sábado, 13 de junio de 2009

Los ojitos de Google.

Cada día más dudas.

¡Heil Google! El buscador, ¿es la amenaza totalitaria del Siglo XXI?
@S. McCoy - 13/06/2009

“¿Cuál es la materia prima más ubicua y barata? La información. ¿Y qué es realmente escaso? La capacidad analítica para hacer uso de ella.” Suplir esa deficiencia se ha convertido en el principio básico que alimenta la actividad cotidiana de Google, compañía fundada por Larry Page y Sergei Brin hace poco más de diez años, como nos recuerda Steven Levy en la imprescindible apertura de la revista Wired de este mes. Un artículo extraordinario que entra en las tripas del modelo de negocio de la firma, un modo económico de actuar caracterizado, a nivel macro, no por trabajar en un mercado global sino por ser parte sustancial de ese mercado con una cuota del 60% en búsquedas de Internet y, a nivel compañía, por haber implantado, gracias a ese volumen, un sistema de subastas que, a día de hoy, rinde beneficios a la compañía, satisface al anunciante y se ha convertido, en muchos casos, imprescindible fuente de ingresos para el medio que lo recoge.
Si la información es poder y el poder capacidad de hacer que las cosas cambien, Google se ha convertido, por mor de su hegemónica posición, en una suerte de Gran Hermano del siglo XXI que todo lo conoce y todo controla. Probablemente, las ramas no nos dejan ver el bosque de lo que está ocurriendo, de la enorme cuota de intimidad que estamos delegando en sus informáticos. Pero, a través de las búsquedas de los usuarios, y de los resultados de sus posicionamientos publicitarios, la firma tecnológica es capaz de conocer perfectamente qué es lo que está o no candente en la sociedad de forma segmentada por regiones y/o países, dónde radica el interés de la ciudadanía, de anticipar tendencias, de promover si quisiera cambios económicos o sociales únicamente en virtud de una modificación en la prelación que se deriva de sus algoritmos e incluso tendría la potesdad, de ese mismo modo, de hundir o ensalzar compañías, industrias, países completos a golpe de click.
Alguno puede pensar que se trata de un pensamiento exagerado. Puede que tengan razón. Pero lo cierto es que si nuestra vida cada día es más cibernética e interactiva, a día de hoy nuestra existencia es cada vez más Google, en tanto en cuanto no aparezca un sistema de búsqueda más avanzado o una innovación que limite el poder que ahora mismo atesora la compañía. Un saco de conocimiento inmenso que se ha visto reforzado por intrusiones sucesivas a la intimidad envueltas en forma de servicios de acceso voluntario como es la propia Google Earth, qué lugares interesan, o el Google Latitude que permite replicar patrones de comportamiento de los usuarios que se den de alta. No se trata de ya de qué buscamos, y por tanto de en qué estamos pensando, qué nos apetece, cuál es nuestra preocupación, lo que no deja de ser una revelación de la propia intimidad, sino de qué hacemos, dónde estamos, qué lugar nos gustaría conocer, etcétera. Un salto cualitativo de frontera difusa pero de enorme trascendencia.
Un poder que, como señalábamos al principio, no es sólo social sino fundamentalmente económico, elemento determinante en la transformación de una sociedad y en el nacimiento y consolidación de una determinada cultura. Desde ese punto de vista, Google está llamado a jugar un papel esencial en el futuro de determinados sectores de actividad, si es que no lo está haciendo ya. Ejemplo paradigmático sería el de los medios de comunicación y su lucha entre la canibalización de su información y la necesidad de sus aportaciones de tráfico y recursos. Un conflicto que se queda, no obstante, en la mera utilidad como buscador pero que no va más allá. La capacidad de analizar datos y de obtener rentabilidad a través de ellos supone un avance adicional que afecta prácticamente a todas las industrias. El sistema de subastas de la compañía ha establecido un modelo interno de funcionamiento que puede convertirse, como apunta Levy, en un paradigma del proceso de desintermediación comercial que la urgente demanda de productividad y competitividad derivada de la crisis terminará por imponer.
Desde ese punto de vista el valor de la compañía es, se trata de una exageración, incalculable ya que salta la frontera que otros gigantes no han podido superar jamás como consecuencia, precisamente, del entorno cuasi ilimitado en el que trabaja: Internet. El peligro de las redes sociales elevado a un exponente elevado. Las primeras pueden conducir a conflictos individuales; Google tiene capacidad de generar, otra cosa es que no lo haga, movimientos globales. El problema es que no hay alternativa. Mejor dicho, la opción pasa por la creación de alter egos que lleguen a tener el mismo ratio de control de nuestras vidas que la propia Google, cuya utilidad primera y principal no es discutible, así como su impacto inicial en la mejora de la sociedad. Menudo panorama. Las profecías de hace 60 años de George Orwell no contaban con la Red. Y es precisamente el universo digital el que puede favorecer que sus peores pronósticos se conviertan en realidad. ¿Decir que Google es la mayor amenaza totalitaria para el planeta desde Hitler o Stalin es disparatado? Bueno, puede que no tanto. Enriquézcannos con su opinión.

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