Era una cena restringida, cada tres o cuatro meses. Siempre organizaba el mismo anfitrión, Emilio Botín (Banco Santander), y asistían como invitados Isidre Fainé (Grupo Caixa), José Ignacio Goirigolzarri(Bankia) y Luis de Guindos (ministro de Economía). Este sanedrín se gestó de manera informal tras el cese abrupto de Rodrigo Rato y el rescate de la entidad financiera. Era una especie test de estrés del sector, pero con copa y puro a los postres, sin mayor pretensión que compartir impresiones sobre la salud del recién asistido y asegurarse de que su situación crítica no castigase al resto del sistema.
Según reconoce uno de los asistentes, la cita se repitió en el tiempo durante casi dos años, hasta que Emilio Botín falleció de manera imprevista en septiembre de 2014. A partir de entonces, ningún teléfono volvió a sonar para convocar la cena. Nadie barajó la opción de incorporar a otro comensal. Tampoco la nueva presidenta del Banco Santander hizo el menor ademán por mantener esa tradición de su padre. Es más, ni siquiera hubo cruce de llamadas de cortesía para presentarse ante sus 'homólogos'. Ana Botín llegaba con otra agenda y otro estilo y lo dejó claro desde el primer día.
La generación que durante casi dos décadas ha llevado las riendas del Ibex 35 es la que ahora —por las buenas o por las malas— va cediendo el testigo
Esta anécdota ilustra el cambio de usos y costumbres que vive el capitalismo patrio. La generación que durante casi dos décadas ha llevado las riendas del Ibex 35, a esos que Podemos bautizó como la 'casta', es la que ahora —por las buenas o por las malas— va cediendo el testigo. Probablemente, los protagonistas más destacados de esa época son Emilio Botín, César Alierta e Isidre Fainé, una especie de Santísima Trinidad del poder económico y financiero del país que alcanzó su mayor gloria y ostentación de influencia cuando impulsaron el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), rebautizado como el 'lobby' del Ibex.
Antes que ellos, el poder económico tuvo otras formas e interlocutores. En la Transición, los siete grandes bancos, germen de la asociación bancaria (AEB), y la patronal de empresarios (CEOE), encargada de equilibrar la fuerza sindical de CCOO y UGT, desempeñaron ese mandato. Se consolidó un reparto de roles entre agentes políticos, económicos y sociales que sirvió como marco de referencia hasta la llegada de la crisis. A partir de entonces, figuras notables del empresariado patrio, casi todos de la generación de los 40, en la que también caben figuras como Francisco González (BBVA) o FlorentinoPérez (ACS), fueron acaparando mayor protagonismo y poder ante la desaparición de los referentes tradicionales.
Ls protagonistas más destacados de esa época son Botín, Alierta y Fainé, una especie de Santísima Trinidad del poder económico y financiero
En esa carrera por detentar la interlocución del Ibex, nunca estuvieron los dos empresarios de mayor éxito y gloria de las últimas décadas en nuestro país. Sobre el gallego Amancio Ortega, el hombre más rico del mundo según fluctúe el tobogán de la bolsa, basta decir que hasta la salida a bolsa de Inditex en 2001 no hizo pública una foto suya (y fue en formato carnet). Su aversión por figurar es proverbial y siempre ha delegado en su mano derecha, antes José María Castellano y luego Pablo Isla, los encargos para despachar cualquier compromiso gremial o político. Al patrón de Zara ni está ni se le espera para los enredos de palacio.
También ha rechazado ese cáliz el dueño de Mercadona. El valenciano Juan Roig, figura hegemónica desde hace más de una década, escurre también los compromisos que otros reclaman para sí mismos. De hecho, tras la bochornosa renuncia de Gerardo Díaz Ferrán al frente de la CEOE en 2010, su nombre estuvo encima de la mesa para convertirse en el patrón de los patrones. Pese a los ruegos para aceptar el cargo, el rey de los supermercados estaba ocupado en desbancar a El Corte Inglés como primer grupo de distribución del país… hito que alcanzó un año después.
Sin el banquero Emilio Botín presente, sus compañeros César Alierta e Isidre Fainé han tratado de estirar en el tiempo su ascendente como interlocutores necesarios, aunque no oficiales, de la clase empresarial. Y aunque se han resistido, el cambio ha terminado llegando. Al frente de Telefónica, el actual presidente José María Álvarez Pallete tardó más de un año en configurar su propio equipo, pero al final ha cortado por completo el cordón umbilical que le unía a su antecesor. Todo eso no ha llegado aún al universo Caixa, donde Isidre Fainé, desgastado por varios frentes (Cataluña, Abertis, Gas Natural…), se resiste a encarar su fin de ciclo.
Ahora una agenda carece del poder de años atrás, cuando para medir el pulso político y empresarial bastaba con llamar a un par de personas
"Antes era más fácil saber qué pasaba en España y tomar decisiones para invertir". Lo afirma el gestor de uno de los fondos con más presencia en el Ibex, habituado a llegar a Madrid en su avión privado procedente de Londres. "Ya no hay padrinos del capitalismo español". Ahora su agenda carece del poder de años atrás, cuando para medir el pulso político y empresarial bastaba con llamar a un par de personas. Aunque tiene hilo directo con la nueva generación, con Ana Botín a la cabeza, ni las llamadas ni los cafés sirven para lo mismo que antes. Tampoco coetáneos como Pallete, Abril Martorell, Del Pino o Reynésparecen herederos de las formas de sus mayores.
Antonio Catalán, un verso suelto del empresariado español, hecho a sí mismo (NH Hoteles y AC Hoteles) y también integrante de esa generación de los 40, describe cómo percibe ese cambio generacional. "Todo momento de relevo es positivo, aunque pueda ser complejo. Es natural que los nuevos sigan modelos diferentes a sus mayores", afirma con naturalidad, poniendo como ejemplo el traspaso de poderes en su propia compañía, con su hijo Carlos Catalán como referente. "Tal vez ponderan otras cualidades, más técnicas y financieras, en lugar de aspectos más políticos, pero no diría que eso genere incertidumbre".
El mundo académico también tiene un punto de vista sobre estos tiempos de trasiego. Para el profesor Joan Fontrodona, doctor en Filosofía y director de Ética Empresarial del IESE, "en el ámbito de la empresa, hay una tendencia de pasar del líder al gestor". En su opinión, "como actores con peso en la sociedad, los empresarios (o gestores) deben asumir responsabilidades de manera proporcional a su poder". No es casualidad, de acuerdo a su discurso, que en la actual época de cambio sociopolítico "las empresas estén descolocadas y no hayan sabido adaptarse al cambio social más allá de quitarse la corbata".
La piel de toro está cambiando. Los inversores internacionales, acostumbrados a unas reglas de juego definidas, están desubicados. En el Congreso de los Diputados, cuatro fuerzas políticas se disputan el poder. En la calle, los viejos sindicatos han perdido el pulso y la iniciativa. Y en el Ibex, nadie asume un liderazgo renovador que supere el legado de Botín, Alierta o Fainé. La transición hacia una etapa nueva debería traer otra cultura del uso del poder, teniendo presente las demandas de una sociedad en cambio. Esto implica "más visibilidad, más esfuerzo, más exposición y más escrutinio público", como desgrana Fontrodona. Y para eso, por lo que parece, hacen falta casi héroes.
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