sábado, 5 de julio de 2014

La traza del Greco....

La sombra del Greco en el arte moderno es alargada

Ni Miguel Ángel, ni Rafael, ni Velázquez, ni Goya… El artista que más determinante y duraderamente ha influido en el arte moderno es El Greco. A quien tenga alguna duda le recomendamos que se pase por la nueva exposición del Prado, que indaga precisamente en la huella del cretense en la pintura del XIX y el XX. No hay movimiento ni ismo que se le resistiese: modernismo, cubismo, orfismo, expresionismo centroeuropeo, surrealismo, expresionismo abstracto norteamericano… Todos ellos miraron al Greco, copiaron al Greco, pintaron a la manera del Greco: sus construcciones basadas en el color y en los volúmenes, la estilización exacerbada de sus figuras, la expresividad de sus retratos, las deformaciones, los «inacabamientos»… Incluso muchos de ellos coleccionaron sus obras: Fortuny, Zuloaga, Rusiñol, Degas, Sargent…
El mismísimo Picasso se rindió a sus encantos y fue una y otra y otra vez al Greco a lo largo de su carrera: en la época azul («Evocación. El entierro de Casagemas») volvió los ojos a «El entierro del conde de Orgaz» y la «Alegoría de la Santa Liga»; en su etapa de Gósol, con sus muchachos con caballos, a «San Martín y el mendigo»; en «Las señoritas de Aviñón» y, por tanto, en la creación del cubismo, a «La visión de San Juan»; en obras como «Retrato de Sabartés con gorguera y sombrero» y en la serie de los Mosqueteros de su última etapa, a «El caballero de la mano en el pecho». Su admiración llega hasta el extremo de que se reivindica como «Yo, El Greco» en un dibujo presente en la exposición. Admiración rendida y confesa, nada habitual viniendo de Picasso.
Aunque buena parte de los visitantes del Prado se acercan a ver a Velázquez y a Goya, El Greco siempre ha sido crucial para el museo. Ya en 1902 le dedicó una exposición con motivo de la celebración de la mayoría de edad del Rey Alfonso XIII, que asumía las funciones de Jefe del Estado. La casualidad ha querido que 112 años después el primer acto oficial en solitario de Doña Letizia como Reinafuese la inauguración de una exposición del Greco en el Prado. Por incomprensible que parezca, tan solo se habían hecho hasta la fecha aproximaciones parciales a la influencia del Greco en la pintura moderna: El Greco y el modernismo en Barcelona, El Greco y el expresionismo alemán en Düsseldorf… Pero nunca antes se había abordado con tanta complejidad y magnitud este asunto. Fue José Álvarez Lopera, uno de los mayores especialistas del Greco, quien tuvo la idea de poner en marcha este proyecto, pero su prematura muerte lo dejó en el aire. Ahora el Prado lo retoma con Javier Barón como comisario en una exposición irrepetible –dedicada a la memoria de Álvarez Lopera–,organizada con Acción Cultural Española y patrocinada por la Fundación BBVA, que forma parte de los actos del IV Centenario de la muerte del pintor. De las 106 obras expuestas, 26 son del Greco, que conforman por sí solas una espléndida monográfica del pintor. Pero en una segunda lectura se confrontan con 80 de maestros modernos. Grandes tesoros, cedidos por 70 prestadores de 15 países: MoMA, Metropolitan, Tate, Pompidou, National Gallery de Washington, Orsay…
Si Velázquez había sido el modelo a seguir y a imitar, a finales del XIX El Greco lo desbanca de un plumazo, aupado por el romanticismo (Gautier y compañía) y con obras como «La Trinidad», que copiaron artistas como Sargent y Fortuny y con la que arranca la muestra. A partir de ahí, se establecen apasionantes diálogos del Greco con Manet, Chagall, Giacometti, Modigliani, Delaunay, Kokoschka, Bacon, Saura… Pero es con Cézanne con quien mantiene un sublime cara a cara. Tres obras maestras del francés («La dama del armiño», «Madame Cézanne con vestido rojo» y «Bañistas») se miden con otras tantas del cretense: «La dama del armiño» (siguen las dudas sobre su autoría, aunque su belleza permanece intacta), el espléndido «Retrato de Fray Hortensio Félix Paravicino» y dos pequeñas y exquisitas esculturas. Si Cézanne, como dicen, es el padre de la pintura moderna, El Greco sería, sin duda, su abuelo.
Miguel Zugaza, director del Prado, subrayaba ayer la vocación moderna de este museo y daba la bienvenida a la vanguardia de la mano del Greco. Entre ellos, huéspedes poco frecuentes en una pinacoteca histórica, como los expresionistas abstractos norteamericanos, que admiraron en El Greco su condición de expatriadooutsider, siempre contra el clasicismo y frente al poder. De Kooning, Benton, Rothko, Guston, pero, en especial, Pollock, quien sintió una verdadera fascinación por El Greco, como puede apreciarse en lienzos como «La llama» y «Gótico», dos importantes préstamos del MoMA.
El corazón de la exposición lo conforman cuatro obras fundamentales del Greco, de su última etapa y dispuestas en torno a una rotonda, que irradian los preceptos del arte del siglo XX: a la izquierda, el excepcional «Laocoonte» (National Gallery de Washington), del que bebieron los expresionismos germanos. Arriba, a la izquierda, «La visión de San Juan», del Metropolitan –catalizador del cubismo junto a Cézanne y las máscaras negras, fue adquirida en 1905 por Zuloaga y la vio Picasso en su estudio de París poco antes de pintar «Las señoritas de Aviñón»–. Junto a ella, «Gótico», de Pollock (MoMA). A la derecha, «Cristo resucitado», uno de los lienzos del Prado que, junto a «El Bautismo de Cristo» formaron parte del retablo de Doña María de Aragón y fueron cruciales para el desarrollo del arte moderno.
El Greco no solo fue un pintor de pintores, también de escritoresZuloaga retrata en «Los amigos» a buena parte de la generación del 98 (Unamuno, Pío Baroja…) y del 14 (Marañón y Ortega…), todos ellos admiradores del Greco. Al fondo del cuadro, su obra «La visión de San Juan», que Zuloaga adquirió en 1905. En la misma sala, los retratos que Sorolla hizo de dos personas fundamentales en la difusión de la obra del Greco. Por un lado, Manuel Bartolomé Cossío, autor de la primera gran monografía del artista, que aparece retratado con «El caballero de la mano en el pecho» al fondo. Por otro, el marqués de la Vega Inclán, fundador de la Casa del Greco en Toledo.

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