“Los chinos han entendido que el sistema actual está acabado”
- "Las nuevas tecnologías no generan tanto empleo como el que destruyen”
- “Es muy probable que China o EEUU fuercen su salida dela globalización"
(Juan Lázaro)
El capitalismo tiene los días contados, al menos tal y como lo
conocemos hoy. El modelo está agotado porque ya no tiene capacidad para
adaptarse a los cambios. Esa es la tesis que defiende el periodista Paul
Mason (Leigh, Reino Unido, 1960) en el libro Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro (Paidós). Coincide con el sociólogo y economista estadounidense Jeremy Rifkin en que la tecnología y la economía colaborativa le darán la puntilla al sistema, aunque cada uno vislumbra desenlaces distintos.
Pregunta. Usted sostiene que el capitalismo ha dejado de ser camaleónico. ¿En qué se basa?
Respuesta. Las primeras críticas al capitalismo, que se remontan al marxismo, aventuraron que el sistema colapsaría debido a sus contradicciones. Todas ellas infravaloraron la capacidad de adaptación del capitalismo. En los momentos de cambio irrumpen nuevas tecnologías y la síntesis de varios elementos: nuevas y más complejas necesidades, salarios más altos y una sociedad más rica. Ahora el problema es que las nuevas tecnologías no son capaces de crear esa síntesis. No crean valor, sino que lo destruyen: hacen que ciertos servicios sean muy baratos o gratuitos. Crean empleos, pero no tantos como para reemplazar los que destruye.
P. Se refiere a empresas como Uber o Airbnb.
R. Entre otras, sí. No se le ha prestado suficiente atención a este asunto. ¿Cómo ha logrado hasta ahora el capitalismo adaptarse a las nuevas situaciones? El elemento común durante todos los procesos fue la resistencia organizada de los trabajadores. Eso ha desaparecido del modelo neoliberal.
P. Habla de dos posibles finales para el capitalismo.
R. Una opción es que todo siga como hasta ahora, que sobrevivan las instituciones económicas multilaterales (FMI, BM, OMC). El coste de la crisis ha recaído históricamente sobre los hombros de la población, que acepta la austeridad y el endeudamiento. El estancamiento seguiría y el modelo se agotaría por sí mismo. La otra opción es que algún Gobierno, presionado por la población, se plante y ponga en marcha un proceso de desglobalización. El presidente de Hungría, Viktor Orban, o los aspirantes Marine Le Pen en Francia o Donald Trump en EE_UU son buenos candidatos a hacerlo. La izquierda, por supuesto, también tiene sus propias figuras.
P. ¿Cómo se imagina el momento exacto de la defunción?
R. Es muy probable que algún país fuerce la salida de la globalización. Puede que sea China, donde la tasa de crecimiento ha caído al 6%, bajará al 4% y es posible que acabe en torno al 0%. Entonces las amenazas al orden social serán tan fuertes que las autoridades puede que elijan salirse del sistema. Trump, que puede llegar a la Casa Blanca, propone algo parecido a una autarquía nacionalista. Si las dos principales economías del mundo toman medidas antiglobalizadoras, el resto iremos detrás.
P. ¿Existen ya tensiones de algún tipo?
R. Los repetidos ciclos de boom económico suprimen la productividad porque llevan a una mala distribución sistémica del capital. Se están perdiendo muchos puestos de trabajo debido a la automatización. Pero la UE está tomando medidas homeopáticas de desglobalización como mecanismo de autodefensa.
P. ¿Cómo puede desglobalizarse Europa sin perder competitividad?
R. Europa tiene tanto peso que, si quiere, puede ser autárquica.
P. ¿Qué opina del brexit?
R. Igual que con el referéndum de Escocia, sabremos cuál es la verdadera oferta tres días antes de la votación. Los mercados le dan un 55% de posibilidades al brexit, y creo que tienen razón. El resultado será muy ajustado. Lo que los británicos quieren realmente es una exención de la libertad de movimiento. Aunque nunca la han pedido.
P. ¿Qué propone con su Proyecto Zero?
R. Quería resumir el potencial de una transición lenta, controlada y equitativa entre el capitalismo de hoy y otro más contenido, uno en el que empecemos a explotar el potencial del sector colaborativo. Todas las compañías utilizan la Wikipedia, pero no necesitan dar cuenta de ella en los balances. Debemos tratar de entender hasta qué punto nos puede beneficiar la economía colaborativa. Los Gobiernos deberían poder decir que prefieren uniones de crédito a bancos comerciales muy apalancados, igual que en el siglo XIX se dio el salto de las tejedoras a las fábricas textiles.
P. Eso implicaría cambios en la organización del trabajo.
R. También debemos separar trabajo de salarios. Eso significa establecer unos ingresos básicos. Puede parecer una locura de la extrema izquierda, pero la renta mínima está en la agenda de varios países. Incluso se habla de ella en Silicon Valley. El tercer pilar sería la transición hacia emisiones cero. Creo que la economía colaborativa puede fomentar los otros dos elementos. Para mí el poscapitalismo no es una fantasía de corte soviético, sino cosas que podemos hacer.
P. Su teoría recuerda a la de Jeremy Rifkin, quien sostiene que, en tanto los costes marginales de producción se acercarán a cero gracias a las nuevas tecnologías, el capitalismo sufrirá un fuerte shock que lo dejará tocado.
R. El libro de Rifkin salió cuando ya había escrito el mío. Discrepamos en si el capitalismo puede o no sobrevivir. Yo opino que no; él cree que deberá convivir con la economía colaborativa. Creo que él sobredimensiona la capacidad del internet de las cosas, mientras que yo subestimé el poder de compañías como Uber o Airbnb simplemente porque estaban explotando justo cuando escribía el libro. El hecho de que Rifkin tenga muy buena acogida en China resulta interesante. Creo que la élite china ha sido la primera en entender que el sistema actual está acabado, que hay que hacer algo distinto. Debemos encontrar la manera de crear valor de otra forma.
P. ¿Cree que verá en vida los cambios de los que habla?
R. El Ayuntamiento de Barcelona entiende el momento: ha hecho de la vivienda social una prioridad. Creo que pronto veremos más ejemplos como ese.
Pregunta. Usted sostiene que el capitalismo ha dejado de ser camaleónico. ¿En qué se basa?
Respuesta. Las primeras críticas al capitalismo, que se remontan al marxismo, aventuraron que el sistema colapsaría debido a sus contradicciones. Todas ellas infravaloraron la capacidad de adaptación del capitalismo. En los momentos de cambio irrumpen nuevas tecnologías y la síntesis de varios elementos: nuevas y más complejas necesidades, salarios más altos y una sociedad más rica. Ahora el problema es que las nuevas tecnologías no son capaces de crear esa síntesis. No crean valor, sino que lo destruyen: hacen que ciertos servicios sean muy baratos o gratuitos. Crean empleos, pero no tantos como para reemplazar los que destruye.
P. Se refiere a empresas como Uber o Airbnb.
R. Entre otras, sí. No se le ha prestado suficiente atención a este asunto. ¿Cómo ha logrado hasta ahora el capitalismo adaptarse a las nuevas situaciones? El elemento común durante todos los procesos fue la resistencia organizada de los trabajadores. Eso ha desaparecido del modelo neoliberal.
P. Habla de dos posibles finales para el capitalismo.
R. Una opción es que todo siga como hasta ahora, que sobrevivan las instituciones económicas multilaterales (FMI, BM, OMC). El coste de la crisis ha recaído históricamente sobre los hombros de la población, que acepta la austeridad y el endeudamiento. El estancamiento seguiría y el modelo se agotaría por sí mismo. La otra opción es que algún Gobierno, presionado por la población, se plante y ponga en marcha un proceso de desglobalización. El presidente de Hungría, Viktor Orban, o los aspirantes Marine Le Pen en Francia o Donald Trump en EE_UU son buenos candidatos a hacerlo. La izquierda, por supuesto, también tiene sus propias figuras.
La economía colaborativa puede propiciar una
transición lenta, controlada y equitativa entre el capitalismo de hoy y
otro más contenido"
R. Es muy probable que algún país fuerce la salida de la globalización. Puede que sea China, donde la tasa de crecimiento ha caído al 6%, bajará al 4% y es posible que acabe en torno al 0%. Entonces las amenazas al orden social serán tan fuertes que las autoridades puede que elijan salirse del sistema. Trump, que puede llegar a la Casa Blanca, propone algo parecido a una autarquía nacionalista. Si las dos principales economías del mundo toman medidas antiglobalizadoras, el resto iremos detrás.
P. ¿Existen ya tensiones de algún tipo?
R. Los repetidos ciclos de boom económico suprimen la productividad porque llevan a una mala distribución sistémica del capital. Se están perdiendo muchos puestos de trabajo debido a la automatización. Pero la UE está tomando medidas homeopáticas de desglobalización como mecanismo de autodefensa.
P. ¿Cómo puede desglobalizarse Europa sin perder competitividad?
R. Europa tiene tanto peso que, si quiere, puede ser autárquica.
P. ¿Qué opina del brexit?
R. Igual que con el referéndum de Escocia, sabremos cuál es la verdadera oferta tres días antes de la votación. Los mercados le dan un 55% de posibilidades al brexit, y creo que tienen razón. El resultado será muy ajustado. Lo que los británicos quieren realmente es una exención de la libertad de movimiento. Aunque nunca la han pedido.
P. ¿Qué propone con su Proyecto Zero?
R. Quería resumir el potencial de una transición lenta, controlada y equitativa entre el capitalismo de hoy y otro más contenido, uno en el que empecemos a explotar el potencial del sector colaborativo. Todas las compañías utilizan la Wikipedia, pero no necesitan dar cuenta de ella en los balances. Debemos tratar de entender hasta qué punto nos puede beneficiar la economía colaborativa. Los Gobiernos deberían poder decir que prefieren uniones de crédito a bancos comerciales muy apalancados, igual que en el siglo XIX se dio el salto de las tejedoras a las fábricas textiles.
P. Eso implicaría cambios en la organización del trabajo.
R. También debemos separar trabajo de salarios. Eso significa establecer unos ingresos básicos. Puede parecer una locura de la extrema izquierda, pero la renta mínima está en la agenda de varios países. Incluso se habla de ella en Silicon Valley. El tercer pilar sería la transición hacia emisiones cero. Creo que la economía colaborativa puede fomentar los otros dos elementos. Para mí el poscapitalismo no es una fantasía de corte soviético, sino cosas que podemos hacer.
P. Su teoría recuerda a la de Jeremy Rifkin, quien sostiene que, en tanto los costes marginales de producción se acercarán a cero gracias a las nuevas tecnologías, el capitalismo sufrirá un fuerte shock que lo dejará tocado.
R. El libro de Rifkin salió cuando ya había escrito el mío. Discrepamos en si el capitalismo puede o no sobrevivir. Yo opino que no; él cree que deberá convivir con la economía colaborativa. Creo que él sobredimensiona la capacidad del internet de las cosas, mientras que yo subestimé el poder de compañías como Uber o Airbnb simplemente porque estaban explotando justo cuando escribía el libro. El hecho de que Rifkin tenga muy buena acogida en China resulta interesante. Creo que la élite china ha sido la primera en entender que el sistema actual está acabado, que hay que hacer algo distinto. Debemos encontrar la manera de crear valor de otra forma.
P. ¿Cree que verá en vida los cambios de los que habla?
R. El Ayuntamiento de Barcelona entiende el momento: ha hecho de la vivienda social una prioridad. Creo que pronto veremos más ejemplos como ese.
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