Estas palabras no se acaban de pronunciar. A pesar de que serían sumamente aplicables hoy al mundo de éxodos, atentados y guerras que nos rodea, las dijo Rigoberta Menchú (Uspatán, Guatemala, 1959) en 1992 al recoger el Premio Nobel de la Paz. La quiché, que también obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 1998, sigue defendiendo este ideal allá por donde va. Da igual que el foro tenga que ver con la paz y los derechos humanos, que sea una entrevista informal o unos glamourosos premios de cine. Menchú sabe que cualquier ambiente y excusa es útil para trasladar la importancia del mensaje de igualdad y respeto entre los pueblos.
Yo salí al refugio con 22 años y ¿con qué soñaba? No con hacerme una casa ni tener una familia, quería volver a la tierra donde nací y de la que salí. Esos son los sueños que hay que apoyarPor eso, y a pesar de confesarse emocionada y nerviosa por estar en un foro que le era ajeno, Menchú se paseó por la alfombra roja de los pasados Premios Platino y habló alto y claro consciente de que la cultura, y el cine en este caso, son dos grandes aliados para expandir su mensaje. "Europa tiene que ser un santuario para los refugiados de conflictos armados, de la xenofobia, del racismo y demás controversias. Espero que Europa tenga la capacidad y la ética moral para darle a las víctimas un hogar seguro", aseguró rotunda en una entrevista con El Confidencial ante el drama de los refugiados sirios al que asiste nuestro continente.
"Ojalá Europa haga nuevas políticas públicas que dignifiquen a la gente y verdaderamente sea un santuario donde se evite la xenofobia, el racismo, la discriminación y los prejuicios. Todo eso ya lo hemos vivido nosotros cuando sufrimos conflictos armados", recordó la Nobel, porque, prosiguió, "el mundo gira al revés".
"Durante las décadas pasadas, los temas de refugiados se trataron en otras naciones del mundo menos en Europa. Se habló mucho de la migración pero solo vista como la falta de trabajo de los ciudadanos. ¿Qué es lo que busca un refugiado? Busca proteger la vida, busca seguir con sus sueños a pesar de estar fuera de su país y lo que quiere es retornar a su país. Yo salí al refugio con 22 años y ¿con qué soñaba? No con hacerme una casa ni tener una familia, quería volver a la tierra donde nací y de la que salí un día. Esos son los sueños que tienen que apoyar", añadió al ser preguntada por la escalada de radicalismo y racismo en Europa.
El cine es también un arma de paz
“El cine es un poderoso arte que debe inculcar el respeto, la concordia y la paz", dijo con aplomo al entregar el Platino a la mejor película de Educación en Valores a la brasileña ‘Que horas ela volta?’. Porque ese es el leitmotiv de Menchú: aprovechar cada foro y cada par de oídos para seguir concienciándonos con su voz tierna y amable y su aspecto entrañable de que lo que pasa en este mundo es cosa de todos. Y también, claro está, del séptimo arte.Aunque en el cine no le es tan ajeno a Menchú como dice. Con 23 años protagonizó 'Cuando las montañas tiemblan', un desgarrador documental sobre la historia de Guatemala y la persecución y opresión de su ejército sobre los indígenas mayas. De ahí que confiese sentirse cerca de los documentales, "que son testimonios vivos y memorias que nos permiten no olvidar el pasado y no repetir errores", y que subraye el poder del cine "como herramienta de educación".
"Si nuestra proyección parte del respeto, de la convivencia armónica -de la existencia en armonía como dicen los mayas- y si creamos una visión de paz, no a partir de la guerra sino a partir de una cultura, de una identidad y del diálogo, el cine es muy poderoso para captar los escenarios actuales y las necesidades humanas de convivencia", resaltó.
"La realidad de la violencia intrafamiliar, de la trata de mujeres, del 'bullying' en las escuelas y las calles, del maltratar al diferente afecta más a las mujeres. Hay una violencia brutal contra las mujeres a nivel general", señaló sobre otro de sus caballos de batalla: la igualdad de género. El problema es que "la mujer que sobresale siempre puede ser una villana pero no una guía, incluso una guía espiritual". Por eso, "la novedad de ese cine de valores está en enaltecer los valores de la sociedad conjuntamente poniendo énfasis en el rol de la mujer. Es importante que podamos ir inyectando un poquito de identidad a todo lo que creamos".
Una identidad que pasa de forma irrenunciable por una máxima que resonó alto y claro en las celebraciones del primer siglo de vida de los Nobel y que repite allá por donde va. "No hay paz si no hay justicia. No hay justicia si no hay equidad. No hay equidad si no hay desarrollo. No hay desarrollo si no hay democracia. No hay democracia si no hay respeto a la identidad y la dignidad de las culturas y de los pueblos".
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