La UE desconecta su apoyo a las renovables
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Un parque eólico
El entusiasmo de Bruselas por las energías renovables se apaga. La Comisión Europea actualizará este miércoles sus planes energéticos. Y a juzgar por los borradores de ese proyecto, las fuentes alternativas dejan de ser la piedra angular de la nueva estrategia.
Bruselas también se despide de los objetivos de eficiencia energética marcados en los últimos años. Y deja como única meta la reducción de las emisiones de CO2, con más libertad para que cada país diseñe su política energética. “El eje de la política energética deja de ser la sostenibilidad para centrarse en la competitividad”, celebra una fuente del sector. “La presión de los precios, mucho más altos que en EE UU, ha hecho que Europa reequilibre su orientación”, añade la misma fuente.
El giro llega solo cinco años después de que la Comisión Europea proclamase su estrategia 20-20-20, es decir, un 20% de reducción de las emisiones de CO2 (en relación con 1990), un 20% de energías renovables sobre el total consumido y un 20% de eficiencia energética.
El triplete, con 2020 como plazo, ha funcionado de manera desigual. El objetivo de reducción de emisiones es probable que incluso se supere (en 2012 se había alcanzado ya el 12%). El de renovables parece inalcanzable (13,5% en 2013). Y el de eficiencia energética, que no era vinculante, depende de tantas variables (como precio o actitud del consumidor final) que ni siquiera merece la pena mantenerlo.
El nuevo plan se contentará con fijar un objetivo global de reducción de emisiones, de entre el 30% y el 40%, has ta el año 2030. Alema nia, Francia y Reino Unido apoyan el porcentaje más elevado, por lo que es probable que la UE se incline hacia él.
En cuanto a las renovables, el debate está siendo muy intenso entre los departamentos de la CE, en particular, entre los más implicados (hay hasta cinco comisarios con competencias directas en la materia: Energía, Medio Ambiente, Cambio Climático, Industria y Competencia). Pero el consenso apunta a la supresión de los objetivos nacionales de producción (a España se le había fijado el 20%).
Como mucho, Bruselas podría establecer un objetivo global para 2030 (solo unos puntos por encima del de 2020), pero su consecución no implicaría obligaciones concretas para ningún país. “Un objetivo de renovables no vinculante, del 24% o del 27%, no atraería nuevas inversiones, según los propios documentos de la Comisión que se han filtrado”, lamenta Greenpeace.
Y es que la nueva política energética supone casi un regreso a la casilla de salida de la que partió el presidente de la CE, José Manuel Barroso, cuando asumió el cargo en 2004. En ese momento el portugués era reacio a cualquier medida que forzase a la industria europea a apostar por fuentes de energía y métodos de producción menos contaminantes.
Barroso solo abrazó la causa medioambiental en 2006, después de que su amigo y mentor Tony Blair impulsase el llamado Informe Stern sobre las consecuencias del cambio climático. Con fe de converso, el presidente de la Comisión alentó a partir de entonces unas energías renovables generosamente alimentadas con subvenciones públicas. E incluso intentó fijar un polémico objetivo de consumo de biocombustibles, flexibilizado finalmente por su posible impacto en la agricultura de los países en vías de desarrollo.
“Las cosas han cambiado mucho desde 2008”, justifica la Comisión los nuevos planteamientos. Y subraya que “las tecnologías han evolucionado, se ha sufrido el impacto de la crisis financiera y la formación de precios ha cambiado”.
En los últimos cinco años, además, se ha desplomado varias veces el mercado de derechos de emisiones de CO2, creado para facilitar la consecución de ese objetivo. Y en Estados Unidos se ha producido la llamada revolución del shale gas, o gas pizarra extraído mediante la fragmentación hidráulica o fracking. Esa técnica ha propiciado una caída del precio del gas en EE UU del 70% entre 2008 y 2012, según datos publicados por el instituto de estudios IFRI. Según la misma fuente, la industria europea paga ya el triple que la estadounidense por el suministro de gas.
El plan energético europeo que se aprobará el miércoles incluirá directrices sobre la posible explotación del gas pizarra en Europa (donde se calcula que podría haber reservas de más de dos billones de metros cúbicos). Pero como ya adelantó CincoDías (el pasado 9 de diciembre), las discrepancias sobre esa técnica son tan profundas (Francia o Bulgaria incluso la han prohibido) que Barroso preferirá no una tomar posición tajante. Así que el fracking, como las energías renovables, será a la carta.
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