Mariano Rajoy arrancó campaña electoral y carrera en defensa del centro político en la tierra donde nació su inventor, Ávila, y acompañado por su hijo, Adolfo Suárez Illana. Y lo hizo en la plaza de la capital castellana que lleva el nombre del expresidente del Gobierno y junto a la estatua erigida en su honor. Todo preparado para que el jefe del Ejecutivo se declare heredero y devoto de la Transición y del marco constitucional, además de futuro practicante del 'consenso' suarista de aquella etapa de la historia de España. La irrupción de Albert Rivera en ese espacio de 'centro' aprieta y la fragmentación del voto anunciado obliga al diálogo.
Ávila, feudo del PP por antonomasia, es fiel testigo de los últimos cambios en el mapa electoral. Después de 24 años de hegemonía absoluta de los populares en todo tipo de comicios, Ciudadanos irrumpió el 24-M en el ayuntamiento de la capital con 5 ediles frente a 9 del PP y 11 de las demás formaciones. El alcalde, José Luis Rivas, lo es porque los concejales de Rivera no se atrevieron la noche antes de reunirse el pleno correspondiente a consumar el pacto que tenían a punto con los otros grupos para hacerse con el cargo y barrer al PP.
Rivas gobierna (o lo intenta) con el permiso provisional de Ciudadanos y pendiente de que desde Barcelona puedan autorizar a sus ediles una moción de censura con la izquierda: PSOE (4), la versión abulense de Podemos (3) e IU (3). Es una situación muy parecida a lo que le puede ocurrir a Rajoy después de las elecciones del 20-D si los resultados finales se parecen al diagnóstico del CIS: poco más de un tercio de los diputados para el Partido Popular (122-128) frente a un resto, 220, dividido como nunca antes.
Ávila retrata y anticipa toda la historia electoral de España desde 1977 en el espacio del centro derecha. Fue el primer feudo de la UCD de Adolfo Suárez y luego el último reducto del CDS hasta que José María Aznar, diputado por la ciudad de Santa Teresa antes de serlo por Madrid, logró desde la bases de Alianza Popular la unión de todo el centro derecha en el PP refundado (1990) hasta convertirse en la alternativa al PSOE de Felipe González.
Los socialistas siempre fueron los segundos en una circunscripción donde los populares llegaron a casi triplicar al PSOE en votos en los tiempos de Ángel Acebes como cabeza de candidatura. Ahora es una provincia donde aparece con claridad la ruptura de la unión del centro derecha, pero donde también se mide el desastre de los socialistas.
Según el macrosondeo del CIS, las bases de los populares aguantan el ascenso de Ciudadanos hasta garantizar el clásico 2-1 en el reparto de escaños, pero la novedad consiste en que el tercero no es para el PSOE, sino para los de Albert Rivera. Los candidatos de Ciudadanos no son desconocidos en la provincia porque proceden de las filas populares, se han reciclado desde UPyD e, incluso, han hecho el periplo completo como Manuel Vicente, su antiguo aspirante a entrar en la Diputación provincial.
La defensa de ese centro político que el PP representaba en régimen de monopolio desde las elecciones generales de 1993 y que Ciudadanos disputa ahora es la clave para que Rajoy pueda seguir en el poder, aunque sea pendiente de pactos de perdedores, e hipotecado como le pasa a Rivas en Ávila. Rivera se proclama heredero del fundador de la UCD. El presidente del Gobierno arrancó su campaña precisamente en la plaza de Adolfo Suárez de la capital castellana previa petición de ayuda a su hijo, que cumplió con el requerimiento después de su fugaz paso por el PP como candidato a la Junta de Castilla-La Mancha en 2003.
La experiencia de Rajoy, según Suárez Illana
"España necesita unas manos expertas como las de Rajoy para terminar de salir de esta crisis porque todavía queda mucho por hacer", dijo Suárez Illana acompañado por un presidente del Gobierno que le escuchaba encantado y rodeado de centenares de abulenses simpatizantes o militantes. El exdirigente del PP, retirado de la política desde hace 12 años, alabó la templanza y la experiencia del jefe del Ejecutivo y se declaró orgulloso de pedir el voto para los populares, aunque dijo que también comprendía a los paisanos que se inclinarán por otros partidos.
Rajoy pidió el voto en la plaza y después, en el mercado, compró unas yemas de Santa Teresa como es de rigor y recordó a los hijos más ilustres de la ciudad, desde San Juan de la Cruz a Isabel la Católica y Adolfo Suárez. Destacó que el expresidente fue ante todo "un hombre de Estado y un patriota". Y visto también el panorama de fragmentación del voto, pactos y coaliciones introdujo en su discurso la palabra mágica de la Transición, el consenso, para anunciar que vienen tiempos de diálogo, tolerancia y "grandes acuerdos" en lo fundamental: la Constitución que fue posible por el consenso de Suárez, la unidad de España y el pacto frente al terrorismo yihadista.
Después de darse el baño de multitud y paseo ciudadano que requiere el estilo de campaña decidido en la sede de Génova para estos comicios, Rajoy se dirigió de forma discreta a la catedral del Salvador para visitar con Suárez Illana, a solas y sin testigos, la tumba del protagonista de la Transición y su mujer, Amparo Illana. No se sabe si el presidente del Gobierno rezó.
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