Blog De la Calle: Ni colmillo ni galones
España es un equipo aseado que toca mucho y remata mal. Es más plural, con gente del Atlético, Valencia, Betis o Sevilla. Y más vulgar. Aparcamos el optimismo.
No parecen Malta y Noruega rivales para extraer grandes conclusiones, pero estos dos partidos dejan algunos apuntes más inquietantes que ilusionantes. Es indudable que España cuenta con una generación de jugadores respetuosos con el balón, pero también que son futbolistas sin contundencia en el área. Hijos de la posesión insulsos en el área.
De inicio, Luis Enrique sacrifica cuestiones filosóficas como el estilo apostando por el carpediem. Eso deja entrever la convocatoria de futbolistas que están en un gran momento de forma como Hermoso, Canales, Rodrigo, Mata, Bernat o Gayá. Una declaración de intenciones que invita a pensar que manda el resultado sobre una apuesta de fútbol más aspiracional. Ante Noruega quedó claro que esta España es más diagonal que vertical. Se llegó mucho, se falló tanto o más.
Y ante Malta se repitieron los síntomas. La primera media hora fue digna de los equipos de Setién: mucha posesión y pocas ocasiones ante un rival atrincherado. España solo era capaz de desequilibrar con las inteligentes apariciones de Sergi Roberto, lateral que no lo es con una visión panorámica made in La Masia. El catalán enlazó en tres ocasiones a Saúl, el otro jugador que leyó bien el partido incorporándose desde atrás para descolocar a la numantina zaga maltesa. Tres ocasiones claras tuvo el atlético, pero no estuvo fino. A lo que se sumó un testarazo tibio de Morata. Hasta que a la media hora de partido un balón largo al espacio de Hermoso permitió a Morata darle profundidad al balón y cruzar ante un Bonelo que recordó a su desafortunado padre haciendo muy poco por evitar el gol.
En esta España llama la atención de forma preocupante la pérdida de peso específico de los mediocampistas españoles en los dos grandes, Real Madrid y Barcelona. No hay internacionales españoles titulares en el centro del campo de ambos y eso ha provocado la pérdida de jerarquía de la selección en el escenario internacional. Con Rakitic, Arthur, Modric, Casemiro o Kroos gestionando la medular en el Camp Nou y en el Bernabéu, solo Busquets y el reconvertido Sergi Roberto tienen peso en sus equipos. Y sin ningún madridista en el escaparate, Marco Asensio no es el que se anunciaba en los carteles, la mirada busca a los atléticos Saúl y Rodri, que sí lucen galones en el equipo de Simeone.
Sin jerarquía en el medio, el otro problema está en las áreas. En los grandes torneos España penaliza cada error en su área y a eso suma que no tiene colmillo en la rival. Desde Villa la selección no tiene un 9 concluyente. De hecho no hay un jugador con más instinto en las áreas, en ambas, que Sergio Ramos. El de Camas es fundamental atrás y venenoso delante. Morata no es un killer pese a sus dos goles, llegando el segundo tras un magnífico centro de Navas. Pero aún más preocupante es lo de los llegadores como Saúl o Marco Asensio, que evidenciaron su tibieza.
España ganó los dos partidos, pero no enamoró en ninguno. Siendo realistas esta selección es un equipo que paga caro los errores en su área, tiene un mediocampo con más talento que categoría y un ataque sin gol. Es un equipo más aseado que competitivo. Esta nueva España ya no se gobierna desde los vestuarios del Real Madrid y Barcelona, ahora tiran del carro los futbolistas del Atlético, del Betis, el Sevilla, del Valencia... Una España más plural, pero más vulgar. Y eso no es buena noticia.
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