Madrid. Sábado por la mañana. Veintiocho grados. Día perfecto en el Retiro, donde se había convocado la primera asamblea de Cultura de Podemos. Cuando llegamos al Ágora, entre el Palacio de Cristal y el jardín japonés, nos encontramos a cuatro militantes y ocho policías a la sombra de una “lechera” (furgoneta del gremio). “Mirad, es que media hora antes del comienzo del acto han disuelto la reunión, por un defecto en el plazo o algo así.  Nos han pedido el carné y todo. Vamos a trasladar el acto a una galería de arte de la Calle Doctor Fourquet ”, explica uno de los organizadores. No se pueden hacer fotos, pero queda en la memoria la imagen de los agentes y el vehículo blindado impidiendo que setenta personas hablen sobre cultura a la sombra de unos árboles.
Huelguistas como ejemplo
El acto da comienzo en el interior de la Galería Cruce. La pregunta principal: ¿ofrece Podemos un programa distinto a los partidos tradicionales? Un miembro de la mesa que olvida decir su nombre recuerda haber sentido tristeza porque los trabajadores de la cultura no lograsen coordinarse de manera estable contra los recortes, al estilo de las mareas de sanidad o educación. Germán Cano, profesor de Filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares, arranca el acto diciendo que hay que evitar el viejo concepto de la Transición que dice que la cultura nunca debe meterse en política. "Lo que hacemos no puede ser una mercancía para élites ni algo secundario en nuestras vidas”, resume. Se cita el ejemplo de los trabajadores intermitentes de Francia, que defienden sus derechos laborales con una huelga y que ya han provocado anulaciones de espectáculos y amenazan los grandes festivales de verano. Llevamos solo media hora, pero está claro que aquí hay otro discurso. 
Contra el Efecto Guggenheim
Nos han vendido que la cultura es pagar un museo muy bonito y que vayamos a visitarlo como si fuéramos turistas en nuestra propia ciudad
Jorge Lago, editor de Lengua de Trapo, explica las seis líneas de trabajo que se han marcado para arrancar. La primera es hegemonía, dedicada pensar "qué idea de cultura  queremos” y cuál nos quieren imponer. Las siguientes son políticas culturales, asociaciones y derechos laborales,  políticas locales, pedagogía cultural e industrias culturales. José Sánchez, otro militante,  afirma que esta última expresión se adopta por motivos prácticos, ya que la cultura nunca puede ser una industria. Se cuestiona la apuesta por el emprendizaje, el discurso de la productividad y la obsesión por la Ley de Mecenazgo. "No podemos limitarnos a poner la cultura en manos de los empresarios cuando sabemos que no van a invertir. Ellos buscan beneficio a corto plazo y eso es más sencillo de encontrarlo en otros sectores. Además la cultura no es una fábrica de zapatillas". Garikoitz Gamarra, militante de Podemos y cantante del grupo Ornamento y Delito, habla sobre su experiencia como vecino de Bilbao, comentando el famoso Efecto Guggenheim. "En los últimos años nos han vendido que la cultura es pagar un museo muy bonito y que vayamos a visitarlo como si fuéramos turistas en nuestra propia ciudad. Yo prefiero el modelo de las fiestas populares de allí, donde cada asociación de barrio monta su caseta y financia sus actividades del año. Nos vendría bien copiarlo para San Isidro", propone.
Primera turbulencia
Una de las asistentes toma la palabra: "Voy a hacer un comentario desde el respeto, el cariño y la unidad. No me explico que Podemos quiera presentarse como algo nuevo y que todas las personas que hacen la presentación sean hombres". Aplausos en la sala, incluso de algún miembro de la mesa. Circunstancia atenuante: "Los miembros femeninos más activos del Círculo están ahora en Creta invitadas por Syriza", explica Gamarra.  Una de las asistentes dice que hablamos de un viejo problema de la izquierda y que Podemos es un partido nuevo. "Este debate habrá que tenerlo si en las siguientes reuniones no se ha solucionado". Varias mujeres del público se animan a tomar la palabra. Una chica del Círculo de Cultura de Murcia, recién nacido hace una semana, explica que uno de sus objetivos es acabar con el dominio de la cultura-espectáculo en su región. "Nos gustaría mostrar que en Murcia hay cosas más allá  del festival SOS 4.8 y del Manifesta”, señala. Echo un vistazo a Facebook y veo que un simpatizante lamenta que no se haya habilitado una guardería para que los padres puedan asistir.
Momento celebridad
Un par de voces piden que Podemos denuncie la corrupción en el mundo de la Cultura. “No creo que tenga sentido que hacer grandes investigaciones, sino más bien acudir a agentes de la sociedad civil, por ejemplo esos técnicos de los ayuntamientos que llevan años sabiendo de memoria cuáles son los problemas, pero no encuentran interlocutores políticos con los que trabajar", explica Lago.
El momento delirante lo firma el director José Luis García Sánchez, un clásico de nuestro cine (La corte de FaraónDivinas palabras), que comienza su intervención echando flores a dos amigos que se ha encontrado en la sala (uno es el actor Vicente Cuesta, otro se dedica a dinamizar la cultura callejera de la zona centro). Sánchez parece ofendido por las críticas al Régimen del 78. Reivindica la lucha por las libertades de la Transición y del franquismo. "Hay gente de la cultura que ha estado luchando desde los años cincuenta por traer la democracia y ha hecho infinitamente más que Podemos. Tengo toda la simpatía por vosotros, pero no paso por la negación de la izquierda. Lo que podáis hacer vosotros aún está por demostrar". Suelta su discurso y se marcha sin escuchar las respuestas. Casi todo el que abandona la galería deja en la mesa una ficha con sus datos para seguir la conversación en los grupos de trabajo. La pregunta principal se ha afinado un poco después de estas dos horas: ¿logrará cambiar Podemos el discurso institucional sobre cultura? Por lo menos tienen claro el primer paso: no aceptar los términos en que está planteado el debate.