Esta obsesión ya no existe. Cada vez que hablaba su sucesor Ben Bernanke o que lo hace Janet Yellen, la actual presidenta de la Fed, el mercado escucha con atención, pero mucho más relajado que entonces. Pero lo de este sábado es diferente y recuerda más a los tiempos del hombre que rigió la política monetaria de EEUU durante dos décadas y con cuatro presidentes. Y eso que ni siquiera va a hablar Yellen, sino su segundo, Stanley Fischer, porque la presidenta se ha 'borrado' de la reunión anual de banqueros centrales que se celebra en un lugar llamado Jackson Hole (Wyoming) en plena tormenta financiera.
Después del lunes negro en las bolsas y de la violenta recuperación posterior, con movimientos igual de volátiles en las divisas y las materias primas, y con la crisis china como una sombra amenazadora, el mundo necesita un mensaje de la Fed que calme los ánimos. "El mercado quiere que Fischer diga que los bancos centrales siguen ahí para salvar a los inversores. Sí, todos los analistas juran que es así, pero los inversores quieren oírlo de sus labios", comenta un operador.
¿Más allá de descartar la subida de septiembre?
La primera incógnita que surge es si podrá ir más allá. Los futuros descuentan que la primera subida de tipos llegará no ya en diciembre, sino en 2016. Y lo que querrían oír los mercados es que dichas alzas se retrasan sine die o incluso que la Fed está dispuesta a poner en marcha un QE4, es decir, una cuarta ronda de medidas monetarias extraordinarias mediante la compra de bonos.Pero es muy dudoso que Fischer pueda llegar a tanto. Primero, porque un anuncio de mayor envergadura requeriría que lo hiciera Yellen en persona. Precisamente, su ausencia puede obedecer a que no quiere hacer ese anuncio hasta no tener un panorama más despejado, según algunos observadores. Segundo, porque un anuncio de este tipo chocaría frontalmente con el discurso mantenido hasta ahora por la Fed, que sostiene que hay que ir retirando los estímulos porque la economía norteamericana ya está creciendo y creando empleo a velocidad de crucero (como confirma el PIB del segundo trimestre, que crece al 3,7%). Y tercero, porque otros miembros de la Fed insisten en que la volatilidad en los mercados no es razón para no subir los tipos ya en septiembre: así lo dijeron ayer otros dos miembros del banco central.
¿Bastará? ¿Y si se queda corto?
La siguiente pregunta es si sólo eso servirá para calmar los ánimos del mercado. Ahí los analistas están divididos, aunque concluyen que, sin una reassurance mayor de la Fed, los mercados se quedarán en una situación muy vulnerable si llegan más malas noticias desde Asia u otros países emergentes (y probablemente llegarán). Y, en todo caso, parece difícil que la tendencia alcista puesta en cuestión las últimas semanas se retome alegremente.Finalmente, queda la posibilidad de que Fischer no llegue ni a eso. Que es a lo que apunta una entrevista que concedió el viernes a la CNBC, en la que dijo que todas las opciones están abiertas en la reunión de septiembre; ergo no descartó la temida subida de tipos (aunque admitió que la volatilidad del mercado influye en las decisiones de la Fed). Wall Street no se lo tomó demasiado mal, probablemente porque espera que en el discurso de hoy sea más explícito: no iba a destripar su intervención en una entrevista televisiva. Ahora bien, si en dicho discurso no descarta el alza en septiembre, el lunes las bolsas sí que podrían tomárselo bastante mal.
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