Ausbanc: Lo que la verdad oculta
Rafael Rubio
El desarrollo del vasto imperio que logró labrar con sus mafiosas técnicas no hubiera sido posible sin la pasividad y el concurso de importantes poderes del Estado y de la sociedad en general. La propia banca, principal damnificada, alimentó al monstruo
Luis Pineda, presidente de Ausbanc, ideólogo y máximo responsable de la trama de extorsión puesta al descubierto con todo detalle por el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, no creó su vasto imperio de 41 empresas de la noche a la mañana. Tampoco fue una labor que realizó en solitario, sin el apoyo de algunos que ahora le critican y decían conocer su actividad delictiva. El origen y desarrollo de Ausbanc sólo fue posible gracias a la pasividad, ayuda, silencio y complicidad de toda una serie de instituciones desde la banca hasta la magistratura, pasando también por algunos medios de comunicación.
Listo y atrevido, Pineda supo en cada momento atraer a las instituciones y a los profesionales que podrían ayudarle para lograr su objetivo, que nunca fue otro que lucrarse lo más rápido posible, aparentando la defensa de los consumidores. Muy pocos hicieron frente a su chantaje y altanería y, los que se le opusieron, debieron sufrir su persecución y demandas ante la falta, muchas veces, de apoyo y solidaridad de sus colegas, que prefirieron siempre mirar hacia otro lado.
El Banco de España fue uno de sus primeros objetivos. Para una asociación que se anunciaba como defensora de los consumidores y usuarios bancarios, el apoyo del organismo regulador resultaba vital, a fin de lograr visibilidad y credibilidad ante los bancos y cajas de ahorros, a los que se dirigía para que realizaran sus aportaciones dinerarias. Y el Banco de España cayó como un bendito. Al final de los años ochenta, sus máximos responsables acudían a los eventos que organizaba Ausbanc y entregaban los premios que otorgaba a las entidades financieras que mejor se portaban con la falsa asociación de consumidores. La situación llegó a ser tan absurda y ridícula que un año, los premios se entregaron en la discoteca "Pachá" de Madrid y allí acudió el bueno de Luis Ángel Rojo, gobernador de la entidad, sin saber bien quién le había metido en esa encerrona. El acto, a media luz, resultó un fiasco y alguien echó entonces en cara al Banco de España su apoyo a las actividades de Ausbanc, que ya había comenzado a recaudar importantes fondos entre las entidades financieras, a cambio de tratarlas bien en su revista y no plantearles ningún conflicto jurídico. El Banco de España señaló a un director general, Ángel Madroñero, como la persona a través de la que llegó Pineda a la institución. A partir de entonces, no volvió a apoyar ninguna actividad de Ausbanc, aunque tampoco mostró su rechazó de manera pública a las formas y el comportamiento de esta falsa asociación de consumidores y usuarios bancarios.
Sin embargo, los primeros años de apoyo del Banco de España fueron suficientes para poner en órbita a Ausbanc y para dar entrada a Pineda a buena parte de los medios de comunicación. Quería dar la imagen de ser el Robin Hood de los consumidores contra el inmenso poder de las grandes entidades financieras y, en buena medida, lo consiguió, logrando mantener ese crédito durante mucho tiempo en diarios, revistas y emisoras de radio. Fue la época en la que Pineda acudía a las ruedas de prensa de las entidades financieras, como si fuera un periodista más, con el deseo de mezclarse con los profesionales del cuarto poder en su convencimiento de que tenía que establecer relaciones con todos los poderes. Y fue así, hasta que la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) envió una carta a los bancos y cajas de ahorros informándoles de que sus miembros no asistirían a las ruedas de prensa a las que fueran convocadas por estas entidades, si se invitaba al mismo tiempo al presidente de Ausbanc. A partir de ese momento, Luis Pineda empezó a tener dificultades para hacerse oír entre los medios de comunicación, pese a que hubo algunos profesionales que defendieron, prácticamente hasta el último momento, que Ausbanc era una fuente de información a la que había que dar cobertura y todo el apoyo necesario.
Por entonces, Luis Pineda ya había establecido unas más que estrechas relaciones con el poder político a través de sus buenas relaciones con el Partido Popular y también con el PSOE en Andalucía. Gracias a esas relaciones logró que su mujer fuera nombrada directora general de Consumo en la época de Alberto Ruiz Gallardón, como presidente de la Comunidad de Madrid, con Luis Blázquez, como consejero de Economía. Fueron sólo dos años de mandato, pero suficientes para hacerse con todos los resortes que le permitieron acceder a innumerables subvenciones para la organización de actos y cursos de formación, que reportaron a Ausbanc muchos cientos de miles de euros. Fueron también muy buenas sus relaciones con Esperanza Aguirre cuando ésta accedió a la presidencia de la Comunidad. No es casualidad que el mayor apoyo de Esperanza Aguirre coincidió con el periodo en el que la asociación de Pineda más atacó a Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid. Desde Caja Madrid se trató de que la Comunidad retirara tal apoyo, pero a la vista de los resultados, éstos intentos sólo lograron hacer que Pineda se creciera todavía más hasta llegar a presentarse como acusación particular, a través de Manos Limpias, en el caso contra Blesa. Una constante de Pineda ha sido dejarse utilizar, a cambio de sustanciosas compensaciones, contra determinados personajes de la vida económica.
Y, naturalmente, no se olvidó del poder judicial. A partir del año 2000, Pineda comenzó a organizar unos Foros de Justicia y Foros Jurídicos en los que estrechó sus relaciones con magistrados, fiscales, abogados y procuradores, a los que pagaba importantes dietas por su participación que algunos de ellos rehusaron aceptar. La nómina de profesionales de la Justicia que intervinieron en estos foros haría enrojecer a muchos de ellos, a la vista del entramado que ahora está saliendo a la luz. Ni el Consejo General de la Abogacía, ni ninguna de las asociaciones de jueces se manifestó nunca contra Ausbanc, sino más bien todo lo contrario: colaboró con sus actividades y se convirtió también en cómplice necesario para el desarrollo de Ausbanc.
Los bancos estaban a final de esta cadena bien engarzada y deberían ser los que facilitarían los medios económicos para mantener el creciente imperio de Luís Pineda. Recuerdo a la jefa de prensa de una entidad bancaria que, siendo yo presidente de la APIE, me hizo una llamada por teléfono. "¿Cuándo vais a hacer algo contra Ausbanc?", me dijo. "Luis Pineda acaba de salir de mi despacho y me pide una millonada en publicidad, si no queremos ser atacados en su revista", me insistió algo nerviosa. Yo sólo pude responderle: "¿Y qué vais a hacer vosotros, los bancos y cajas de ahorros, que no dudáis en darle el dinero que pide?".
Como era de esperar, los siguientes números de la revista de Ausbanc comenzaron a incorporar publicidad de aquella entidad financiera, señal inequívoca de que había claudicado ante la demanda de Pineda. Sólo tres entidades financieras, el desaparecido Barclays, Caja Madrid y BBVA en su última etapa, se resistieron a pagar a Ausbanc. Hubo un banco que se resistió tres días a no seguir pagando a la asociación de Pineda, aprovechando el cambio de director de comunicación en la entidad. Al cuarto día, Ausbanc colocó una mesa en su sede central en Palma de Mallorca denunciando las hipotecas que comercializaba dicha entidad. Al quinto día, la mesa desapareció porque el banco decidió volver a pagar. Pese a este tipo de prácticas, nunca la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), ni la Asociación de Banca (AEB) hicieron la más mínima manifestación en contra de Ausbanc. Nunca. Por el contrario, alguna entidad financiera parecía contar siempre con el apoyo de la asociación de Pineda cuando anunciaba alguna estrategia comercial. Otra entidad llegó a utilizarle para que se personara en la acusación contra un antiguo banquero. Todo muy ejemplar.
Sorprende la naturalidad con la que algunos reconocen públicamente que no les ha sorprendido la detención de Luis Pineda por las prácticas que utilizaba. Nos debería hacer reflexionar a todos que la Fiscalía haya tardado tanto en intervenir cuando muchas de esas prácticas se denunciaron en la prensa. Y es que las acusaciones contra Pineda no son una tontería: extorsión, amenazas, estafa, administración desleal, fraude de subvenciones y pertenencia a organización criminal.
Listo y atrevido, Pineda supo en cada momento atraer a las instituciones y a los profesionales que podrían ayudarle para lograr su objetivo, que nunca fue otro que lucrarse lo más rápido posible, aparentando la defensa de los consumidores. Muy pocos hicieron frente a su chantaje y altanería y, los que se le opusieron, debieron sufrir su persecución y demandas ante la falta, muchas veces, de apoyo y solidaridad de sus colegas, que prefirieron siempre mirar hacia otro lado.
El Banco de España fue uno de sus primeros objetivos. Para una asociación que se anunciaba como defensora de los consumidores y usuarios bancarios, el apoyo del organismo regulador resultaba vital, a fin de lograr visibilidad y credibilidad ante los bancos y cajas de ahorros, a los que se dirigía para que realizaran sus aportaciones dinerarias. Y el Banco de España cayó como un bendito. Al final de los años ochenta, sus máximos responsables acudían a los eventos que organizaba Ausbanc y entregaban los premios que otorgaba a las entidades financieras que mejor se portaban con la falsa asociación de consumidores. La situación llegó a ser tan absurda y ridícula que un año, los premios se entregaron en la discoteca "Pachá" de Madrid y allí acudió el bueno de Luis Ángel Rojo, gobernador de la entidad, sin saber bien quién le había metido en esa encerrona. El acto, a media luz, resultó un fiasco y alguien echó entonces en cara al Banco de España su apoyo a las actividades de Ausbanc, que ya había comenzado a recaudar importantes fondos entre las entidades financieras, a cambio de tratarlas bien en su revista y no plantearles ningún conflicto jurídico. El Banco de España señaló a un director general, Ángel Madroñero, como la persona a través de la que llegó Pineda a la institución. A partir de entonces, no volvió a apoyar ninguna actividad de Ausbanc, aunque tampoco mostró su rechazó de manera pública a las formas y el comportamiento de esta falsa asociación de consumidores y usuarios bancarios.
Sin embargo, los primeros años de apoyo del Banco de España fueron suficientes para poner en órbita a Ausbanc y para dar entrada a Pineda a buena parte de los medios de comunicación. Quería dar la imagen de ser el Robin Hood de los consumidores contra el inmenso poder de las grandes entidades financieras y, en buena medida, lo consiguió, logrando mantener ese crédito durante mucho tiempo en diarios, revistas y emisoras de radio. Fue la época en la que Pineda acudía a las ruedas de prensa de las entidades financieras, como si fuera un periodista más, con el deseo de mezclarse con los profesionales del cuarto poder en su convencimiento de que tenía que establecer relaciones con todos los poderes. Y fue así, hasta que la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) envió una carta a los bancos y cajas de ahorros informándoles de que sus miembros no asistirían a las ruedas de prensa a las que fueran convocadas por estas entidades, si se invitaba al mismo tiempo al presidente de Ausbanc. A partir de ese momento, Luis Pineda empezó a tener dificultades para hacerse oír entre los medios de comunicación, pese a que hubo algunos profesionales que defendieron, prácticamente hasta el último momento, que Ausbanc era una fuente de información a la que había que dar cobertura y todo el apoyo necesario.
Por entonces, Luis Pineda ya había establecido unas más que estrechas relaciones con el poder político a través de sus buenas relaciones con el Partido Popular y también con el PSOE en Andalucía. Gracias a esas relaciones logró que su mujer fuera nombrada directora general de Consumo en la época de Alberto Ruiz Gallardón, como presidente de la Comunidad de Madrid, con Luis Blázquez, como consejero de Economía. Fueron sólo dos años de mandato, pero suficientes para hacerse con todos los resortes que le permitieron acceder a innumerables subvenciones para la organización de actos y cursos de formación, que reportaron a Ausbanc muchos cientos de miles de euros. Fueron también muy buenas sus relaciones con Esperanza Aguirre cuando ésta accedió a la presidencia de la Comunidad. No es casualidad que el mayor apoyo de Esperanza Aguirre coincidió con el periodo en el que la asociación de Pineda más atacó a Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid. Desde Caja Madrid se trató de que la Comunidad retirara tal apoyo, pero a la vista de los resultados, éstos intentos sólo lograron hacer que Pineda se creciera todavía más hasta llegar a presentarse como acusación particular, a través de Manos Limpias, en el caso contra Blesa. Una constante de Pineda ha sido dejarse utilizar, a cambio de sustanciosas compensaciones, contra determinados personajes de la vida económica.
Y, naturalmente, no se olvidó del poder judicial. A partir del año 2000, Pineda comenzó a organizar unos Foros de Justicia y Foros Jurídicos en los que estrechó sus relaciones con magistrados, fiscales, abogados y procuradores, a los que pagaba importantes dietas por su participación que algunos de ellos rehusaron aceptar. La nómina de profesionales de la Justicia que intervinieron en estos foros haría enrojecer a muchos de ellos, a la vista del entramado que ahora está saliendo a la luz. Ni el Consejo General de la Abogacía, ni ninguna de las asociaciones de jueces se manifestó nunca contra Ausbanc, sino más bien todo lo contrario: colaboró con sus actividades y se convirtió también en cómplice necesario para el desarrollo de Ausbanc.
Los bancos estaban a final de esta cadena bien engarzada y deberían ser los que facilitarían los medios económicos para mantener el creciente imperio de Luís Pineda. Recuerdo a la jefa de prensa de una entidad bancaria que, siendo yo presidente de la APIE, me hizo una llamada por teléfono. "¿Cuándo vais a hacer algo contra Ausbanc?", me dijo. "Luis Pineda acaba de salir de mi despacho y me pide una millonada en publicidad, si no queremos ser atacados en su revista", me insistió algo nerviosa. Yo sólo pude responderle: "¿Y qué vais a hacer vosotros, los bancos y cajas de ahorros, que no dudáis en darle el dinero que pide?".
Como era de esperar, los siguientes números de la revista de Ausbanc comenzaron a incorporar publicidad de aquella entidad financiera, señal inequívoca de que había claudicado ante la demanda de Pineda. Sólo tres entidades financieras, el desaparecido Barclays, Caja Madrid y BBVA en su última etapa, se resistieron a pagar a Ausbanc. Hubo un banco que se resistió tres días a no seguir pagando a la asociación de Pineda, aprovechando el cambio de director de comunicación en la entidad. Al cuarto día, Ausbanc colocó una mesa en su sede central en Palma de Mallorca denunciando las hipotecas que comercializaba dicha entidad. Al quinto día, la mesa desapareció porque el banco decidió volver a pagar. Pese a este tipo de prácticas, nunca la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), ni la Asociación de Banca (AEB) hicieron la más mínima manifestación en contra de Ausbanc. Nunca. Por el contrario, alguna entidad financiera parecía contar siempre con el apoyo de la asociación de Pineda cuando anunciaba alguna estrategia comercial. Otra entidad llegó a utilizarle para que se personara en la acusación contra un antiguo banquero. Todo muy ejemplar.
Sorprende la naturalidad con la que algunos reconocen públicamente que no les ha sorprendido la detención de Luis Pineda por las prácticas que utilizaba. Nos debería hacer reflexionar a todos que la Fiscalía haya tardado tanto en intervenir cuando muchas de esas prácticas se denunciaron en la prensa. Y es que las acusaciones contra Pineda no son una tontería: extorsión, amenazas, estafa, administración desleal, fraude de subvenciones y pertenencia a organización criminal.
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