Quizá sea una de las uniones más esperadas en el tenis. El vínculo entre Carlos Moyà y Rafael Nadal dará comienzo cuando parece más necesario: tras una temporada de problemas físicos que ha dejado al campeón como número 9 mundial, tras año y medio alejado de las copas de Grand Slam y en un contexto de cambios donde ha surgido un número 1 inédito y en el que los más jóvenes comienzan a tomar posiciones. El mallorquín acompañará al campeón de 14 grandes en una selección de torneos durante la temporada 2017, servirá de abrigo en los entrenamientos buscando los elementos clave para el ascenso de Rafael y, sobre todo, buscará en una química creada mucho tiempo atrás una paz competitiva para recuperar el mejor nivel posible con la treintena ya cumplida en las piernas del balear.
Así, y cuando restan menos de dos semanas para el inicio de la nueva temporada, un curso que Nadal comenzará en el torneo de Brisbane, a un puñado de kilómetros de Melbourne, la ciudad que alberga el primer Grand Slam del curso, Rafael y Carlos ya trabajan buscando crear una atmósfera de equilibrio y ambición para escribir un curso ilusionante.
Amplitud de miras
La fórmula empleada por Nadal para introducir elementos en su entorno más cercano muestra una actitud no del todo habitual en el deporte profesional de primer nivel y sí una fidelidad al trabajo hecho, confianza en personas de elevado conocimiento sobre su figura y consciencia en la búsqueda de mejora: conservar lo que ha dado rendimiento en el pasado (compañía de Toni Nadal y Francis Roig) y adherir una nueva perspectiva (Carlos Moyà) para enriquecer la visión global del equipo sobre las necesidades actuales. Apartado de grandes bandazos bien avanzada su carrera, lejos de descomponer la estructura que le ha levantado como leyenda del circuito, y no son pocos los casos en los que miembros de un equipo entran y salen de un bloque, por los motivos que sean, el mallorquín ha optado por la unión cómo vehículo hacia la fuerza. Notable en una figura del calibre deportivo del que hablamos.
Cercanía entre grandes
La figura de Moyà transmite una sensación de trabajo en el hogar en el contexto de Nadal. El hombre que representaba desde la cercanía de Mallorca todo lo que un día el de Manacor quiso ser. Esta unión representa la humildad en dos direcciones. Es el primer número 1 en la historia del tenis español, un compañero que aceptó la irrupción de un joven que llegaría más alto que ningún otro, un deportista que confió en Rafa con apenas 18 años, previa conocida consulta del ahora campeón de 14 grandes (“si tú no lo ves claro, yo no juego”), para buscar y ganar en la temporada 2004 ante Estados Unidos la Copa Davis, un objetivo eterno en la carrera de Moyà y que ambos ganaron liderando a España. Entonces fue Carlos quien aceptó la situación y, teniendo la sencillez para buscar la causa común, tuvo la entereza para dar el paso. El vínculo que ahora se forma es la unión de dos confidentes capaces de mantener una relación intacta pese al crecimiento profesional, libre de egos, para la búsqueda del bien de ambos. En esta ocasión es Rafael, necesitado de un aire fresco en una etapa por relanzar en su carrera, el que tiende la mano confiando en la figura del compañero. Un gesto notable en lo alto del deporte profesional.
Confianza en el resultado
Dentro de la cautela que la circunstancia obliga, Carlos Moyà no ha tenido reparos en mostrar públicamente la altura de vuelo que reserva en sus manos el mallorquín. Ganar Grand Slams e, incluso, llegar a hablar del número 1, no han sido temas evitados en las primeras horas tras su nombramiento oficial como miembro del equipo. Para perseguir un objetivo primero hay que creer en él, visualizarlo y trazar un plan para buscarlo. Poniendo el punto en la necesidad de evitar la incidencia de las lesiones (hablamos de una carrera muy castigada en este sentido, con la mitad de 2016 borrada de un plumazo por una muñeca izquierda maltrecha), mantener el cuerpo intacto será una clave evidente para la temporada 2017. Si de algo ha carecido Rafael en los últimos tiempos ha sido de continuidad de juego y sensaciones, y ha mostrado una clara dificultad para sacudirse altibajos que arañan la impresión moral ganada a pulso durante años en el vestuario. Arroparse por una persona cercana y conocedora como pocos de la realidad del circuito quizá sea una decisión vital para endurecer ese aspecto anímico del juego.
En un circuito donde el empleo de grandes jugadores con la carrera ya escrita es cada vez más norma, el paso adelante de un jugador metódico y cuidadoso en cada cambio. La alianza entre Moyà y Nadal está por escribir, y podemos estar ante un episodio clave en el tramo actual de la carrera del campeón de 14 grandes. Una temporada por delante para observar la dirección que toma el camino. Una cosa parece clara para un jugador criado deportivamente por su tío y fiel a sus hombres de trabajo: lo que se ha levantado en casa se tratará de terminar en casa.
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