Ópera en medio de la tempestad
DANIEL VERDÚ Valencia 12 JUN 2013 - 22:05 CET
Valencia quiso su teatro de ópera. Y lo tuvo. Valencia luchó por convertirlo en el número uno en España y un referente en Europa en poco tiempo. Y en gran parte, lo consiguió. Hoy, todo ese esfuerzo, que sigue dando frutos pese a la penuria económica, pende de un hilo. La caída a la mitad del presupuesto, la espada de Damocles de un ERE que planea sobre los 300 empleados, la fuga de talento musical con la disminución de la plantilla de la orquesta y la reducción del número de títulos (se ha pasado de 13 en 2009 a cinco este año) amenazan el proyecto.
La propuesta artística que cobija el excesivo edificio de Santiago Calatrava (478 millones de euros) contó con dos elementos fundamentales: una economía boyante en el momento de su inauguración en 2005 y un presidente de la Generalitat (Francisco Camps) dispuesto a poner todo el dinero que la Administración central se negó a desembolsar inicialmente. A golpe de talonario y con la destreza de Helga Schmidt, su intendente, Lorin Maazel (4,5 millones de euros en tres años) y Zubin Mehta (2,5 millones en el mismo tiempo) construyeron una formidable orquesta —para muchos la mejor de España— en tiempo récord. La calidad de las producciones escénicas llegó a cotas de excelencia con montajes como El anillo de La Fura dels Baus en 2008-2009, justo en el momento de máximo esplendor económico del teatro. A pesar de la crisis actual, la apuesta decidida por la excelencia sigue dando sus frutos.
El mejor ejemplo para ilustrar esta situación es el gran éxito de Otello (la última de las cuatro funciones, agotadas las entradas, se representa el domingo). El montaje, dirigido por el italiano Davide Livermore y en el foso por Zubin Mehta, parte de un concepto artístico congruente y equilibrado. Sobrio y solvente, despliega un gran número de ideas y matices en los segundos planos. Posee grandes hallazgos, como la escena del mar y la llegada de Otello (con proyecciones audiovisuales sobre finas cortinas de flecos) o el minimalismo en la entrada de Desdémona en un jardín que podría evocar la estética de Madame Butterfly. El reparto resulta muy equilibrado y bien perfilado (Gregory Kunde, Maria Agresta, Carlos Álvarez). Todo ello fundamentado sobre el gran pilar de este teatro: una orquesta de alto nivel (brillantes solistas, con un ataque espectacular capaz de desatar el fuego verdiano). El público ha respondido de manera espectacular con interminables ovaciones al equipo artístico y musical. Pero, de seguir así la situación económica, ¿hasta cuándo es sostenible este proyecto?
La situación es la siguiente. Este año, con la mitad de presupuesto que en 2012 (la propia intendente también cobra un 50% menos: unos 60.000 euros más dietas) y en pleno bicentenario de Wagner, el Palau no ha podido ni reponer su propia producción de El anillo (que había costado 880.000 euros y estaba amortizada con su alquiler en Houston y La Maestranza). La orquesta tiene 54 músicos fijos (tuvo 61), ampliables hasta una plantilla de 92 con refuerzos. Mantiene su alto nivel, pero muchos intérpretes han emigrado y solo 35 forman parte del equipo seleccionado originalmente por Maazel. No hay presupuesto para nuevas audiciones. A Zubin Mehta, muy implicado en el proyecto desde el comienzo —le acaba de arrancar el compromiso al presidente Alberto Fabra de no rebajar ni un euro más la asignación presupuestaria—, no le parece grave. “Se han quedado los buenos. Los principales. Esta orquesta es sin duda una de las mejores de Europa”.
Todo ya no se puede tener. El público, que ha acudido en masa a ver esteOtello (fuera de abono), rebaja su interés cuando desaparecen los grandes nombres del cartel. Así que Schmidt ha optado por reducir el número de funciones y títulos. “Solo me interesa hacer las cosas si tienen una calidad muy alta. Si debo reducir el número de funciones, lo hago. Pero nunca la calidad. Decidimos hacer este Otello en casa sabiendo que costaría mucho trabajo. Pero tuvo una armonía estupenda desde el principio. Ha habido una gran solidaridad. Si trabajas así puedes obtener mucho más”, explica la intendente.
La fórmula para el futuro es sencilla. Combinar estrellas con jóvenes cantantes. Muchos salidos del programa de perfeccionamiento de Plácido Domingo y El Palau. Pocos títulos y gran repertorio. Incluso algún musical como Los miserables, que aterriza en diciembre. Sin dinero, no hay experimentos. Schmidt cree que difícilmente pueden hacerse hoy óperas wagnerianas en estas condiciones. “En un futuro deberá existir la posibilidad de autofinanciarse con los ingresos de taquilla. Eso solo se puede hacer con óperas populares (traviatas, bohèmes…)”. Habrá que tirar del fondo de armario y lograr unos patrocinios que, sin una nueva ley, andan a la fuga.
El Palau de les Arts fue un empeño de la Generalitat Valenciana. El Ministerio de Cultura, primero con el posible recelo del PSOE y hasta ahora con la indiferencia del PP, no se había implicado ni institucional ni económicamente. Nunca les pareció necesario un nuevo teatro de ópera. Su aportación máxima fue de 1,5 millones en 2008 y hoy ha descendido hasta 423.000 euros. Cultura entrará en el Patronato finalmente y se espera un aumento de su aportación. “Siempre nos ha tratado quitándonos un cero. Es una lástima, pero vamos a ver si mejora”, señala la intendente en referencia a los más de ocho millones asignados al Real y al Liceo.
Mehta también critica los agravios periféricos. El director indio considera que la institución no ha vivido por encima de sus posibilidades. Tampoco cree que haya reventado cachés, crítica frecuente desde teatros de la competencia. “El Palau recibía una cierta cantidad de dinero con la que hizo grandes temporadas. No es que estuviera en una burbuja, lo estaba Valencia. En una buena burbuja: la copa América, la fórmula 1... Sin ese dinero no hubiéramos podido hacer cosas como la Tetralogía de La Fura”. ¿Y lo que cobran los cantantes? ¿Y los directores? “Ya nos hemos bajado los honorarios. Dos años atrás, yo lo hice en más de un 10%, y los cantantes son muy razonables. Algunos no quieren venir, pero hay muchos más”. Su sueldo este año no ha sido revelado por el Palau. Eso sí, denuncia que, pese a haber un pacto entre los principales teatros para poner un límite en los cachés, “hay algunos intendentes que lo dan por debajo de la mesa”.
El año que viene volverá a dirigir el Festival del Mediterrani e inaugurará la temporada con La traviata. Tiene claro que el proyecto no puede adelgazar más: “Si el Gobierno no puede mantenerlo, que le den al pueblo la oportunidad de hacerlo con una buena ley de mecenazgo”.
Valencia, una ciudad de nula historia en la escena operística europea, construyó al final su gran teatro de ópera. La incógnita hoy es cómo podrá mantenerlo.
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