La herencia de Rajoy de la que nadie habla
Desde estas líneas hemos comentado de manera crítica la herencia que nos va a dejar el actual ínclito monclovita. Para la inmensa mayoría de la ciudadanía, España se encuentra en el final de un ciclo histórico caracterizado por una profunda degradación política, económica, social y moral. Pero déjenme adentrarme en aquella parte de la herencia más sutil, que va más allá de sus “logros” económicos -deuda impagable, pobreza, precariedad laboral, ausencia de un modelo de crecimiento sostenible…- Me refiero a la creciente concentración de poder económico en nuestro país. Bajo los distintos gobiernos del PSOE y del PP han campado a sus anchas los buscadores de renta, pero jamás la situación había sido tan preocupante como bajo el gobierno de Rajoy. Por eso, hoy es más necesario que nunca que los distintos organismos reguladores y supervisores ejerzan su labor de manera libre e independiente.
El nuevo parlamento que salga de las urnas este 20 de diciembre debe garantizar que los miembros de los órganos de gobierno de la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC), Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) o el propio Banco de España (BdE) ejercerán su labor con absoluta independencia. Por eso será fundamental una revisión profunda del procedimiento de selección. El objetivo debería ser doble. Por un lado, que ninguno de los miembros de estos órganos sea señalado bajo la afirmación “ha sido elegido a propuesta de…”. Por otro lado, además, que ninguno de ellos sea acusado de “no tienes ni idea ya que simplemente has sido elegido a propuesta de…”.
La libertad de una democracia no es segura si su sistema económico no proporciona empleo, producción y una distribución de bienes de tal manera que permita sostener un nivel de vida aceptable
La independencia de los supervisores
Pero por qué hoy es más necesario que nunca reafirmar la independencia de supervisores y reguladores. Para ello déjenme parafrasear aFranklin Delano Roosevelt en uno de sus memorables discursos, allá un día de abril de 1938, Message to Congress on Curbing Monopolies. Roosevelt señalaba dos verdades irrefutables. “La primera verdad es que la libertad de una democracia no es segura si la gente tolera el crecimiento del poder privado a un punto en que se vuelve más fuerte que su propio Estado democrático. Eso, en su esencia, es fascismo -propiedad del Gobierno por un individuo, un grupo, o por cualquier otro poder privado que lo controla-. La segunda verdad es que la libertad de una democracia no es segura si su sistema económico no proporciona empleo, producción y una distribución de bienes de tal manera que permita sostener un nivel de vida aceptable”.
Ambas lecciones afectan de lleno a la España de hoy. Es cierto, por ejemplo, que la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia empieza a tomarse en serio las prácticas de concentración de poder, pero es necesario profundizar más en esta dinámica y garantizar su total independencia. La razón es muy sencilla. En España ha habido una concentración creciente intolerable del poder privado. Esta concentración perjudica gravemente la eficacia económica de la empresa privada como una forma de proporcionar el empleo de mano de obra y de capital, y como una manera de asegurar una distribución más equitativa de los ingresos y las ganancias entre la ciudadanía en su conjunto.
El peligro de la concentración del poder económico en un puñado de grandes corporaciones no se reduce o se elimina, tal como braman los defensores del capitalismo popular, por que exista una amplia distribución pública de sus valores o acciones entre la ciudadanía. La realidad demuestra que la capacidad real de tener una voz en unos consejos de administración es nula. De hecho, en la mayoría de los casos, la concentración de la propiedad de las acciones de la empresa en manos de una pequeña minoría de la población coincide con la concentración de los activos de la empresa.
Concentración de poder, competencia, desigualdad y pobreza
El efecto de esta concentración se refleja en la distribución del ingreso nacional. Nuestra querida España, por ejemplo, en el período 2009-2014, en pleno proceso de concentración del poder económico y bancario, ha sido la campeona de Europa en riesgo de pobreza y exclusión social. La población en riesgo de exclusión social alcanzó a cierre de 2014 la cifra de 13,4 millones de españoles, el 29,2% de la población; la población con privación material severa se situó al cierre del pasado año en los 3,3 millones de personas; mientras que la población con baja intensidad de trabajo por hogar alcanzó la cidra récord de 7,8 millones. España como campeona de la pobreza en Europa, y todo bajo un intenso proceso de concentración de poder económico. De ello, los grandes medios de comunicación patrios, instrumentos de propaganda al servicio de dicha concentración de poder, ni pío.
Hay un control financiero creciente de nuestro sector productivo, mediante distintos canales o vehículos de inversión
Pero incluso las estadísticas reales no miden el grado real de concentración para el control sobre la industria patria. La situación es todavía más dramática. Hay un control financiero creciente de nuestro sector productivo, mediante distintos canales o vehículos de inversión, y a través del uso de distintas sociedades de cartera e intereses minoritarios estratégicos. Una parte de estos fondos de inversión tienen una vocación de permanencia, pero otra parte nada desdeñable tiene una vocación de exprimir, dividir y vender los negocios, e incluso algunos fondos actúan por cuenta de un tercero que no quiere dar la cara. ¿Saben para qué? ¡Pues claro!, por meros intereses y objetivos inmobiliarios.
Finalmente déjenme incorporar un breve comentario sobre la competencia y la competitividad. La competencia es sin duda necesaria, pero no debe extenderse a aquellos campos donde se demuestra que conlleva consecuencias sociales y económicas negativas. Ni la reducción salarial ni el alargamiento de la jornada laboral vía horas extraordinarias son métodos propios de la competencia. Hoy más que nunca por justicia y eficiencia son necesarios unos salarios mínimos que garanticen la decencia y unas condiciones mínimas de vida para los trabajadores de nuestro país. Si bien me he dejado muchas cosas en el tintero, la evasión fiscal es una de ellas -aún nadie del BBVA ha dado una explicación meridiana de la multa por cuentas opacas en Estados Unidos-, al menos espero que estas reflexiones sirvan para conocer y concienciarnos sobre quizás ese aspecto oculto más grave en la actuación del actual ejecutivo, la concentración de poder económico como un peligro creciente para nuestra democracia.
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