La austeridad no es la única valla en Europa
Por STEPHEN FIDLER
En Europa se sigue discutiendo si los gobiernos
deberían flexibilizar sus presupuestos para estimular el crecimiento.
Pero algunos analistas sostienen que este debate está desviando la
atención de algo más importante que bloquea la recuperación de las
economías de la región: el maltrecho sector financiero del continente.
António Borges, un ex director europeo del Fondo Monetario Internacional que ahora es profesor de la Escuela de Negocios y Economía Católica Lisbon, sostiene que debatir los méritos de las políticas de austeridad es no entender el problema.
En la mayor parte de Europa, señala, los gobiernos no tienen margen para realizar una política fiscal expansiva porque en el mercado no hay apetito para más deuda gubernamental. "Todo el debate sobre la austeridad está fuera de lugar; lo que está desacelerando el crecimiento en Europa es la falta de crédito", afirmó Borges en una conferencia esta semana en Bruselas, organizada por el centro de estudios italiano European House-Ambrosetti.
El crédito para financiar nuevas inversiones es escaso en parte debido a la incertidumbre sobre la recuperación económica de la región. Pero hay un motivo más de fondo: muchos de los bancos del continente no están en condiciones de prestar dinero.
Los bancos dominan las finanzas en Europa, en especial en las atribuladas economías del sur del continente. Alrededor de 85% de los activos financieros en Italia, 87% en España y 96% en Grecia están en manos de bancos y otras instituciones de crédito, comparado con menos de 30% en Estados Unidos. Por lo tanto, cuando los bancos no prestan, las economías europeas no crecen.
Analistas señalan que los errores cometidos por los gobiernos europeos han restringido el crédito.
En 2008, asumieron que sus bancos no habían sido demasiado afectados por una crisis desatada en EE.UU. Cuando esto resultó no ser cierto, no llevaron a cabo "pruebas de resistencia" creíbles para evaluar las necesidades de capital de los bancos.
Algunos bancos fueron recapitalizados por los gobiernos, que inyectaron el mínimo de capital. Los bancos que recibieron la orden de apuntalar sus relaciones de capital no lo hicieron mediante la emisión de nuevas acciones, sino desprendiéndose de activos. Los préstamos a empresas privadas no financieras alcanzaron su máximo en 2009 y han caído todos los años desde entonces.
Los gobiernos de la zona euro evalúan nuevamente una revisión de la calidad de los activos de los bancos para asegurarse de que gozan de buena salud cuando queden bajo la órbita del supervisor del Banco Central Europeo el año próximo.
Pero eso tampoco será creíble a no ser que el mercado se convenza de que se trata de un ejercicio honesto. Eso dependerá en parte de que haya fondos disponibles para recapitalizar a los bancos que lo necesitan —incluso por parte de gobiernos que tienen un acceso limitado a fuentes de financiación— y de que los que están en las peores condiciones sean cerrados.
En algunos casos, los reguladores de bancos nacionales han agravado la situación, indicó Borges. En su empeño por evitar que los bancos nacionales hagan apuestas riesgosas en el exterior, los han alentado a quedarse en casa. Estas medidas han impedido que los bancos de las principales economías de la región obtengan retornos generosos prestádoles a empresas que necesitan crédito en Italia y otros países de la periferia.
Los fondos se están quedando en Alemania y otras economías "seguras", un motivo por el que la abundante provisión de crédito del BCE a los bancos no está beneficiando al sur de Europa.
No sólo las políticas oficiales obstaculizaron los préstamos bancarios, sino que también restringieron una salida: los mercados financieros.
El patrimonio financiero de los europeos como porcentaje de sus ingresos disponibles —una medida de la capacidad de una economía para sostener un mercado de capitales— es comparable al de los estadounidenses. Pero las autoridades europeas han limitado el desarrollo de fondos de cobertura y de private equity, han tomado medidas para limitar las ventas al descubierto y regulado derivados y bolsas.
Eso fue en nombre de aumentar la transparencia y limitar los abusos, pero Borges sostiene que han dificultado el desarrollo del mercado de capitales. "Creo que hay un prejuicio contra las finanzas modernas en Europa", indicó.
António Borges, un ex director europeo del Fondo Monetario Internacional que ahora es profesor de la Escuela de Negocios y Economía Católica Lisbon, sostiene que debatir los méritos de las políticas de austeridad es no entender el problema.
En la mayor parte de Europa, señala, los gobiernos no tienen margen para realizar una política fiscal expansiva porque en el mercado no hay apetito para más deuda gubernamental. "Todo el debate sobre la austeridad está fuera de lugar; lo que está desacelerando el crecimiento en Europa es la falta de crédito", afirmó Borges en una conferencia esta semana en Bruselas, organizada por el centro de estudios italiano European House-Ambrosetti.
El crédito para financiar nuevas inversiones es escaso en parte debido a la incertidumbre sobre la recuperación económica de la región. Pero hay un motivo más de fondo: muchos de los bancos del continente no están en condiciones de prestar dinero.
Los bancos dominan las finanzas en Europa, en especial en las atribuladas economías del sur del continente. Alrededor de 85% de los activos financieros en Italia, 87% en España y 96% en Grecia están en manos de bancos y otras instituciones de crédito, comparado con menos de 30% en Estados Unidos. Por lo tanto, cuando los bancos no prestan, las economías europeas no crecen.
Analistas señalan que los errores cometidos por los gobiernos europeos han restringido el crédito.
En 2008, asumieron que sus bancos no habían sido demasiado afectados por una crisis desatada en EE.UU. Cuando esto resultó no ser cierto, no llevaron a cabo "pruebas de resistencia" creíbles para evaluar las necesidades de capital de los bancos.
Algunos bancos fueron recapitalizados por los gobiernos, que inyectaron el mínimo de capital. Los bancos que recibieron la orden de apuntalar sus relaciones de capital no lo hicieron mediante la emisión de nuevas acciones, sino desprendiéndose de activos. Los préstamos a empresas privadas no financieras alcanzaron su máximo en 2009 y han caído todos los años desde entonces.
Los gobiernos de la zona euro evalúan nuevamente una revisión de la calidad de los activos de los bancos para asegurarse de que gozan de buena salud cuando queden bajo la órbita del supervisor del Banco Central Europeo el año próximo.
Pero eso tampoco será creíble a no ser que el mercado se convenza de que se trata de un ejercicio honesto. Eso dependerá en parte de que haya fondos disponibles para recapitalizar a los bancos que lo necesitan —incluso por parte de gobiernos que tienen un acceso limitado a fuentes de financiación— y de que los que están en las peores condiciones sean cerrados.
En algunos casos, los reguladores de bancos nacionales han agravado la situación, indicó Borges. En su empeño por evitar que los bancos nacionales hagan apuestas riesgosas en el exterior, los han alentado a quedarse en casa. Estas medidas han impedido que los bancos de las principales economías de la región obtengan retornos generosos prestádoles a empresas que necesitan crédito en Italia y otros países de la periferia.
Los fondos se están quedando en Alemania y otras economías "seguras", un motivo por el que la abundante provisión de crédito del BCE a los bancos no está beneficiando al sur de Europa.
No sólo las políticas oficiales obstaculizaron los préstamos bancarios, sino que también restringieron una salida: los mercados financieros.
El patrimonio financiero de los europeos como porcentaje de sus ingresos disponibles —una medida de la capacidad de una economía para sostener un mercado de capitales— es comparable al de los estadounidenses. Pero las autoridades europeas han limitado el desarrollo de fondos de cobertura y de private equity, han tomado medidas para limitar las ventas al descubierto y regulado derivados y bolsas.
Eso fue en nombre de aumentar la transparencia y limitar los abusos, pero Borges sostiene que han dificultado el desarrollo del mercado de capitales. "Creo que hay un prejuicio contra las finanzas modernas en Europa", indicó.
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