lunes, 20 de agosto de 2018

Análisis de la descarbonización en la UE.


REDACCION 
España lleva años sometida a un proceso de descarbonización que ha dejado la extracción de carbón autóctono en una cifra simbólica pese a que en nuestro país en torno al 20% de la energía se produce con mineral fósil. En 2017 la producción de hulla y antracita (lo que se conoce como hard coal) fue de 2,8 millones de toneladas, según el Informe Anual de Euracoal (Asociación Europea para el Carbón y el Lignito) y si se da cumplimiento a la Decisión 787/2010 de la UE esa cifra se reducirá hasta ser residual al dejar de recibir ayudas toda la minería no competitiva el 31 de diciembre de este año. Para abastecer a las centrales térmicas, también en jaque, ese mismo año se importaron 19,2 millones de toneladas de carbón. Pero ¿cuál es la situación en la Europa de los 28? ¿Se da por igual la descarbonización en todos los países afectados por la normativa comunitaria aprobada en 2010? ¿Cuál es la estrategia energética de países como Alemania, Polonia, República Checa o Bulgaria? La producción de los diferentes tipos de carbón que se da en los diferentes estados miembros lleva a pensar que la descarbonización es más una cuestión económica más que ecológica pese a los Acuerdos de París de 2015 sobre el cambio climático.
ción Europea para el Carbón y el Lignito se desprenden algunos datos que dan cuenta de la situación de Europa respecto al Carbón en los últimos seis años, desde 2012 hasta 2017. La primera de las conclusiones es que la Unión Europea puso veto a unos tipos de carbón concretos: la antracita y la hulla, el tipo de carbón más abundante en España, cuya extracción es más costosa por encontrarse en minas de interior y, por tanto, su rentabilidad queda más que cuestionada al tener ese carbón en el mercado un precio superior al de importación. En cambio, de lignito se siguen extrayendo millones y millones de toneladas en países como Alemania, Polonia o República Checa al sacarse de minas a cielo abierto, es decir, con un menor coste al ser posible una mayor mecanización de las mismas. El hándicap es que este tipo de carbón es considerado de peor calidad al tener un poder calorífico inferior y ser más contaminante que las antracitas y hullas. El caso es que en el citado periodo de tiempo, la extracción global de carbón en la Europa de los 28 se redujo un 17,29% al pasar de un total de 561 millones de toneladas en 2012 a 464 millones de toneladas en 2017.
Pero el verdadero descenso se produjo en las antracitas y hullas (hard coal), cuya producción ya muy inferior de por sí, se redujo un 36,7% en la Unión Europea, pasando de los 128 millones de toneladas a 81 millones de toneladas. El descenso en España fue muy superior a la media al cifrarse en algo más del 54%. Mientras, la producción de lignito sólo menguó un 11,5% en los seis últimos años, y si en 2012 se contabilizaban 433 millones de toneladas, el pasado año la cifra fue de 383 millones de toneladas. Alemania, país entre los que abanderan el cambio climático, extrajo en 2017 algo más de 171 millones de toneladas de lignito pardo, lo que supone un 44,6% de lo que se saca en la Europa comunitaria. Por su parte, Polonia sacó 61 millones de toneladas y la República Checa más de 39 millones de toneladas, una cifra similar a la que saca Bulgaria.
oal, Polonia apenas ha mermado la producción de hard coal como si han hecho Alemania o la República Checa. Así de las minas polacas el año pasado todavía salieron 65,5 millones de toneladas de antracita y hulla, sólo un 16,1% menos que en 2012, cuando sacaron 78,1 millones de toneladas. El Reino Unido ha sido el país que más ha acelerado su descarbonización reduciendo la extracción un 82,1%. En 2015 cerraba su última mina de interior y en la actualidad su producción es de tres millones de toneladas, una cifra levemente superior a la de España, que el año pasado sacó 2,8 millones de toneladas. Alemania, por su parte, redujo el hard coal un 66,38%, pasando de 11,6 millones de toneladas a 3,9 millones de toneladas; y en la República Checa el descenso ha sido del 51,7%, pasando de los 11,4 millones de toneladas de 2012 a los 5,5 millones de toneladas de 2017. Pese a estos importantes descensos, la cuestión está en que estos países siguen teniendo producción autóctona de lignito para quemar en las térmicas y producir energía al dejarlo fuera de la Decisión 787/2010, además de requerir también carbón de importación.
El presidente de Carbunión, Pedro Iglesia, considera que una prueba de que países como Alemania van a seguir con la extracción de carbón es la previsión de apertura de dos térmicas grandes de lignito en los próximos dos años. Para el secretario del sector Minero de UGT-FICA, Víctor Manuel Fernández, está claro que «el carbón va a seguir siendo necesario» y más aquí en España donde entiende que «no hay otra garantía de suministro». Por su parte, la presidenta de Euracom, Ana Luisa Durán, manifiesta que «cada estado miembro se ha buscado la vida para continuar con el carbón» y pone de relieve que Alemania vaya a seguir sacando lignito pardo «aunque es lo más contaminante» diciendo «que va a invertir en proyectos de captura de CO2 para que sea eficiente». O que Polonia vaya a seguir sacando antracita y hulla «porque alegan que lo necesitan en su mix energético».

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