Matteo Renzi, un primer ministro diferente
Carlos Manuel Sánchez - XL Semanal
En su país lo llaman Il rottamatore ('el peleón'). Y no es extraño. Renzi se ha convertido en el hombre más popular de Italia por su batalla contra la clase política tradicional. No en vano las elecciones europeas lo acaban de refrendar como el gobernante más respaldado del continente. Así es como este político diferente se ha colado en un mundo, el del poder, con un único propósito: darle la vuelta. O eso asegura.
Un pez gordo de mi partido quiso darme una lección. Me dijo en tono despectivo: 'Amigo, a mí me han enseñado que hay que respetar la cola'. tal cual. Como si estuviÉramos en el supermercado. Pero yo no voy con el carrito de la compra, hago política. yo No me pongo en la cola. No acepto las reglas de una generación que ya no da más de sí». Así se las gasta Matteo Renzi (Florencia, 1975), el primer ministro italiano. El más joven, con 39 años, de la historia. El único jefe de gobierno que no salió escaldado de las elecciones europeas. Muy al contrario. Su partido, el Partido Demócrata, que gobierna en coalición con el centroderecha, logró una victoria aplastante: casi el 41 por ciento de los votos, techo nunca antes alcanzado por la izquierda italiana.
«¡Dicho y hecho!». ese es su lema
La frase preferida de este joven con prisa y retórica incendiaria. La clase política no dio con la tecla para desactivarlo y ahora él amenaza con laminarla. «¡Al desguace!», es su grito de guerra.«Los italianos no solo han perdido la fe en la política, lo más grave es que no esperan nada bueno de quienes los gobiernan», asegura. Una buena forma de acercarse a su personalidad es el estómago. O mejor, por su chef preferido y buen amigo Fabio Picchi. «A Renzi no le gustan ni el dinero ni el poder, pero se muere por dirigir». Y el cocinero florentino cuenta una anécdota: «Fíjate en ese pipiolo le dijo un comensal con un cargo en el Ayuntamiento de Florencia, hablando de Renzi, en otra mesa, cuando solo era un licenciado en Derecho con labia. Si no acaba en la cárcel, terminará Papa o primer ministro».
Picchi admira la valentía de Renzi. «Pedirle a los senadores que voten su propia aniquilación. ¡Hay que tener agallas!», se asombra, refiriéndose a una de sus primeras iniciativas: eliminar la Cámara baja para aligerar costes. También pretende suprimir las provincias equivalente de nuestras diputaciones, lo que ahorraría 800 millones al Estado. Renzi comenta con sorna que «esos 3000 cargos suprimidos podrán sentir ahora la emoción de ir a trabajar». ¿Es sincero? ¿Quién es Renzi en realidad? Es uno de los nuestros, pensaban sus compañeros de partido. Démosle un cargo y ya se calmará: presidente de la provincia de Florencia. Allí estuvo cinco años; en la poltrona, como él dice. Pero, en vez de adocenarse, se salió de la fila. Desoyó a sus superiores y se presentó a alcalde de Florencia. Estaba harto. Y lo hizo a todo o nada: si perdía, dejaba la política.
«Una mujer bien vestida se abre paso entre la gente en un mitin y me dice, recuerda Renzi: 'Usted dice que si pierde las elecciones volverá a su trabajo. ¿Es cierto?'. 'Cierto', le respondo. 'También son interesantes otras cosas que ha dicho'. Bien pienso entonces; la tengo en el bote. Veamos si puedo convencerla para colaborar. 'Si usted quiere puede echarnos una mano. Queremos gente nueva para hacer una política diferente'. 'No, usted no ha entendido nada. Comparto sus ideas. Pero quiero que pierda y cumpla su promesa: váyase y vuelva a su trabajo. Sería una señal para todo el país'. Me dejó mudo, yo que siempre tengo una respuesta rápida. Me sentí como un defensa tirado en el césped después de un regate de Messi».
Renzi ganó y se convirtió en alcalde. Pocos lo conocían fuera de su territorio y nadie tenía claro si era de izquierdas o de derechas. Los analistas comenzaron a interesarse por su trayectoria.Renzi es hijo de un concejal de la Democracia Cristiana, Tiziano. El pequeño Matteo leía los diarios a los cinco años y no callaba ni debajo del agua. Tiene cuatro hermanos. Sus dos hermanas y su madre, Laura, son sus más incondicionales tifossi, más que su mujer, Agnese Landini (37 años), profesora de Literatura que prefiere alejarse de los focos. Se casaron en 1999. El matrimonio tiene tres hijos: Francesco (12), Emanuele (10) y Ester (7). «No me llamen primera dama. Estoy orgullosa de Matteo, pero no me mudo a Roma. No cambiaré nuestro estilo de vida. Estaré a su lado, siempre lo he estado. Porque lo quiero. Pero soy madre y tengo un trabajo», explicó cuando anunció que no se trasladaría al palacio Chigi, la residencia del primer ministro (Renzi anunció que ocuparía un apartamento).
Su mujer quiere seguir en la toscana
La familia reside a 20 kilómetros de Florencia. Los domingos van a misa. A ella le gusta la música clásica. A Renzi: U2, Coldplay y Muse. Él prefiere ir con vaqueros, solo se pone corbata en las grandes ocasiones y tutea a sus interlocutores. Ya de chico le gustaba atraer la atención. Y siempre fue un marisabidillo. Con 19 años se presentó a La ruleta de la fortuna. Ganó 48 millones de liras (unos 25.000 euros) y destinó la mayor parte al negocio familiar, una empresa de marketing donde trabajó hasta entrar en política. Primero en la Democracia Cristiana, siguiendo los pasos de su padre. Luego fue rebotando de una formación a otra hasta recalar en el PD, un cajón de sastre donde caben desde antiguos comunistas a democristianos. Renzi caía bien a los centristas, de izquierdas y de derechas. Pero era incatalogable. Algunos analistas lo comparan con el Papa Francisco, al que admira. «Sería una versión secular del Pontífice, con chaqueta de cuero en vez de hábito. Sus credenciales católicas están ahí. Su mujer, que fue catequista, tiene un hermano sacerdote y parientes en el Camino Neocatecumenal de Kiko Argüello», explica John L. Allen, editorialista del Boston Globe.
«Pero Renzi también es progresista. Por ejemplo, está a favor de las uniones civiles de parejas del mismo sexo, aunque no de los matrimonios». La alcaldía fue su trampolín. «Esta ciudad no precisa un alcalde, necesita un experto en marketing», sentenció. Aprobó un plan urbanístico de volumen cero. «Stop al cemento», proclamó. Peatonalizó el centro, invirtió en escuelas, centros sociales... Siempre atento a los detalles, eliminó el arco detector de metales del edificio consistorial. «No es un búnker, pertenece a los ciudadanos». Sus críticos señalan que hubo más ruido que nueces. Pero sus defensores, entre ellos los diseñadores Roberto Cavalli y Ferruccio Ferragamo, lo veneran. «Resucitó la ciudad», dice Ferragamo. Sea como fuere, se convirtió en el político más popular de Italia. Y como decía su paisano Maquiavelo, al que Renzi suele citar: «La mayor fortaleza de un príncipe es el afecto de su gente».
Eufórico, se presentó a las primarias del PD en 2012
Recorrió Italia en una autocaravana dando mítines. Derrotado por Pierluigi Bersani, lo encajó con gracia: «Por fin he hecho algo de izquierdas: he perdido». Los que pensaban que se apaciguaría se equivocaban. Maniobró en la sombra y dio un golpe dentro de su partido. «Renzi tiene una inclinación especial por el regicidio. Es un príncipe posmoderno en el sentido maquiavélico cuenta su biógrafo, David Allegranti. En Roma lo ven como alguien de otro planeta». El que se interponga en su camino que lleve cuidado. Se acuerda de cada artículo en el que lo han puesto a parir, aunque hayan pasado años. Y un periodista que se coló en la zona vip del estadio de la Fiorentina cuenta cómo Renzi le propinó un pisotón.
Según Allegranti, el secreto de Renzi es «su capacidad para convertir un cementerio de elefantes en un circo y su habilidad para concentrarse en unos cuantos proyectos estrella, fáciles de vender». Tan pronto como se convirtió en primer ministro, prometió una gran reforma cada mes: electoral, laboral, fiscal... Incluso habla de hacer inventario del patrimonio artístico de Italia, valorado en unos 280.000 millones, para privatizarlo y obtener liquidez. A falta de concretar sus grandes iniciativas, sigue pendiente de los detalles. Subastó 150 coches de lujo de altos cargos ministeriales y él mismo se desplaza en un Smart.
Es un gran comunicador
Tiene página de Twitter, Facebook, Flickr, YouTube... Y las usa. Se nota que no son sitios creados por los publicistas. Colgó una foto comiéndose un plátano en solidaridad con el futbolista del Barça Dani Alves después del incidente en el estadio del Villareal. Se opone a las medidas de austeridad impulsadas por Angela Merkel, argumenta que el Estado tiene la responsabilidad de ayudar a los trabajadores, a los parados y a los pobres; pretende flexibilizar las leyes de inmigración... Y no ha perdido octanaje en sus diatribas contra la casta, término acuñado en Italia para referirse al privilegiado estamento político que ha hecho suyo Podemos en España. Hace pública su renta (sus ingresos como alcalde sumados a los de su mujer como maestra no llegaban al de un abogado medio en Roma) y la compara con el sueldo de los parlamentarios italianos: 12.000 euros netos al mes.
Cuando habla en el Parlamento, dirige la mirada a las cámaras, no a sus señorías. «Mi ambición personal es menos importante que la de mi país: soy parte de un equipo», asegura. Por eso, dice, las prisas. Italia no puede permitirse un minuto más de apatía. ¿Frenará Renzi algún día? «No me imagino un futuro en la política. Me gustaría ser profesor, quizá en la universidad. O presentador de televisión», se sinceró en una entrevista. O como le trató de inculcar su párroco: «Dios existe y no eres tú, así que relájate».
Los secretos del estilo Renzi
-VISTE COMO QUIERAS: Vaqueros, guiños rockeros... y la corbata, ¡fuera!
-'UNPLUGGED': Adiós a los mítines diseñados al milímetro. Los de Renzi son como conciertos acústicos en locales pequeños. Charla con el público.
-BIENVENIDOS A BORDO: Atrae a un votante de amplio espectro. Recuerda a aquel eslogan de Adolfo Suárez: «Lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda». Unas gotas de populismo para aderezar el guiso sin arruinarlo.
-REDES SOCIALES: Renzi no es nativo digital, pero como si lo fuera. Se maneja sin complejos. Los internautas detectan quién está en las redes a regañadientes. El ciberespacio es extensión de la calle, no una plataforma donde colar mensajes propagandísticos. Y Matteo Renzi lo sabe.
-SINCERIDADO: bama mostró el camino con sus autobiografías, en las que confesaba que consumió drogas y que pudo acabar en el arroyo. Renzi también ha escrito libros en los que se ha desnudado, al menos ideológicamente. Los títulos son contundentes, como Fuori! ('¡Fuera!'). Destilan rabia, ironía, humor y frescura.
-QUE SE LE ENTIENDA: No usa jerga fosilizada. Habla claro. Se permite latiguillos que la gente repite: «Dicho, ¡hecho!» o «¡Al desguace!».
-EMPATÍA: Sale del despacho, no se atrinchera en palacio. El Papa Francisco dio ejemplo cuando decidió alojarse en una residencia sin lujos. Renzi sabe lo que vale un macchiato.
-LA AUSTERIDAD EMPIEZA POR UNO MISMO: Conduce un Smart. Son gestos simbólicos, pero mientras llegan las reformas de gran calado dan la impresión de que algo se mueve.
-LEALTAD: No al aparato del partido, sino al ciudadano. Para sus superiores, Renzi es un traidor. Pero él entiende que al votante le traen sin cuidado las intrigas palaciegas si el que llega al poder defiende sus intereses.
-CERCANÍA: No hay debates pactados ni ruedas de prensa sin preguntas.
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