Menéndez Salmón contra el sistema
El autor gijonés publica la obra con la que ha ganado la última edición del Biblioteca Breve, una distopía ucrónica que habla del estupor y la resignación ante un mundo que se extingue
JUEVES 03 DE MARZO DE 2016
Quienes fueron siguiendo desde sus inicios la trayectoria de Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) tenían claro que aquel autor de trayectoria subterránea y casi secreta eclosionaría antes o después. Si sus tres primeras novelas —La filosofía en invierno, Panóptico y Los arrebatados—, unidas a un primer volumen de cuentos (Los desposeídos) irregular pero prometedor y a una obra de teatro (Las apologías de Sócrates) tan atrevida como definitoria, permitían presagiar grandes logros futuros, el premio Juan Rulfo que obtuvo en 2003 su relato Los caballos azules fue una primera confirmación de la epifanía. El volumen que incluyó ese cuento junto a otros de hermosa factura, fundamentalmente Eternidad y Ceremonia, y que Trea publicó en 2005, llegó a las manos de Rosa Regás y ésta quiso compartir el descubrimiento con la gente de Seix Barral. Lo contó Elena Ramírez, una de las máximas responsables del sello, cuando el pasado 9 de febrero se celebró en Barcelona el acto en el que Menéndez Salmón recogió el Biblioteca Breve por su última novela. La lectura de aquel libro la subyugó de tal forma que en seguida se puso en contacto con el autor para preguntarle si tenía algún proyecto en marcha. Él apuraba en aquellos instantes las últimas páginas de La ofensa, que constituyó su primera gran salida al mundo para asombro de ajenos y alegría de los propios, que pudieron ver cómo al fin se reconocía el talento de uno de los suyos.
A Ricardo Menéndez Salmón le han llovido desde entonces elogios por parte de una crítica que ha reconocido sin fisuras la calidad de su prosa y la rotundidad del lenguaje con el que acierta a perfilar los grandes asuntos que jalonan su poética. Nadie puede negar, en efecto, que ésta ha permanecido fiel a una serie de obsesiones que en mayor o menor medida sus lectores más fieles pueden ir reconociendo en cada uno de sus libros. Narrador de alientos breves pero enjundiosos, deudor de una tradición más anclada en corrientes filosóficas y prosas anglosajonas y centroeuropeas que en las líneas maestras que por definición acostumbran a guiar el devenir de nuestra literatura, no es la suya una propuesta fácil ni inclinada a concesiones. Por el contrario, afrontar la lectura de Menéndez Salmón casi siempre supone entregarse a un doble tour de force: en primer lugar, el que marca el propio autor, pero también el que desarrolla el propio lector consigo mismo a medida que pasa las páginas y descubre en cada línea un aliciente para encontrarse. Si La ofensa fue el primer eslabón de la denominada Trilogía del Mal —continuada en Derrumbe y culminada con El corrector, su personal aproximación a los atentados del 11 de marzo de 2004—, el siguiente paso consistió en indagar en la contraposición entre el horror y la belleza, y en cómo a la postre es esa mezcla, a priori inviable, la que configura el mundo. Lo hizo en La luz es más antigua que el amor, lo hizo en Medusa y algo de eso hay también en Niños en el tiempo, en donde se habla de la pérdida y de la posibilidad de una redención íntima y en el que un amplio apartado recrea incluso lo que bien pudo ser la infancia de Jesús, en lo que ha sido uno de los atrevimientos más osados (y felices) de nuestra narrativa contemporánea.
De algún modo, toda esa andadura acaba de cristalizar en El Sistema, la obra por la que un jurado compuesto por figuras tan preeminentes de nuestras letras como Pere Gimferrer, Caballero Bonald o Manuel Longares decidió concederle el Biblioteca Breve. Hay en esta novela algo de todas las anteriores y hay, también, un resplandor nuevo que acaso sea fruto de destellos preliminares que su autor juzgó insuficientes o incompletos. Alegoría de nuestro tiempo y vaticinio del porvenir, novela de ideas y desarraigos, fábula del miedo y los desencantos, retrato fidedigno y puntilloso del final de una época o de la caída de un imperio. El sistema como entorno acogedor, como útero hospitalario y confortable, pero también como hipnosis alienante, como enemigo a batir por quienes sirven de alimento a sus necesidades más inconfesables. Menéndez Salmón vuelve a asomarnos al abismo de lo que nos derrota al tiempo que nos consuela con la promesa de aquello que nos redime. Él mismo ha dicho que esta novela viene a cerrar un ciclo en lo que ha sido su carrera novelística a lo largo de la última década. Habrá que seguir atentos a lo que pueda deparar el porvenir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario