Esta es la máxima que inspira el conato de programa electoral de Podemos e Izquierda Unida -apenas 17 páginas-, construido a partir de una idea central: los problemas se resuelven con dinero, como en la canción de ABBA: 'Money, Money, Money'.
En relación a la cuantía del salario mínimo, por ejemplo, la coalición plantea un calendario de incremento que permita alcanzar los 800 euros al mes (655,20 euros en la actualidad) por 14 pagas al final de los dos primeros años de legislatura, y de 900 euros en 2019.
¿Y a cuánto ascendería la renta mínima garantizada? Pues se aplicaría a una cuantía inicial de 600 euros mensuales para las unidades de convivencia (se huye del término familia) de un solo miembro, aumentando progresivamente en función del número de individuos (35% adicional para el segundo miembro, y 20% por cada uno de los siguientes) hasta un máximo de 1.290 euros. Es decir, los poderes públicos garantizarían hasta un 79,5% del salario medio, según los datos de INE. No parece el mejor incentivo para buscar un empleo o crear una empresa.
Los problemas, como se ve, son y se solucionan con dinero. Y de hecho, se alcanza la gloria cuando en el párrafo sobre la financiación autonómica se proclama, ni más ni menos, que: “La financiación no podrá ser un obstáculo para el desarrollo del marco competencial propio” de cada territorio.
No es fácil oponerse de plano a estos principios. Al fin y al cabo, las necesidades son muchas y las demandas, por ende, son infinitas. Sobre todo después de la crisis, que ha dejado en la estacada a millones de hogares que requieren de las políticas públicas. Pero las restricciones presupuestarias existen salvo que se quiera ahogar el sistema productivo.
El problema, parece obvio, es cómo lograr esos objetivos sin que el dinero -el maldito parné del que hablaba la copla- vaya a caer del cielo. Y lo que se propone es verdaderamente singular. Se pretende elevar en tres puntos los ingresos públicos respecto del PIB -hasta poco más del 41%- al final de legislatura. Sin duda, un objetivo razonable para un país con graves problemas de recaudación (la segunda presión fiscal más baja de la eurozona), pero que choca con la realidad de los hechos. Como es razonable reclamar mayor estabilidad en el empleo o una banca pública especializada en financiar el sistema productivo, pero funcionando con criterios de mercado y no fomentando el clientelismo.
Patrón de crecimiento
Lo cierto es que, después de la brutal subida de impuestos de la pasada legislatura (IVA, IRPF, IBI, especiales…), el Estado solo ha sido capaz de aumentar los ingresos en dos puntos de PIB, lo cual hace poco creíble el planteamiento. A no ser que se cambie el modelo productivo, lo cual, dicho sea de paso, no aparece en el documento.No estará de más recordar, en este sentido, que España es el país de la eurozona con menor recaudación por IVA, lo cual no se debe, precisamente, a que los tipos nominales sean bajos (todo lo contrario), sino a que los tipos implícitos (la estructura del impuesto) están agujerados, lo que explica los bajos ingresos. Pese a ello, se propone una rebaja para aumentar la recaudación. Ver para creer.
No parece suficiente luchar contra el fraude fiscal -sin duda necesario- para recaudar esos 30.000 millones de euros adicionales que consideran posible los redactores del programa sin hacer una economía más competitiva (y no parece la mejor idea subir los impuestos a las empresas) y de mayor productividad, lo cual no es fácil hacerlo en una legislatura, aunque sea asaltando los cielos piolet en mano. O controlando el BOE creando empresas públicas por decreto.
No es menos llamativo que se reclame una auténtica política fiscal europea: un presupuesto común con un peso significativo, un mecanismo de transferencia de recursos entre países en función de su situación cíclica, la emisión de eurobonos y un mayor grado de armonización en algunos impuestos, particularmente el de sociedades. Pero, al mismo tiempo, se plantea una política divergente de la que se hace en Europa, que es, precisamente, quien pone el dinero. El BCE paga la fiesta imprimiendo billetes, pero hasta los banqueros de Fráncfort se cansarán algún día.
Claro está, a no ser que el programa sea un brindis al sol, como pedir de forma airada “conocer los titulares de las cuentas bancarias en paraísos fiscales”. Ni siquiera la Hacienda de EEUU lo ha conseguido. Iglesias y Garzón, es posible.
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