En este inicio de agosto, tanto el Brent como el West Texas han caído hasta los 42 y 40 dólares para cada barril, respectivamente. Este nuevo retroceso tiene varias causas. Los inversores ya no lo ven tan claro, sobre todo después de comprobar cómo está el nivel de reservas de crudo a nivel mundial. La agencia 'Reuters' vuelve a advertir de un exceso de oferta con respecto a la demanda, lo que está llevando a los inversores a deshacer sus posiciones alcistas a largo plazo.
Sin embargo, no sólo el sector del petróleo se ve afectado por la caída de los precios del crudo. Sus efectos tienen una dimensión global en la economía. Los bajos precios son agua de mayo para los consumidores. Por ello, tanto empresas como familias sienten un desahogo en sus bolsillos al conseguir un abaratamiento de la factura energética.
Donde no se verá con tan buenos ojos este nuevo descenso del oro negro es en Fráncfort. Con una nueva bajada del petróleo, y por consiguiente de los combustibles, de poco sirve los esfuerzos del Banco Central Europeo para intentar llevar la inflación al 2%, objetivo principal que tiene el BCE entre sus atribuciones. El nuevo tirón a la baja provoca directamente un estancamiento del IPC, que aunque sube cuando se mide el subyacente (descontados el precio de la energía y los alimentos), el real no consigue acercarse al 2% que tiene marcado entre ceja y ceja Mario Draghi.
Por otro lado, además de diluirse el efecto en la inflación, los esfuerzos del BCE están lastrando la economía a otros niveles. El QE y las medidas que es están aplicando desde Fráncfort están provocando una disminución récord de las rentabilidades, que está gripando el sector bancario y eliminando la rentabilidad de infinidad de activos en el mercado, lo que dirige la inversión en determinadas direcciones con el consiguiente riesgo de generar burbujas. Aún es pronto para saber qué efectos tendrá la acción del BCE en la economía a largo plazo.
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