lunes, 31 de mayo de 2010

Visiones sobre Europa

Vicente Benedito

Hay que refundar Europa

@Vicente Benedito - 31/05/2010 06:00h

En mis artículos publicados por El Confidencial los días 18 y 27 de mayo hablaba de las reformas que hay que llevar a cabo para atajar la crisis, y de las causas que pueden llevar a la irrelevancia política y económica de Occidente y, en particular, de Europa. Pues bien, en éste voy a ocuparme de cómo evitar esa decadencia, lo cual pasa necesariamente por la refundación de Europa, asunto que a su vez pasa por el restablecimiento de los valores de la sociedad occidental. Y es que, efectivamente, nos encontramos ante una doble crisis de valores y de instituciones.

Crisis de valores

En mi opinión, Europa padece una crisis de valores que está en el origen de su actual decadencia. Conceptos como la honradez, el trabajo, el mérito o el esfuerzo, suenan como rimbombantes y, al mismo tiempo, arcaicos para muchas personas, especialmente para los más jóvenes. Frente a estas ideas, claves del progreso de Occidente, hoy se imponen conceptos como el pragmatismo y el relativismo práctico.

Frente a esta forma de pensar en Occidente, nos encontramos con un Oriente donde la semilla de Confucio y su idea del “orden equilibrado” insuflan en el individuo una serie de valores basados en la sociedad, y en los que el trabajo y el esfuerzo siguen siendo claves. Recordemos la máxima: ”Dijo el Maestro: el hombre superior se exige todo a sí mismo; el hombre vulgar lo espera todo de los demás”.

Si queremos evitar la irrelevancia de Europa tenemos que preocuparnos por resucitar los valores que han formado parte de su esencia de siglos. Para ello, aspectos como la educación y los medios de comunicación son esenciales. Hay que trasladar desde la sociedad a los más jóvenes, empezando por la familia y continuando por los colegios y la universidad, que la vida es trabajo y esfuerzo, y que ello es compatible con la meta de la felicidad, como proclama tan acertadamente la constitución americana. Pero ambos son indisolubles: no hay felicidad sin trabajo y esfuerzo. Con ello evitaremos que un porcentaje muy importante de jóvenes quieran ser sólo famosos, funcionarios o especuladores, o algo mucho peor, subvencionados de por vida por “papá Estado”. Y así empezaremos a tener más gente deseosa de participar en la vida empresarial, gente dispuesta a constituir empresas, crear negocios, asumir riesgos y generar actividad económica, iniciativas para las que se requiere imaginación, habilidad para innovar, capacidad de sacrificio, dotes de organización, liderazgo, dinamismo y comunicación.

Crisis de Instituciones

La crisis de valores nos lleva a otra crisis que, en mi opinión, está también en el origen de la crisis económica. Cuando quienes acceden a las cúpulas de las instituciones –la clase política-están imbuidos de los conceptos de pragmatismo, relativismo moral y laxitud, pasan cosas como estas:

1. Los grandes principios del Derecho quedan sometidos a los intereses cortoplacistas de la sociedad y de sus clases dirigentes. Es decir, el Estado deja de ser un Estado de Derecho (concepto clave en Occidente, que nos permitió pasar de la condición de siervos a la de ciudadanos con derechos, sometidos todos por igual al imperio de la Ley).

2. En el mismo sentido, la separación de poderes pasa a ser un concepto anticuado si tal separación se convierte en un obstáculo para el desarrollo de un programa político dirigido por un líder que “sale” de la voluntad popular. No se puede aceptar que el Poder Político domine sobre el Legislativo y el Judicial, una situación que pone en entredicho otro de los principios fundamentales de Occidente: la separación de poderes como medio para evitar la arbitrariedad y como instrumento del control sobre la clase dirigente. Recordemos que otro principio fundamental de Occidente es la necesidad de controlar permanentemente a quienes nos dirigen. Precisamente para eso se crearon instituciones independientes que han sufrido también el mismo destino que el poder Legislativo y Judicial: su pleno sometimiento al poder Político.

3. Como consecuencia de todo lo anterior, el incumplimiento de determinadas leyes de contenido económico no lleva aparejado ningún castigo. Se argumenta que la voluntad popular, expresada a través de la clase política, está legitimada para tomar decisiones en contra de determinadas leyes, que no pueden ser un obstáculo para la puesta en práctica del programa político elegido por las urnas.

4. Si el incumplimiento de las leyes presupuestarias no tiene ninguna consecuencia y los políticos se imponen como objetivo ganar las elecciones –que es lo pragmático–, entonces los políticos pueden gastar más y endeudarse hasta las cejas para ofrecer a los votantes subvenciones, viajes gratis, fiestas populares suntuosas, edificios “emblemáticos” que provocan admiración… Todo con l avista puesta en mantener contenta a la masa de votantes y conseguir un objetivo práctico: volver a ganar las elecciones, aunque se dispare el gasto público y el déficit crezca incontrolado.

Por estas razones creo que es necesario volver a recuperar la esencia de las instituciones. Y vuelvo a conectar con la idea motriz del artículo: la tarea de refundar Europa nos brinda la oportunidad de recuperar los valores y las instituciones que han formado parte de la esencia de Occidente. Tenemos que imponernos la vuelta a unos valores sólidos y a instituciones vigorosas que nos permitan competir en un nuevo escenario mundial en el que China y la India han dejado de ser los países colonizados o esclavizados de antaño para llamar con fuerza a las puertas de un futuro globalizado que ya está aquí y que antes se repartían en exclusiva EE.UU. y Europa.

El escenario mundial ha cambiado, cuestión que es fundamental aceptar para interiorizar los cambios que son necesarios para convivir en este nuevo escenario. Hemos pasado de un mundo colonial dominado por el Reino Unido, Francia, Alemania, y después EE.UU., a un mundo multipolar, con India, China, Brasil México, Turquía, y otros países. Lo cual nos lleva a la necesidad imperiosa de aceptar, en mi opinión, dos cosas:

1) Que sólo Europa tiene sitio en ese nuevo escenario. Las naciones emergentes son tan grandes, tan potentes, que los países europeos por si solos no tienen nada que decir y hacer en esa nueva mesa. Sólo Europa en su conjunto podrá tener peso en ese nuevo escenario. Por tanto, es fundamental aparcar los intereses particulares de cada país, que siguen dominando gran parte de la acción política de las instituciones europeas, para avanzar hacia la creación de instituciones supranacionales que sienten las bases de una Europa unida, capaz de avanzar paralelamente, tanto en el plano político como en el económico, hacia la integración.

2) Que es necesario un nuevo marco jurídico internacional al servicio de un Gobierno Mundial capaz de, en un mundo globalizado y permanentemente conectado (a través de Internet), poner límites, perseguir y castigar determinadas conductas y acciones de países, organizaciones terroristas e instituciones privadas dispuestas a poner en peligro la vida y el bienestar de millones de seres humanos que no viven ya en naciones fortificadas y territorialmente separadas, sino en una única “Aldea global”. Y entre las funciones de ese Gobierno Mundial tiene que figurar la aspiración a una Justicia Universal. Esto supone aceptar que Occidente no va a ser nunca más hegemónico, lo cual constituye un paso fundamental. Occidente tiene que aprender a mirar al resto del mundo con otros ojos: ya no puede pretender seguir imponiendo su criterio al resto del mundo como antaño, mediante el estrangulamiento económico (por ejemplo imponiendo aranceles a los productos de los países terceros y subvencionando a los agricultores y ganaderos propios) y la manipulación de las clases políticas títeres y corruptas de países en vías de desarrollo.

Nuevamente conecto con la idea de Francisco de Vitoria, cuando proponía la idea de una comunidad de todos los pueblos fundada e

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