¿La hora de Portugal?
Un análisis desde Lisboa de los resultados electorales y los movimientos para formar gobierno en Portugal, un laboratorio político hacia el que miran los medios europeos
Después de una campaña preelectoral que a pesar de los sacrificios impuestos a la ciudadanía se desarrolló favorablemente a la coalición gubernamental, aparecen nuevos y sorprendentes datos que dibujan una situación muy compleja y pueden ser decisivos en un doble sentido; por una parte, el de abordar por fin los gravísimos problemas estructurales del país, para lo que se requerirá una mudanza de paradigmas y un cambio cultural en profundidad y, en segundo lugar, el de mostrar rutas alternativas a la sumisión sin reservas a las directrices económicas de la UE .La inesperada habilidad de António Costa, líder del PS, para enmendar los errores de una campaña electoral desastrosa y recuperar la iniciativa acercándose a los partidos a su izquierda con el objetivo de conseguir una mayoría parlamentaria que le permita gobernar. Después de este movimiento necesita, por un lado, aplacar la resistencia interna del núcleo de su partido, históricamente opuesto a cualquier alianza con los comunistas y, por otro, resistir la agobiante presión mediática y de la UE que insisten en que un gobierno con apoyo o participación del Bloque de Izquierdas y de la CDU pondría en peligro el cumplimiento de los compromisos con los acreedores externos y la reducción del déficit. Saben que una mayoría de izquierdas acabaría por poner sobre la mesa la renegociación de una deuda que no ha disminuido pese a la brutalidad de las medidas impuestas a los portugueses más desfavorecidos desde 2011.
- La escasa capacidad de reacción de la alianza gubernamental que desde el principio estuvo convencida de que en caso de no conseguir la mayoría absoluta se configuraría un bloque central con hegemonía de PSD-CDS y apoyo del PS. La coalición lo fio todo al efecto del miedo sobre la población, bombardeando a los electores con el catálogo de desastres que se derivarían de un incumplimiento de las exigencias europeas y con las promesas de que el camino de la austeridad y los recortes era el que llevaba en breve plazo a la recuperación económica. Después de las elecciones, el giro a la izquierda del PS la pilló a contrapié y aún no se ha repuesto de la sorpresa.
- La flexibilidad negociadora del Bloque y la CDU también ha sido notable. Tras una etapa inicial en la que pareció que mostraban una disponibilidad sin condiciones para conformar una nueva mayoría con el PS, han sabido sentar premisas para un acuerdo legislativo - no solo de investidura-, que garantice una cierta estabilidad gubernativa. Las condiciones se refieren a tres ejes fundamentales: salarios, pensiones y empleo, con reposición de los valores anteriores a 2011. Naturalmente, ello irá acompañado de una profunda reforma fiscal y de la Administración, algo que casi no se ha tocado en los últimos años a no ser para reforzar privilegios que ya existían.
El comunicado del presidente –militante del PSD- dando a conocer su decisión de encomendar a Passos Coelho la formación de gobierno, aún a sabiendas de que ello es imposible teniendo en cuenta la mayoría parlamentaria de la suma resultante del PS, Bloque y CDU solo puede interpretarse como un deseo de ganar tiempo esperando que en el PS se produzcan indisciplinas de voto que eviten el previsible rechazo a la coalición y al consecuente nombramiento de Costa como nuevo primer ministro. La intervención presidencial fue un mitin apocalíptico destinado a asustar a la ciudadanía sobre la catástrofe que se cierne sobre Portugal si “los partidos antieuropeos” llegan a forma parte de un futuro gobierno terminando así con la alternancia en el poder entre el PS y la derecha. De todos modos, al presidente le resta una carta para retardar el acceso al poder de la izquierda: mantener el nombramiento de Passos saltando por encima del previsible rechazo de la Asamblea de la República y dar lugar a un gobierno de gestión hasta el mes de abril, una decisión de consecuencias imprevisibles.
En su primera reunión, la nueva Asamblea nombró como presidente al antiguo portavoz socialista, rompiendo la tradición que adjudicaba este cargo al partido más votado, en este caso el PSD. Otra prueba de que las cosas van en serio y que, de momento, el ala izquierda vuela en perfecta sincronía.
Estos días se resolverán las incógnitas que pesan sobre el futuro inmediato. Lo sucedido en Grecia vuelve al primer plano. ¿Será que, de otra manera, Portugal inicia un camino para encontrar soluciones alternativas al vampirismo de la UE? La solución, tal vez, la próxima semana.
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