Emilio Izquierdo dispararon los cartuchos de sus escopetas contra todo cuanto se movía; que la rabia y el odio podían adueñarse de dos hombres de campo, que, según dijeron, habían salido “a cazar tórtolas”. Una bárbara cacería humana.
"Que nos lo digan a la cara. Si se atreven"
Pensar que Puerto Hurraco se convirtió unas pocas horas después en un sentido velatorio por las víctimas. Pensar cómo, puede que por primera vez, los medios de comunicación retransmitieron casi en directo una crónica de sucesos. Una de las páginas más trágicas de la historia reciente. Sus gentes, amables dentro de su dolor. Hospitalarias, sencillas, abiertas, destrozadas...
Fernando y yo desandamos sin apenas hablar la calle Carrera. Nadie a la vista. Sólo los números de la Guardia Civil, nosotros y la oscura y larga sombra de la España negra. Mientras, Ángela y Luciana regresaban en el tren a Extremadura, vestidas de luto riguroso en un compartimento. Apartadas de todos. La conversación que mantuvieron con los compañeros que hablaron con ellas era un meticuloso guión de cine negro. Quejidos, negaciones...
Vídeo: Juicio de Puerto Hurraco en 1994
“He llorado por mis hermanos y he llorado por las personas que han muerto”, decía una. Y la otra, al señalarlas como instigadoras: “Que nos lo digan a la cara a nosotras... Si se atreven”. “Con lo que hemos sufrido nosotros por mi madre”... Dos mujeres de vuelta a su tierra y con sus dos hermanos manchados de sangre en los informativos de todo el país y en las portadas de todos los periódicos.
A la mañana siguiente, al apearse en la estación de Badajoz, Luciana y Ángela parecían dos mujeres asustadas. Las Fuerzas del Orden las escoltaron hasta llevarlas a los juzgados de Castuera. Decenas de periodistas y de curiosos eran testigos de la escena. Cientos de flashes y de cámaras. La triste España negra,a todo color.
Un suicidio de colofón
En Castuera, el juez Casiano Rojas, un magistrado entonces bisoño, encaraba su primer gran caso. Rojas no quiere volver a hablar ya de Puerto Hurraco, dice a El Confidencial. Sólo él sabe qué cosas le dijeron, cara a cara, Emilio, Antonio, Ángela y Luciana. Qué leyó en sus rostros, en sus miradas.
El juicio fue demoledor para Antonio y Emilio Izquierdo como autores del torbellino de odio que arrasó Puerto Hurraco el 26 de agosto de 1990. Fueroncondenados a 684 años de cárcel. Nunca salieron de ella.
El juez no pudo encontrar pruebas que incriminasen a Luciana y Ángela, pero, pese a todo, ambas fueron ingresadas en una institución psiquiátrica, en la que murieron en el año 2005 con una diferencia de unos pocos meses.
Emilio falleció en la cárcel en diciembre de 2006, por causas naturales. Su hermano Antonio se ahorcó en su celda en 2010 con unas sábanas anudadas.
El suicidio de Antonio Izquierdo en prisión era el último episodio de un suceso que tozudamente nos recordaba que la España negra seguía latiendo. Hace justo ahora 25 años. Descansen en paz las víctimas de la matanza de Puerto Hurraco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario