miércoles, 7 de mayo de 2014

Fiesta del Sexo....

Lo prestoso del sexo

'Decamerón Negro', de L’Om Imprebis, sorprendió por su frescura en el Niemeyer con un espectáculo que invita a conocer la dimensión del placer sexual a través de historias eróticas africanas 
Martes06 de mayo de 2014
Yolanda Vázquez
@yolazmartin
Seamos capaces de decir: unidos por el movimiento del sexo o envueltos por la sensualidad transparente de lo erótico. Y dicho esto, para ser un poco menos egoístas, saber vivir mejor en la felicidad que proporciona el placer y olvidarse un tanto del individualismo. A grandes rasgos, este el mensaje que el espectáculo Decamerón negro, de la compañía valenciana L’Om Imprebis, nos dejó escrito sobre el tapiz del Centro Niemeyer el pasado sábado, ordenado en un producto teatral y coreográfico de tan firme engarce en la explicitud de lo sexual, que una acaba viéndolo todo muy prestoso de lo bien que enlaza.
A través de leyendas y relatos eróticos de procedencia africana, la agrupación valenciana bascula con precisión y magnetismo, en algunos momentos, hacia una invitación a conocer mejor el potencial sexual de nuestro cuerpo a través de la música y la danza. Las historias están basadas en un libro del antropólogo alemán Leo Frobenius (1873-1938), que se interesó por el rico caudal de literatura oral surgida en el territorio que se extiende desde el sur del Sáhara hasta la Selva de Níger. Frobenius lo tituló El Decamerón Negro para trazar una analogía con la obra de Giovanni Boccaccio.

EL BUEN PLACER

El Decamerón Negro de los valencianos (en realidad cinco actores bailarines procedentes de Guinea Ecuatorial, Angola, España y Cuba) nos muestra la dimensión del buen placer que se encuentra en la disposición natural de nuestro cuerpo. L’Om Imprebis, compañía que dirige Santiago Sánchez, no es desconocida por estos pagos; ha visitado en numerosas ocasiones Feten y su querencia por los escenarios asturianos es, hasta cierto punto, correspondida.
El espectáculo en su conjunto se articula a partir del concepto del teatro tradicional africano kotebá, en el que se mezcla la música en directo con diferentes técnicas teatrales y narrativas y el uso mágico de los objetos y de la mímica. El espectador y el actor asumen idéntico grado de importancia: en el mismo espacio unos representan la historia para gozo y disfrute de los otros. A partir de ahí comienza un viaje iniciático que nos lleva desde la naturaleza del rito africano al nacimiento de otras músicas y otros bailes, esas otras formas de expresión popular que también hablan del erotismo desde la danza: flamenco, jazz, tango, etc.
Y ver se vio un poco de todo, encabalgado de una manera tan sencilla, pero tan rica, que el fino trabajo de guión no se notó nunca; parecía que no estaba. Poses de animalandia para evocar un kamasutra lleno de figuraciones e imágenes compactas, a la manera de unas muy coordinadas gimnastas de rítmica en tapiz de alta competición, pero en lugar de seis, cinco en esta versión. Y espacio también para la poesía amorosa servida por el verso de Lope: el hombre del soneto cerrado, rotundo de significación y tan certero que no deja lugar a dudas: “Esto es amor, quien lo probó lo sabe”. Esto último, claro, en alusión a esa especie de narcolepsia que nos invade cuando estamos enamorados y presos de deseo. Un placer. O, quizá, dos.
Hombre y mujer nuevos

SENTIMIENTO CARNAL

La propuesta del espectáculo invita a construir un hombre y una mujer nuevos, más enteros, mejor conectados. Alegres y ricos en sentimiento carnal. Todo ello se nos entrega en varias historias desgranadas por los cinco actores, que se turnan en esa tarea de introito en el planteamiento de los cuentos. Así, nos trasladaron el relato de la rosa entre las piernas de ellas que luego encontraron para ellos; o la historia de cómo se aprende a amasar pan en un obrador en tiempo indeterminado, pero perfectamente conexo con el actual. Y otro recurso, muy utilizado pero no por eso menos efectista ni importante: el silencio elocuente de la fruta, dura por fuera, blanda por dentro. Líquido y carne. La idea, en suma, de hacer gozosa la unión en el movimiento placentero; siempre acompasado, haciéndolo largo, dando y dando; vamos, una danza.
Porque no se nos puede olvidar que el sexo también es un poderosísimo acto de comunicación; en algunos momentos y situaciones, quizá el único posible: lecho no verbal pleno de expresión y enjambre emocional, que querríamos ver siempre dispuesto a la transformación desde la imaginación. Eso dicen los de L’Om Imprebis. Eso digo yo. Saber encontrar otros placeres bailando unidos, en una postura o en cientos…
Y tampoco hay que confundirse o desechar otros eroticones; más románticos, sí, pero igual de necesarios. Una cosa es que le hablen a una de lo erótico, del sexo y de su explicitud, y otra bien distinta es el erotismo en la muda expresión física de un cuerpo que se vaporiza incluso estando vestido. O, también, simplemente, lo visto en el poso invisible del andar de un transeúnte. En cualquier caso,Decamerón Negro convenció porque se contó estupendamente y de forma lucida. Y, por así decir, es como si una saliera del auditorio avilesino con otro hervor: un poco más al natural; tanto, que de natural, sexual.
Decamerón Negro 
Una coproducción de L’Om Imprebis con la Generalitat Valenciana y Culturarts Teatre i Dansa
Dirección: Santiago Sánchez. Hassane Kassi Kouyaté
Intérpretes: Claudia Coelho, Gorsy Edu, Yolanda Eyama, Sara Nieto y José Juan Rodríguez
Producción: Ana Beltrán
Coreografía: Paloma Díaz
Trabajo de voz: Concha Doñaque

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