La desigualdad como decisión social
by Economistas Frente a la Crisis
Por Guillem Vidal Lorda, licenciado en Economía por la Utrecht School of Economics (USO) y MA en Relaciones Internacionales por el Instituto de Estudios Internacionales de Barcelona (IBEI).
En una entrevista reciente en el periódico El País, nuestro estimado presidente del Gobierno (entiéndase cerca de un 90% de desconfianza política hacia el ejecutivo según indicadores del Eurobarómetro), respondía que no existían "indicadores prescisos" sobre la desigualdad al ser preguntado sobre el impacto de la crisis económica. Asimismo, aseguraba que la actual crisis no resultaría en más desigualdad o/y que la solución pasaba por crear empleo. Al poco tiempo, el periodista y director de Eldiario.es Ingnacio Escolar desmentía estas tres burdas imprecisiones dignas de ofender a profesionales y académicos expertos en el estudio de la desigualdad. Sin embargo, cabe ahondar en el significado ideológico de dicha afirmación por parte del presidente, que se resumen en entender la desigualdad como una variable autorregulada por el mercado y que por tanto no requiere de ningún mecanismo para hacerle frente.
Pero... ¿es la desigualdad, realmente, un mal necesario que se autocorrige a través de los mecanismos de mercado o, por el contrario, es la desigualdad una falla del sistema capitalista que debe combatirse con decisiones políticas?
Efectivamente, una significativa parte de la literatura académica sobre la desigualdad se centra en su relación con el crecimiento económico. No obstante, los resultados de los estudios disponibles no son concluyentes y a menudo son contradictorios. Mientras algunos autores aseguran que la desigualdad impacta positivamente en el crecimiento económico (Barro, 2000), otros afirman todo lo contrario (Deininger, 1998). Más allá de la posible relación entre estas dos variables, este tipo de estudios tiende a obviar las pésimas consecuencias de la desigualdad sobre la ciudadanía, entendiéndola como una variable determinada por el mercado, lejos de poder ser combatida por la herramienta por excelencia para establecer nuestros propósitos como colectivo: la decisión política.
Y sin embargo, hay claros indicios de que las decisiones políticas repercuten sobre los niveles de desigualdad. Doerrenberg y Peichl (2012) observan, tras un sofisticado estudio cuantitativo que "los estados liberales se caracterizan por sufrir niveles de desigualdad mayores que los estados socia-demócratas, sugiriendo que la actuación de las instituciones parece importar en los niveles de desigualdad" (pag.7). Además, argumentan, la desigualdad repercute en la evolución del gasto social y en la estructura de la fiscalidad (p.18). En el caso de España, los altos (y crecientes) niveles de desigualdad parecen responder a esta lógica.
En primer lugar, la reducción del gasto social en el país ha sido abrumadora desde el estallido de la crisis económica y la consecuente implementación de medidas de austeridad. Lógicamente, la reducción de las prestaciones sociales ha tenido un impacto mayor en la renta de las familias menos favorecidas, produciendo así una importante transferencia de rentas hacia los sectores más favorecidos de la sociedad. En segundo lugar, la estructura de la fiscalidad en España se caracteriza por su carácter regresivo, es decir, que los que disponen de más rentas menos contribuyen. Utilizando datos del Ministerio de Economía y Hacienda, Garzón (2012) desvela una clara disparidad entre la recaudación de los rendimiento del trabajo y los rendimientos del capital en la estructura del IRPF, que representan un 40% de todos los ingresos del Estado. En otras palabras, “el IRPF en España queda explicado casi en su totalidad por los impuestos que pagan los trabajadores asalariados” (Garzón, 2012), y no por los grandes capitales, en los que la evasión fiscal es intensa.
Las palabras de del presidente Mariano Rajoy reflejan una postura ideológica que no solamente considera innecesario actuar contra la desigualdad, sino que la identifica como un mal que no puede ser combatido a través de la política. Sin embargo, es posible imputar los niveles de desigualdad a decisiones puramente políticas que pueden combatirse reafirmando la voluntad social a través de la decisión política desmintiendo la impotencia colectiva que se modela desde intereses ideológicos.
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