La autopsia de la troika revela el daño de un injerto antieuropeo
Ahora que la troika se ha convertido en una apestada, toca recordar su pedigrí entreverado y hacer balance de los cuantiosos daños y escasos beneficios que ha dejado.
La combinación de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional nació en 2010 para meter a Grecia en cintura. El extraño injerto nació de la desconfianza de Berlín hacia la Comisión Europea e impregnó los rescates de un espíritu de castigo contrario a la solidaridad europea. Cinco años y cinco rescates después (dos de Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre), el término troika se asocia en gran parte de Europa a recetas económicas contraproducentes, a tecnocracia sin control democrático y a dogmatismo sin resultados. Hasta sus principales valedores, incluida Alemania, aceptan ya que la palabra troika tal vez ha quedado contaminada para siempre.
Ninguna de las instituciones oculta ya su deseo de seguir por separado sus respectivas labores. El BCE, que no ha contribuido con préstamos a los rescates, probablemente sea el primero en abandonar, para evitar que su papel en la troika siga socavando su independencia como autoridad monetaria.
El FMI también parece llamado a retirarse a un segundo plano. Irlanda ya ha recibido permiso para adelantar el reembolso de los préstamos del Fondo, para librarse antes de su vigilancia. Portugal desea hacer lo mismo y, probablemente, reciba hoy la luz verde del Eurogrupo (ministros de Economía de la zona euro) para hacerlo.
La dilución de la troika no librará a los países rescatados de la supervisión internacional, porque tienen deudas multimillonarias no solo con el FMI, sino también con el fondo de rescate de la zona euro. Pero la relación entre acreedores y deudores se establecerá, previsiblemente, en términos de igualdad, sin el carácter de dominio y sumisión de los últimos años.
A partir de ahora, gracias en gran parte a la rebelión del nuevo Gobierno griego, las condiciones de los acreedores deberán tomar en cuenta la realidad política y social de cada país, y no al revés. Bruselas confía en que esta adaptación borre el estigma de las instituciones implicadas en la troika, que estaba dañando la imagen de la UE.
Con la nueva fórmula, tal vez se recupere la normalidad de una vigilancia que, fuera de la zona euro, se ha llevado a cabo sin tanto traumatismo. Desde que comenzó la crisis financiera en 2008, la Comisión y el FMI han participado en los rescates de Letonia (antes de que entrase en el euro), Hungría y Rumanía (todavía en marcha), y en ninguno de los tres países se ha provocado una reacción tan virulenta contra los organismos internacionales como la vivida en Irlanda, Portugal y, sobre todo, en Grecia.
Los analistas creen que parte de la rebelión contra la troika dentro de la zona euro se debe al error de sus diagnósticos (interpretó igual crisis de orígenes muy diferentes,) y al fracaso de la mayoría de su recetas, que han dejado con una caída acumulada del PIB, entre 2009 y 2013, de más del 20% cuando le auguraban solo -3,5%; a Portugal, con -6% y no el -2,8%, y a Irlanda con un crecimiento del 1,5% y no del 5,4%. Las cifras de paro también se han reducido mucho más de lo previsto. Y en los tres casos, el ratio de deuda/PIB es mucho más elevado en 2014 que en 2010 y no se descarta que haga falta algún tipo de renegociación de la deuda.
La troika reivindica la corrección de la balanza comercial que arrojaba déficits muy elevados. Pero solo en Irlanda se ha logrado un superávit fiable. La rebaja de las primas de riesgo, otro presunto éxito, se atribuye a los programas de compra de deuda del BCE.
Tanto desaguisado se ha cometido con la complicidad de la Comisión, que se resistió a la creación de la troika y acabó siendo su socio más entusiasta. Y con el silencio del Parlamento Europeo, que solo en 2014 hizo un par de informes, cuando el daño ya era irreparable. Para más inri, uno de los informes exculpaba en parte a la troika y cargaba contra los países rescatados.
Tercer asalto entre Varoufakis y Dijsselbloem
El Eurogrupo volverá hoy a reunirse en Bruselas tras el desastroso encuentro del pasado miércoles, en el que el ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, chocó frontalmente con el resto de sus colegas. La cita se prevé de alta tensión, porque la zona euro pretende prorrogar el rescate de Grecia (que expira el 28 de febrero) mientras que el nuevo Gobierno griego exige poner punto final al rescate de la troika (iniciado en 2010) y pactar un nuevo tipo de formato y de relación.
La reunión de hoy será el tercer asalto entre el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, y Varoufakis. De los dos anteriores, Dijsselbloem salió muy mal parado. En Atenas, Varoufakis sorprendió al holandés anunciando en rueda de prensa, de manera imprevista, que “la troika se ha terminado”. Una semana después de ese desafío en público, Varoufakis asistía por primera vez al Eurogrupo y frustraba todos los intentos de Dijsselbloem de pactar una fórmula de compromiso sobre la continuidad del rescate.
Las relaciones quedaron tan deterioradas que se suspendieron todas las negociaciones, aunque, al día siguiente, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, firmó la paz con Dijsselbloem. Ambos acordaron poner en marcha los contactos técnicos para preparar la reunión de hoy, en la que el presidente del Eurogrupo volverá a verse las caras con Varoufakis. Esta vez, el holandés se ha curado en salud y ha asegurado que la reunión se prevé muy difícil y que es “muy pesimista” sobre la posibilidad de alcanzar un resultado definitivo.
Varoufakis y Dijsselbloem llegan magullados al tercer asalto. El liderazgo del holandés, que ya estaba en entredicho, ha quedado seriamente dañado y las críticas a su gestión cada vez se disimulan menos en Bruselas. Pero el explosivo carácter del ministro griego también le pone en la cuerda floja y empiezan las apuestas sobre la longevidad política del hasta ahora profesor de Economía.
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