domingo, 2 de marzo de 2025
Hablando de la Ola reaccionaria...RECOMENDADO
Condones para terroristas. Idiotas, imbéciles, débiles mentales.
Mazón es un cadáver político y tiene pinta de delincuente confeso, sin el eximente de ser novio de Ayuso.
Por
Enrique Del Teso
1 marzo 2025
Carlos Mazón. Foto: EFE
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Enrique Del Teso
Enrique Del Teso
Es filólogo y profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu. Su último libro es "La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella" (Trea, 2022).
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Yo libré la mili, así se decía entonces. El servicio militar era obligatorio, pero yo era miope y no servía para el ejército. Cuando solicité la exención, recibí una citación para examinar «mi defecto físico». Me sonreí. Que me llamen defectuoso, pero yo no voy a la mili. Ahora parece que Milei quiere que los argentinos con determinadas discapacidades solo puedan recibir su pensión de invalidez reconociéndose idiotas, imbéciles o débiles mentales. A mí me compensó pasar un par de horas como defectuoso y no hacer la mili. Seguro que a los argentinos les compensa ser insultados en una oficina y conseguir su pensión. A mí también me compensaría recibir un escupitajo cada mes, si fuera obligatorio para cobrar mi sueldo. La convivencia y el estado de derecho no se tejen dando por buena cada arbitrariedad que cada uno soportaría para evitar un mal mayor. Lo de Milei tiene otra dimensión.
La corriente reaccionaria se toma muy en serio el lenguaje, en dos frentes: el de la mentira y el de la guerra cultural. Es lógica la mentira, porque los ultras tienen que conseguir que los apoye la mayoría social a la que quieren perjudicar. Es decir, tienen que conseguir que una mayoría vote contra sus intereses. Esto se consigue en parte mintiendo (los impuestos se los queda el Gobierno, hay okupas haciéndose con casas ajenas, sufrimos una invasión migratoria), pero en parte se consigue también logrando que la gente considere secundarios sus intereses ante una urgencia mayor (España se rompe, las calles son un caos), o que sus intereses son secundarios ante un picor irresistible que necesita ser rascado (algunos tendrán más ansia de que Sánchez vaya a la cárcel que de tener médico y a otros les irrita más que Irene Montero pueda estar en el Gobierno que quedarse sin jubilación).
Zelenski y Trump en la Casa Blanca.
La mentira no siempre busca engañar y no siempre se desmonta con la verdad. Los bulos y disparates de los fachas no son locuras, tienen método. La infantería ultra es simiesca, pero los estrategas no. Comparen el efecto del disparate de Trump de que la USAID (la oficina para el desarrollo internacional) se gastó 50 millones de dólares en condones para Hamás, con las trolas de Mazón. Parece más delirante la mentira con que Trump quiere justificar el cierre de la USAID que las mentiras con las que Mazón pretende escabullirse de la dana. Mazón es un cadáver político (con la cara de enterrador que tiene Feijóo) y tiene pinta de delincuente confeso, sin el eximente de ser novio de Ayuso. Ni las mentiras de Trump ni las de Mazón se las cree nadie. Pero las de Trump, sin engañar, son eficaces como propaganda y como imagen pública, mientras que las de Mazón sonrojan hasta a los periodistas más palmeros de su partido. Las mentiras de Trump son grotescas, pero tienen cuatro utilidades. Primero, son afirmaciones contundentes que confirman emociones negativas intensas (los funcionarios no hacen nada, hay que cerrar costosas oficinas inútiles, los burócratas no dejan gobernar al líder). Lo que encaja con estados emocionales se acepta mejor que lo que encaja con los hechos. Segundo, ese encaje con el estado emocional sirve, además, para fortalecer el vínculo grupal y el simbolismo del líder. Tercero, los movimientos impulsados por la furia y el odio se sostienen sobre la acción, más que sobre convencimientos abstractos. Gritar que se gastan millones de dólares en condones para terroristas es incitativo y desgarrado, es un grito de combate que convierte la política en un videojuego para gente embrutecida. Son mentiras tácticas convenientes. ¿Quién va a pensar en la educación mientras las oficinas públicas tiran el dinero en condones para terroristas y los inmigrantes se comen tu mascota? Las mentiras de Mazón, cuando sirven, es solo a plazo inmediato, porque solo funcionan si engañan y no pueden engañar. El PP ya debería tener experiencia de esto. Mazón es un zombi patético arrastrándose para llegar a arañar una pensión y mantener un aforamiento que lo proteja de su actuación criminal. Y cuarto, aunque los disparates ultras no engañen (¿en serio cree alguien que Podemos fue financiado por Irán?), aturden, desquician el ambiente con ruido y consiguen que la gente no crea nada. El famoso cogito, ergo sum de Descartes surge de su duda sobre la fiabilidad del conocimiento. ¿Cómo estar seguros de que un diablo malvado y no un Dios bondadoso es quien nos hace ver el mundo como lo vemos? ¿Cómo saber que no estamos en Matrix, soñando el mundo? Muy profundo. Pero lo cierto es que la densidad de bulos y su reverberación en las redes sociales y digitales ultras hace difícil a la gente fiarse de nada. Ese estado de descreimiento sin principios es la base de la barbarie de las distopías fascistas.
Rocío Aguirre, diputada de Vox.
El otro frente lingüístico es el de la guerra cultural. Mujeres, homosexuales, razas minoritarias, discapacitados, pobres, ancianos, …, fueron, como mínimo, burbujas invisibles en nuestras sociedades. Como mínimo. Fueron normales las expresiones que deshumanizaban a esas burbujas. La ampliación de derechos sociales afectó al lenguaje, a modificar expresiones afrentosas o insensibles. Esto provocó choques, como se provocan siempre que te dicen que tienes una mala costumbre. Yo me crie con conguitos y nunca reparé en el estereotipo burlón que tenía el nombre y la imagen, hasta que alguien lo dijo. Y ahí puedes aceptarlo o enfurruñarte y encastillarte. Hubo roces con eufemismos que sustituyen a palabras que la mayoría no percibe como insultos. Negro, tullido o lisiado no son palabras que figuren en el diccionario como peyorativas. Pero tantas veces oí tullido o lisiado como despectivos, que si perdiera un miembro o tuviera una lesión, preferiría que me llamaran de otra forma. En asturiano palmesu o palmesiu significa que tienes pies planos. Pero era el insulto enfurecido que largábamos al que fallaba un gol o perdía el balón y también al que jugaba mal al fútbol. Yo preferiría decir que tengo pies planos a decir que soy palmesu. Para mí negro puede ser una forma aséptica de referirme a la raza de alguien, pero no tengo en los oídos todas las veces que alguien de esa raza oyó esa palabra como una expresión de odio. Más roce. Y no hay movimiento social de ningún tipo que no derrape en alguna curva, que no genere excesos y tonterías. El cuidado con el lenguaje fue parte de la ampliación de derechos, pero tuvo, tiene, debilidades conocidas (eufemismos fuera de lugar, corrección política como distintivo social de quien habla, exceso de celo normativo). Pero de suyo la corrección fue parte la ampliación de derechos. Dejar de referirse a las mujeres como casposos de sol y sombra y puticlub era parte del avance en la igualdad.
La tracción de los ultras es el odio, incluido y en primer lugar hacia sus adversarios, los progres de toda condición. «Sueño el día que podamos llegar con la motosierra y ver sus caras», dijo desde la bancada de Vox Rocío Aguirre (sí, hermana de quien estás pensando). Hay que sembrar odio al progre, al estudiado, a Sánchez, a los sindicatos, para que verles la cara sea una apetencia más intensa que los derechos propios. Por eso, los ultras con el lenguaje son directamente groseros y provocadores. Milei no está interesado en llamar imbécil a un discapacitado, pero sí en ofender y provocar a los progresistas y, una vez más, hacer que su infantería simiesca se sienta en acción. Y consigue, él, Trump y los demás que llegan al poder, un efecto de fractura en sus rivales. Desde el principio de los tiempos hubo una izquierda que percibió la lucha por la igualdad o los derechos de homosexuales como distracciones que perjudicaban la lucha de clases. Lo primero que dijo Trump fue: aquí hay dos sexos. Bien elegido. Menuda turba de izquierdistas bufó contra otras turbas izquierdistas con lo de ya lo decía yo, ahí tenéis por qué ganó. Guerra cultural y un botín habitual: la izquierda que pone la trinchera contra otra izquierda, la izquierda que afirma purismos y movilización en lo que la diferencia de otra izquierda equivocada. A ver si las groserías y los desvaríos fachas ayudan a la izquierda a poner el foco en lo esencial y deja de mirarse al espejo.
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