El riesgo de que los deudores -empresas, entidades públicas o países- no puedan hacer frente a sus compromisos se mide por los famosos CDS ('credit defalult swaps'), seguros que los acreedores compran para cubrirse del riesgo de impago -si este se produce, el seguro les paga las pérdidas-. Cuanto más alta es la prima que se exige por estos seguros, mayor es el riesgo percibido. Pues resulta que estas primas -medidas por unos índices que se llaman iTraxx- se han disparado en los últimos días a sus niveles más altos de los últimos tres años, lo que indica que los inversores temen que la situación económica global provoque la incapacidad de muchos emisores para pagar sus deudas.
Se trata de un fenómeno generalizado, no solo de los países periféricos. Así, uno de los grandes perjudicados por el movimiento del CDS de ayer fue Deutsche Bank, cuyos seguros de impago alcanzaron ayer máximos desde 2011. La traducción fue un desplome generalizado de las bolsas, en especial del sector financiero, hasta nuevos mínimos anuales y una fuerte subida de lasprimas de riesgo de la deuda pública; no solo las de España , Grecia o Italia, sino también las de Francia u Holanda.
¿A qué se debe este pánico por los posibles impagos? Básicamente, a la situación económica actual, donde la ralentización de China -que celebró ayer su Año Nuevo y donde cada vez hay más temor a una devaluación incontrolada del yuan-, la caída de las materias primas y la recesión de los países emergentes amenazan con provocar una ola deflacionista (de caída de precios) global. Eso sería muy negativo para las empresas y países con alto endeudamiento, puesto que la inflación reduce esa deuda a medio y largo plazo (el dinero vale menos con el tiempo, y con él las deudas), mientras que la deflación la incrementa. De esta forma, las primas de riesgo -diferencial de su bono con el alemán- de toda Europa subieron ayer entre el 10% de la francesa y el 18% de la irlandesa.
La banca se lleva la peor parte
Pero, además, esta situación afecta a los bancos por varios frentes. La crisis emergente y de las materias primas está provocando que los inversores de estos países salgan masivamente de los fondos de inversión, que normalmente están gestionados por bancos, y vendan las acciones y los bonos que tienen en cartera, lo que hace bajar su precio. Por otro lado, la amenaza deflacionista provoca que el BCE mantenga los bajísimos tipos de interés actuales durante más tiempo (el euríbor ya ha entrado en negativo), que están destrozando los márgenes del negocio puro bancario, como se ha demostrado en la presentación de resultados de 2015.
Además, existen temores a que los costes de reestructuración, las amortizaciones de activos tóxicos, las menores comisiones de la operativa en mercados y en fondos acaben por tirar por la borda los resultados de la banca en 2015 y reduzcan todavía más la confianza de los inversores en el sector, según explica la firma de análisis CreditSights a Bloomberg. De ahí la sangría que se vivió el lunes en la banca de toda Europa, con desplomes del 9,5% para Deutsche, del 6,21% para Santander, del 6,12% para Société Générale, del 5,93% para ING, etc.
España, presa de la debilidad y del riesgo político
Además, esta situación se agrava en el caso español. "El riesgo sistémico se ha disparado y, en esas circunstancias, es normal que se castigue más a los países y valores más débiles, lo que está pasando hoy con los bonos de los países periféricos europeos". En esas condiciones, "la deuda pública y los sectores financieros de peor calidad son los que más caen", como los españoles. Así, el bono español marcó ayer una rentabilidad del 1,76% y la prima de riesgo se fue hasta 155 puntos básicos, su nivel más alto desde julio del año pasado. Además, en nuestro país, hay que añadir el 'plus' de la incertidumbre política.
Pero la verdadera sangría se da en la banca española, que ya había sido castigadísima desde agosto por los temores citados anteriormente, más el miedo a una recaída de la economía si finalmente se forma un Gobierno PSOE-Podemos y el contagio del derrumbe de la banca italiana, que va a necesitar un rescate parecido al que recibieron las cajas españolas en 2012. Con el nuevo descalabro de ayer, las cifras son aterradoras: en lo que va de año, Popular pierde casi el 29%, Bankia, el 25,5%, Caixabank, el 22,9% y Santander, el 22,9%.
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