Bolsova, el nuevo rugido de la leona
París, 30 may (EFE).- Hace un año, Aliona Bolsova ni siquiera tenía claro si quería dedicarse al tenis. Dudaba si seguir sus estudios de historia en Estados Unidos o en España, donde con tres años había llegado con sus padres originarios de Moldavia.
La joven, de 21 años, acaba de alcanzar la tercera ronda de Roland Garros, donde encadena ya cinco triunfos, tres en la fase previa que le dieron acceso al cuadro principal y dos en este, el último frente a la rumana Sorana Cirstea por 7-6(5) y 7-6(3).
Su sueño puede prolongarse aun para la 137 del ránking, que se medirá por un puesto en octavos contra la sura Ekaterina Alexandrova, una rival asequible dado el nivel mostrado por la española.
Un nuevo triunfo le colocaría entre las 100 mejores del mundo y daría un nuevo impuso a una carrera que tardó en arrancar.
Aliona, que luce un "look" peculiar en el circuito, pelo largo, algo desaliñado y, sobre todo, un lustroso tatuaje en su brazo izquierdo, no disimula la alegría que le produce codearse con las mejores en este torneo, "un sueño para toda tenista".
"Hasta que no he acabado el ultimo punto no me lo creía, lo veía cerca pero se me escapaba. ¡Estoy eufórica!", afirmó la jugadora tras el duelo: "Es mi primer Roland Garros y ahora estoy en tercera ronda. Es increíble, estoy muy contenta, es el fruto de todos los meses de trabajo con mi equipo. Ahora tengo que seguir", señaló la jugadora, que nada más terminar el encuentro se abrazó a sus entrenadoras, Lourdes Domínguez y Ana Alcázar.
A Bolsova le cuesta todavía comportarse como una más en un mundo en el que no se suelen demostrar las emociones. Ella va a contrapelo. Ríe a carcajada limpia y grita su alegría.
Ha aprendido a controlar su temperamento en la pista, afirma, gracias a la ayuda de una psicóloga, con métodos de respiración y la visualización.
Un control que demostró en el segundo set, cuando tras dominar 5-2 vio como la rumana empataba a 6. No se desplomó. Demostró serenidad y control.
"Me dije que cuando estás contra las mejores hay que ver los partidos como algo muy largo, que no puedes venirte abajo", relató.
No es la costumbre de la casa, aunque ahora, con cierta distancia, mira atrás en su carrera.
Con 17 años, recuerda, dejó el tenis. Había acabado la selectividad y recibió una beca universitaria para estudiar en Estados Unidos. El tenis se convirtió en secundario. Primero estudio diseño artístico y luego historia, su pasión.
El año pasado volvió a empuñar la raqueta con una mentalidad profesional. Sin saber si completaría el calendario, con la intención de seguir en la universidad, de no perder comba en los estudios.
Pero llegaron los buenos resultados y el tenis, que era un juego, volvió a convertirse en un oficio.
Ahora, la joven alterna sus estudios y el tenis. "El sábado tengo examen, si me clasifico lo voy a suspender", asegura entre risas, sabedora de que la alegría de unos octavos en París valen más que un "no presentado".
Bolsova sueña, "por supuesto" con ganar un Grand Slam, pero sobre todo con ir a los Juegos Olímpicos. Le viene de familia. Sus abuelos paternos y sus padres participaron en atletismo.
"Aunque en realidad en lo que me centro es en ser la mejor jugadora posible", asegura.
Llegó a España con 3 años junto a sus padres y apenas tiene recuerdos de su país natal, donde solo ha vuelto una vez y, asegura, "había mucha nieve".
Aunque no le gusta mucho hablar de ella, está empezando a acostumbrarse a responder preguntas sobre el vistoso tatuaje de su brazo: "Me dijeron que me tatuara un león, pero es una leona. Por un lado, porque se parece a mi nombre, Aliona. Por otro, por un guiño feminista. La leona, que es la que cuida las crías y busca la comida".
Por el momento, en la tercera ronda de París tendrá otras dos compatriotas, Garbiñe Muguruza y Carla Suárez, tres representantes españolas, un número que no había desde 2014.
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