Obama se busca la vida para seguir espiándonos
Mercedes Gallego
Defiende la recolección de información, aunque propone que sea otro organismo por definir el que guarde la metadata de las llamadas
Flanqueado por seis enormes banderas de EE UU, Barack Obama confesó ayer que llegó al poder con «un escepticismo sano» hacia los programas de vigilancia del gobierno, que en los años 60 se utilizaron para espiar a gente como Martin Luther King, «sin el cual yo no estaría donde estoy hoy», reconoció en el esperado discurso. Pero tan pronto como se convirtió en presidente y ordenó a sus abogados y a su equipo de seguridad nacional revisar esos programas, se transformó en un creyente convencido.
Que nadie se haga ilusiones. Obama no piensa ordenar a su gobierno que deje de espiar masivamente las llamadas de millones de estadounidenses y ciudadanos de todo el mundo, sólo quiere limitar el tiempo que se guarda esa información y dónde se almacena, entre otras medidas cosméticas por concretar, que necesitarán la aprobación del Congreso. «Nada en esa revisión inicial, nada que haya sabido yo desde entonces, indica que nuestra comunidad de inteligencia haya violado la ley o se tome a la ligera las libertades civiles de los ciudadanos».
La mayor parte del discurso de 45 minutos estuvo dedicado a defender el trabajo de los miembros de la comunidad de inteligencia, «que también tienen cuentas bancarias e hijos en Facebook», recordó. Sobre ellos dijo que cae la gran responsabilidad que el país puso tras el 11-S de aumentar su capacidad para prevenir otro ataque. «Saben que si ocurre otro 11-S o un ciberataque masivo, el Congreso y los medios de comunicación les preguntarán por qué no han sido capaces de conectar las pistas».
El mandatario advirtió que Estados Unidos «no se disculpará simplemente porque nuestros servicios sean más eficaces», pero aceptó implícitamente que se ha excedido en determinados aspectos, como pinchar el teléfono personal de la canciller alemana Angela Merkel. «Dada la comprensible atención que eso ha tenido, le he dejado claro a la comunidad de inteligencia que, a menos que haya una convincente necesidad de seguridad nacional, no vigilaremos las comunicaciones de los jefes de estado y de gobierno de nuestros aliados cercanos». Falta determinar quién formará parte de ese club exclusivo.
Para ello ha ordenado el nombramiento de un alto funcionario del Departamento de Estado que coordine a la diplomacia en cuestiones de señales tecnológicas y de inteligencia, así como otro en la Casa Blanca que supervise la implementación de las medidas anunciadas ayer. Su gobierno, aseguró, «se ha pasado incontables horas considerando cómo manejar esta era de amenazas difusas y revolución tecnológica». Y la conclusión ha sido que «no podemos prevenir ataques terroristas o ciberataques sin alguna capacidad para penetrar las comunicaciones digitales, tanto si se trata de desmantelar un ataque terrorista como de interceptar un virus informático que ataque la Bolsa, como asegurarnos de que los sistemas de tráfico aéreo no están comprometidos, o de que los piratas informáticos no vacian las cuentas bancarias».
Con todo, admitió que el gobierno debe estar sometido a estándares más altos que el de las corporaciones, «que rastrean lo que compras, almacenan y analizan los datos y los usasn para fines comerciales -así es como salen todos esos anuncios en tu ordenador", recordó. Por eso promete más transparencia en las decisiones judiciales del Tribunal secreto de Supervisión de Inteligencia Extranjera (FISA, por sus siglas en inglés), encargado de expedir las órdenes judiciales más sensibles, que han obligado a las compañías de teléfono e internet a entregar datos al gobierno. Sólo que la decisión de hacer públicas sus decisiones seguirá recayendo en su gobierno. Cada año el director de la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA) y el fiscal general se reunirán para decidir que sentencias con implicaciones sobre la privacidad deben hacerse públicas.
Para que haya más variedad de opiniones ante ese tribunal, Obama anunció que pedirá al Congreso que nombre un comité de voces ajenas al gobierno que puedan intervenir antes FISA. También permitirá que las empresas de comunicación puedan hacer públicas «más información que nunca" sobre las órdenes del gobierno de proporcionar datos de sus clientes.
Y aunque la parte más destacada de los cambios propuestos afectan al almacenamiento de la metadata de llamadas telefónicas, Obama advirtió que donde quiera que se guarden el gobierno seguirá teniendo acceso inmediato a ellas, porque «si explota una bomba en una ciudad y las fuerzas del orden se lanzan a averiguar si va a haber más ataques, el tiempo es esencial". Las compañías de teléfono, sin embargo, no quieren ser custodias de esa información, porque les obligaría a incorporar cambios tecnológicos y las pondría al servicio del gobierno. «Hará falta más trabajo para determinar exactamente cómo podría funcionar ese sistema", reconoció el presidente.
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