jueves, 22 de octubre de 2015

Emilio LLedó al habla...

Emilio Lledó: palabras contra la glaciación

El Premio Princesa de Comunicación y Humanidades protagonizó una intensa jornada con una defensa, en todos los frentes, del lenguaje como depositario de la libertad frente a los intentos de "congelar" el pensamiento y la realidad
Juan Carlos Gea

JUAN CARLOS GEA

@JCGEAMARTIN
MIÉRCOLES 21 DE OCTUBRE DE 2015
La imagen es la de tres jóvenes estudiantes españoles recién llegados a la Universidad de Heidelberg huyendo del hambre de la posguerra: la física y, sobremanera, la espiritual. Los tres se deslizan sobre el hielo del Neckar en uno de los rarísimos inviernos, quizá el único, en el que el río se ha helado. Son Gonzalo Sobejano, Juan José Cabrera y Emilio Lledó, y el año, uno de mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo. "El 54 o el 55", comenta el tercero de ellos medio siglo después, bajo el techo del Aula Magna de otra universidad, la de Oviedo, al final del más intenso de sus días en mucho tiempo. Una larga jornada en la que Emilio Lledó, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, invocó el hielo del Neckar para ilustrar el concepto en el que más insistió en sus tres comparecencias del día: la congelación, la coagulación, la grumificación, el flujo que se detiene y se paraliza. Todos aquellos estados que el filólogo y filósofo considera la peor amenaza para el lenguaje, el pensamiento, la comunicación, la educación, la libertad y, en definitiva, la vida.
Primero en un multitudinario encuentro con profesores y alumnos en el patio central de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo, en el campus de El Milán; después ante los medios en rueda de prensa en el Reconquista y, finalmente, en la atestada Aula Magna del Edificio Histórico de la Universidad, el filólogo y filósofo sevillano (en su caso ambas filias son una y la misma) insistió en desplegar un reiterado mensaje en todas las direcciones y en todos los estratos de la actividad humana: "Todos somos filósofos" en la medida en que usamos el lenguaje porque "la filosofía es lenguaje, un lenguaje crítico, que juzga, que analiza, que no se queda en la helada superficie del Neckar sino que quiere saber qué hay dentro de la palabra". Y eso no por el simple gusto del filólogo por la gramática, o del filósofo por la especulación, sino por razones completamente prácticas: para mantener en armas "la lucha por la libertad, por una libertad entendida como posibilidad, como apertura, aventura y camino" cuyos retrocesos "nos devuelven al interior de la caverna". La caverna de esa alegoría platónica que desde ahora ya no forma parte de ningún programa de estudios en España.
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Frente a ese programa intelectual y vital, se alzan los multiformes y muy activos agentes de la glaciación del lenguaje, el pensamiento y la posibilidad. Lledó, con un brío impropio de sus 88 años, les atizó a todos: la educación expurgada de las humanidades por "ignorantes con poder"; una universidad --la española-- "retrógrada, paralizadora, estandarizada, bolonizada, haciendo de los jóvenes obsesos por ganarse la vida", algo que el sevillano considera "un crimen" que "esclaviza" a los estudiantes. 
También contra el economicismo de lo contante y sonante que "no entiende que la riqueza de un país no es su tierra, sus yacimientos o su economía, sino su cultura, su palabra, su literatura"; y contra una política llena de "indecentes" o "ignorantes que deciden sobre nuestras vidas" y que "no han leído laRepública de Platón o la Política de Aristóteles" para comprender que para ser político "hay que poder mirarse antes en un espejo" y salir sin tacha; unos medios de comunicación que olvidan que "son los verdaderos educadores del mundo contemporáneo", capaces de transmitir "el máximo de enseñanzas, de docencia, de valores", pero que pasan de ser "mediadores a mediatizados" o de educar a ser un depósito de "frases hechas y conceptos resbaladizos"; contra una tecnología que podría acabar "influyendo en nuestras cabezas, en nuestra manera de entender el lenguaje" en una era en la que "nunca estuvimos tan comunicados , pero nunca hubo tanto silencio".

Fiel a Grecia

Firme en su condición de griego tardío, de docente "fiel a Grecia" (a la clásica y helenística, se entiende), y constante también en la certeza, tan del siglo XX, en que el lenguaje nos explica y explica el mundo, Lledó insistió una y otra vez en una educación que privilegie "la pasión por lo que se estudia", la "sensibilidad hacia las palabras, hacia los textos", la profesión de una filía que no solo alcance al lenguaje o a la reflexión teórica, sino sobre todo a la relación con otros seres humanos "en un horizonte político y social". O también la inclusión en sus programas de la filosofía, no como asignatura, sino como un "enseñar a pensar", una educación "en la conciencia crítica que la filosofía ha sido siempre en el seno de cada época"; una forma de ver la disciplina que explica por qué Emilio Lledó no entiende que haya "un poco de escándalo" por la propuesta del PSOE de suprimir la religión de la ESO, pero que nadie levante el mismo revuelo por la supresión de la filosofía.
La resistencia, según Emilio Lledó, pasa por no perder de vista los libros, las palabras, la interpretación, "el gozo del lenguaje pensando con el lenguaje, creando lenguaje que crea libertad, que abre, que no cierra" porque, afirmó en El Milán, "el lenguaje no solo es la casa del ser sino la vida del ser, la vivienda, la casa que se hace, que se construye texto a texto, lectura a lectura". Palabras que muchos escucharon ayer todavía con aprobación, arrobo y hasta emoción, pero que quizá en apenas unas cuantas promociones empiecen a dejar a los oyentes más jóvenes tan fríos, tan paralizados y tan grumificados mentalmente como teme un Emilio Lledó que bien podría haber incluido, como excepción, en su logos un aviso muy de una mitología mediática de este tiempo: "Se acerca el invierno".
Quizá aún diga algo parecido en una comparecencia cerrada a última hora, una muestra más de su pasión y su resistencia: hoy, a las 13,00 en la librería Cervantes de Oviedo. En su salsa: entre ese papel impreso donde es capaz de ver su toda su memoria, toda su vida. Y la de sus semejantes.

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