Sebastião Salgado ve pájaros haciendo el amor
Sebastião Salgado salió en busca de la naturaleza hace ocho años y ha regresado de su viaje por el centro de la Tierra como un hombre nuevo. En realidad, como un nuevo hombre antiguo: dice que después de haber dado la vuelta al mundo, de haber cumplido 70 años, de cruzar selvas saltando árboles, “algunos muy grandes”, de caerse con frecuencia, ha descubierto “los minerales, los vegetales y los animales”… y al ser humano. Pero no al hombre de hoy, sino al antiguo, a los que “éramos al principio de la humanidad”. El que conocemos es un ser degradado del original.
Ha tenido una revelación laica. La urbe no le ha sentado nada bien a la evolución, porque dice que hemos perdido nuestra mayor virtud: el instinto. Esa es la conclusión. Esa y que “antes éramos muy fuertes”. Por eso, al acabar se sentía muy cansado, “aunque interiormente regenerado”. El fotógrafo, que se reconoce “discípulo de Darwin”, ha entendido que en esteproceso degenerativo hemos echado a perder los sentidos: “No somos capaces de ver un pájaro tras el cristal e imaginar que ese pájaro es el enamorado de otro con el que hace el amor”. Salgado ve a pájaros enamorados que hacen el amor, “ya no sabemos que tiene toda una estructura de piel y de plumas capaces de protegerle de los rayos del sol, de la lluvia y de la nieve”.
“Estamos abandonando nuestro planeta, porque la ciudad es planeta diferente”, escribe en su libro De mi tierra a la Tierra, unas memorias en primera persona, publicadas ahora por la editorial La Fábrica, coincidiendo con la gran exposición que le dedica la obra social La Caixa, en CaixaForum Madrid (hasta el 4 de mayo), sobre Génesis. Del trabajo documental paisajístico se muestran 245 imágenes, divididas en 5 apartados: La Antártida y los confines del sur, Los santuarios, África, Las tierras del norte y La Amazonia y el pantanal.
En esos lugares, Salgado encontró lo que buscaba: un mundo sin urbanizar, sin normas ni leyes. “Sólo en la naturaleza recuperamos un poco de libertad”. Contra la castración de la perversión de la ciudad, la libertad sanadora de la naturaleza. “Esto fue lo que quisimos mostrar con Génesis, con los dos libros y la serie de exposiciones en todo el mundo”, explica el fotógrafo cuyo oficio se ve reconocido hoy en pleno Paseo del Prado madrileño. De aquí, la exposición viajará a otras tantas ciudades españolas, hasta 2017.
Ha pasado tiempo con los pueblos “que viven como vivíamos antaño” y allí ha visto la luz. “Me enriquecieron tantísimo”, reconoce. Miraba a la gente de la selva y descubría al hombre de antaño. “Hemos hecho todo lo posible por destruir lo que garantiza la supervivencia de nuestra especie”, explica. “Miren su país”, explica a los periodistas. “España hoy es un desierto, pero en la Edad Media era un vergel”.
Iceberg entre la Isla Paulet y las Islas Shetland del Sur, en el Mar de Weddell. 2005. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto
Su discurso ha cambiado; si en el archiconocido Éxodos se enfrentó al lado “más severo y violento de nuestra especie" y creyó "que la especie humana no podría nunca lograr la salvación”, ahora ve el vaso medio lleno y asegura que “juntos, con las empresas”, podemos cambiar el destino del mundo. Sin embargo, el famoso fotógrafo parece haberse olvidado del presente menos amable en sus fotos.
“En Génesis no he querido mirar como lo hace un antropólogo ni como periodista, simplemente ir a mirar la naturaleza de manera contemplativa ante el calentamiento global y la degradación”. Ante las fotografías de la muestra se entiende que no encontraron ninguna de estas calamidades. Salgado matiza el drama y cuenta que tiene una buena noticia para todos, porque el 46% del planeta está como el día en que todo empezó. “Las fotos son otra presentación de nuestro planeta, para que la gente salga feliz de la sala de exposiciones”.
Es difícil proponer un discurso ecologista después del fotógrafo canadienseEdward Burtynsky, y más aún si para ello se prefiere la fórmula de la foto de calendario, impúdicamente emotiva y maniqueamente preciosista.Génesis cumple a rajatabla con los principios salgadianos de la fotografía y ofrece un gran espectáculo visual, “con una gran gama de grises que representan todas las gamas de los colores” sobre espacios naturales vírgenes, especies raras y poblaciones indígenas.
En la región del Alto Xingú, en Mato Grosso, un grupo de waurás pescan en el lago Piyulaga. 2005. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/ContactoTriunfó en los noventa en todas las revistas y suplementos del mundo, y cuando regresó a su lugar natal y se encontró el valle del río Doce deforestado y arrasado por el hombre quiso remangarse. Su esposa, Léila Wanick, tuvo la idea de replantar un bosque con las mismas especies autóctonas. Fue el comienzo de un gran proyecto en el que ha implicado al gobierno del país –con dos reuniones con la presidenta del país, Dilma Rousseff– y empresas brasileñas para plantar millones de árboles.
Pero le sucedió otra revelación importante: en mitad del trabajo, Salgado se pasó de la fotografía analógica a la digital. “Una revolución. Incluso más teniendo en cuenta que para este proyecto ya me había enfrentado a dos grandes desafíos: fotografiar aquello que hasta entonces nunca había fotografiado, los paisajes y los animales, y cambiar de formato de película”, escribe. Y se pasó al formato medio, el 4,5 x 6 para lograr mejor calidad en ampliaciones de gran tamaño, como las que cuelgan de las paredes del CaixaForum.
Llegó a la revolución por obligación: “El 11 de septiembre de 2001 transformó la vida de los fotógrafos”, dice. Quizás la de alguien más. Se refiere de esta manera a que viajar con película fotográfica se ha convertido en un infierno gracias a los arcos de seguridad de los aeropuertos. “Cuando una película pasa tres o cuatro veces por rayos X, las gamas de gris sufren las consecuencias. Según iba avanzando con mis reportajes, los aeropuertos reforzaban sus sistemas de control. ¡Qué tensión!”.
Vista de la confluencia de los ríos Colorado y el Pequeño Colorado del territorio navajo. 2010 © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto
Además, viajaba con un maletín con 600 rollos de película. 28 kilos de equipaje de mano que viajaban con él en cabina. “En cada viaje tenía que pelearme en el control de seguridad”. “Al final se convirtió en tal drama que estuve a punto de dejar la fotografía que amo tanto”. Mientras Salgado se peleaba con todos los vigilantes y policías de los aeropuertos de medio mundo, la fotografía digital lograba avances extraordinarios. En 2008 da el salto, aunque le preocupa la conservación de los archivos en discos duros.Salgado pasa sus archivos digitales a negativos.
Lo digital le ha evitado problemas de espalda. En vez de cargar con 28 kilos, ahora transporta 700 gramos de tarjetas de memoria que no corren peligro alguno bajo los rayos X. No lleva ni ordenador ni disco duro en sus viajes. Dice que fotografía mirando “únicamente a través del visor, como lo he hecho durante toda mi vida”. Ahí encuentra esas imágenes suyas, alteradas por la emoción, infladas de impacto.
“Aquí presentamos un trabajo puramente estético, porque la fotografía es estética. Que se critique mi trabajo por ese esteticismo no es un problema mío ni de la fotografía, sino de la sociedad”, explicó en rueda de prensa. “Si estuvieran peor compuestas no tendrían ninguna posibilidad de ser expuestas. Las cuestiones de la estética pertenecen a los críticos, ellos viven de eso”. Él sólo hace la foto.
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