El ciudadano soberano del sistemaby Economistas Frente a la Crisis |
Por José Molina Molina, Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis
Afirma el profesor Ferrajoli, que vivimos en tiempos de poderes salvajes, porque hemos perdido la eficaz separación de los mismos. Se precisa, dice, volver a las raíces democráticas para recuperar una eficaz separación. Es una visión de los extravíos de la razón política.
La visión que impone la omnipotencia de las mayorías y el complejo sistema de reglas, contrapesos (oposición), garantías formales, es la visión que hoy tiene el ciudadano. Un ciudadano que teniendo constitucionalmente todo el poder, y siendo el soberano del sistema, comprueba cómo las estructuras políticas lo marginan de las grandes decisiones.
La debilidad del sistema, no es consecuencia de los ataques que recibe desde los que se oponen a las instituciones, sino los que las han devaluado con el proceder de sus reglas de gobierno que desplazan a los ciudadanos a la marginación en las grandes decisiones. Existen demasiados casos para ocupar espacio en señalarlos, los tenemos todos presentes.
Vivimos desde la transición (1978), bajo una tutela de los políticos, es una vigilancia de los que se erigieron en “padres de la patria”, con el actual desencanto de los ciudadanos que ven perder sus derechos, los de sus familias y lo que es peor el futuro de sus hijos. Los ciudadanos tienen la sensación, que en los acontecimientos que soportan se infiltran demasiados enemigos de la democracia, los cuales se mueven impunemente disfrazados de amigos de los grupos políticos que nos gobiernan.
El ciudadano se sitúa de lleno en la batalla democrática actual, desde los más activistas a los que se inhiben de la dialéctica de las ideas, porque unos y otros, con más radicalidad o con la pasividad del que deja hacer, están en el centro de ese conflicto social y de cultura democrática. Hoy democracia y cultura son un factor esencial en la construcción del sistema, porque el desarrollo económico depende de las garantías que tengan los ciudadanos, de su derecho a la libertad, del control democrático de sus instituciones, de la rendición de cuentas y de la transparencia.
Por otro lado, precisamos que las instituciones funcionen con criterios éticos y de buen gobierno, que deben trasladarse a los presupuestos públicos para ejercitar la equidad y la eficiencia en los mismos, obteniendo los resultados óptimos en educación, salud y sanidad, como pilares de una sociedad equilibrada, sin olvidar las demás áreas que garanticen una inversión eficaz de los recursos, es el desarrollo y la libertad que Amartya Sen, nos señala como metas.
No queremos un Estado gestor de desigualdades, Gellner nos recuerda que el moderno sistema económico ha transformado lo que fue una jaula de hierro, en una jaula de goma, en donde las desigualdades se están acoplando por la flexibilidad. Pero tanto las rigideces de las estructuras férreas del hierro y las adaptaciones de goma, lo que han consagrado es la desigualdad.
Harto de someterse, el ciudadano quiere incorporarse al proceso y no vivir de espaldas a las instituciones de su Estado de Bienestar, y desea recupera la soberanía que surge de sus propias entrañas. Desea que su energía creativa impulse las debidas reformas constitucionales para que se recupere el buen hacer en las instituciones de gobierno. Precisamos una articulación para que las políticas de igualdad y de identidad sean una realidad.
No olvidemos que la desestructuración del Estado de Bienestar que la crisis económica nos ha impuesto, precisa de un nuevo pacto constitucional en donde participen todos los ciudadanos, y de una vez, todos los pueblos de España den sentido a esa novísima “carta magna” que sea reflejo de un Estado solidario, abierto, participativo y asumiendo los retos del milenio. En donde no tengan cabida las desigualdades, ni personales, ni territoriales. Actuando de esa forma conjunta y abordando todos los problemas, evitaremos que los que están cansados de vivir juntos en este proyecto, solo vean como solución partir solos a un destino abandonando el proyecto conjunto.
La solución no la tiene los que nos gobiernan, la tienen los ciudadanos, que hartos de tantas diferencias queremos salidas globales. La soberanía radica en el pueblo, pero reformar sólo se puede hacer desde un proceso que inicien las Cortes. No tiene mucho sentido que nos gastemos en mantener un pacto coyuntural, como la Constitución del 78, cuando han pasado muchos acontecimientos que han dejado aquellos acuerdos alejados de su nuevo contexto.
El pueblo debe ser escuchado de nuevo, y saldrán fortalecidas las instituciones del Estado, desde su Jefatura a todo el sistema político, así como la organización territorial del Estado, y los ciudadanos habremos comprobado que con decisión encontramos soluciones conjuntas a los problemas comunes. Seremos más maduros, revitalizaremos la democracia, que lo precisa, y entre todos iniciaremos la andadura de un Novísimo Estado Social. Para ello se precisa: ciudadanos sin miedos y políticos decididos sin ataduras del pasado.
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