miércoles, 3 de agosto de 2016

Los Sofistas y...otros.

Un sofisma, como se sabe, es cualquier argumento falso al que se le da apariencia de verdadero para inducir al adversario en un error. Su etimología procede del término griego 'sophia', que significa sabiduría. Sin embargo, nada indica que en la política española -repleta de sofistas- se cumpla ese premisa. La política es hoy una cosa roma, sin matices ni aristas, en la que se impone lo grosero. Poco o nada de sabiduría.
Aristóteles, que fue el primer filósofo en ofrecer una lista de sofismas (o de falacias, como se prefiera), sin duda hubiera incluido al actual sistema político en esa clasificación.
Pedro Sánchez, el secretario general socialista, es, probablemente, el mayor sofista del reino. Construye argumentos que tienen apariencia de veracidad cuando habla de que las 'derechas' -lo que recuerda inevitablemente a la CEDA de la II República- son las que deben unirse para permitir un Gobierno de Rajoy. Pero él sabe, como todos los españoles, que eso es completamente improbable (incluso absurdo). Nada indica que los nacionalistas vascos o catalanes se vayan a convertir al 'marianismo', salvo milagro apostólico o triunfe la política-ficción.
Llega a rozar la épica cuando proclama que es “urgente” que España tenga un Gobierno, cuando sabe que sin la abstención socialista eso es imposible
Sin embargo, su contumacia en el sofisma llega a rozar la épica cuando proclama cínicamente que es “urgente” que España tenga un Gobierno, cuando sabe que sin la abstención socialista eso es, simplemente, imposible. Defiende, además, y de forma vehemente, su papel como alternativa al PP, pero parece evidente que para ser oposición tiene que haber previamente Gobierno.
El sofista Sánchez, sin embargo, no es el único apegado a esa forma de articular discursos políticos. Rajoy, el presidente en funciones, repite con solemnidad que él quiere gobernar, lo cual parece obvio, toda vez que su partido se presentó a las elecciones y fue el más votado. Pura tautología.
Pero ese argumento, formalmente impecable, se convierte en falaz si se tiene en cuenta que en un sistema parlamentario lo relevante no es quien sea el primero, sino el resultado de la política de alianzas. Y por eso Rajoy ejerce de sofista cuando traslada a la opinión pública la idea de que sólo su partido está en condiciones de gobernar. Incluso, dando por hecho que C's y PSOE no tienen más remedio que respaldar al PP en la hipotética investidura. Ser el más votado es habitualmente una condición necesaria para encabezar un Gobierno, pero no siempre es suficiente, como ocurre a menudo en los sistemas parlamentarios.
Debate entre los cuatro principales candidatos para las Elecciones Generales del 26J. (Cordon Press)
Debate entre los cuatro principales candidatos para las Elecciones Generales del 26J. (Cordon Press)
Rajoy, sin embargo, cada vez parece más convencido de que ese respaldo no llegará. Simplemente, porque la formación de un Ejecutivo (y muchos menos la futura gobernabilidad del país) no depende de él. Cada partido, como hizo legítimamente el propio PP en la legislatura fallida, es libre de votar a quien considere oportuno, y crear esa falsa imagen de que 'los otros' están obligados a votar a su partido, es un completo sofisma. El presidente en funciones, en algún momento, tendrá que reconocer que no está en condiciones de formar gobierno, independientemente de quienes sean los responsables. Un asunto, por cierto, que interesa más bien poco a los españoles.

Una tautología

Albert Rivera, por su parte, ejerce también de sofista cuando reivindica -como todos- que haya Gobierno cuanto antes (otra tautología), pero en lugar de comprometerse con un 'sí' a cambio de reformas muy potentes -lo que daría un Gobierno de 169 diputados (que no es poco para gobernar en un país con sistema electoral cuasiproporcional)- opta por la abstención mirando de reojo a lo que haga el PSOE.
Rivera reivindica que haya Gobierno cuanto antes pero en lugar de comprometerse con un 'sí' opta por la abstención mirando de reojo a lo que haga el PSOE
Ciudadanos no quiere aparecer ante su electorado como un partido subalterno del PP, y por eso construye un relato que aparentemente es verídico: 'no' en primera instancia y abstención 'técnica' en la segunda votación como un acto de reivindicación patriótica, pero el líder de C`s sabe mejor que nadie que ese escenario es irreal por ausencia de votos. La verdadera presión la sufrirá el PSOE cuando se formalice un acuerdo de gobierno con 169-171 diputados, a muy pocos escaños de la mayoría absoluta.
Podemos, el partido de Pablo Iglesias, es, sin duda, el partido menos sofista. Tuvo la oportunidad de abstenerse y permitir un Gobierno PSOE-C's. No lo hizo porque en aquel momento le importaba más el 'sorpasso' que la gobernabilidad del país, y eso explica que ahora se encuentre agazapado esperando una segunda oportunidad que tuvo en su mano. Su discurso está inundado de premisas falsas, pero como también sus conclusiones lo son, la posibilidad de convencer al adversario con argumento presuntamente ciertos es muy limitada. Algo que explica sus pobres resultados electorales el 26-J.

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