miércoles, 19 de enero de 2011

Miradas serias........

El Ejército Rojo de China pone en alerta a Estados Unidos

18.01.2011 MADRID Luis Montoto | Gráfico: César Galera 10

Una serie encadenada de crisis diplomáticas ha obligado a los analistas norteamericanos a estudiar el emergente poderío militar del país asiático.

1976. Un grupo de campesinos que trabaja cerca de la ciudad de Xian halla algunos trozos de lo que parecía una vieja estatua. Este pequeño descubrimiento motiva una serie de excavaciones cuyos resultados asombran al mundo: aquellos fragmentos procedían de un gran ejército de terracota, con más de 7.000 soldados, que custodiaban el mausoleo del primer emperador de China y que habían permanecido bajo tierra durante siglos.
Más de treinta años después, políticos y analistas de Estados Unidos parecen haber hallado, de súbito, un nuevo gran ejército en el gigante asiático. Pero en esta ocasión, no está hecho de barro.
Una serie encadenada de crisis diplomáticas ha obligado a los expertos norteamericanos a poner el foco en el nuevo poderío militar del país presidido por Hu Jintao. En solo un año, China ha roto sus relaciones militares con Estados Unidos por la venta de armas a Taiwan, y ha criticado con dureza su apoyo a Japón en las disputas por la soberanía de islas fronterizas.
ENTRELÍNEAS
En busca del entendimiento
El presidente de China, Hu Jintao, llega hoy a Washington para una visita de Estado en la que EEUU se ha propuesto reducir la desconfianza en las relaciones bilaterales. Como telón de fondo se encuentran las suspicacias mutuas: China cree que EEUU quiere coartar su crecimiento y en EEUU abundan las sospechas sobre las intenciones militares de China. El consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Tom Donilon, afirma que en sus conversaciones prevalecerán tres asuntos: la relación económica; los derechos humanos y la cooperación en el ámbito internacional -en especial en Corea del Norte, Irán o Sudán- y militar. Tras la visita del secretario de Defensa, Robert Gates, la semana pasada a Pekín, China ya ha aceptado retomar los contactos entre las respectivas Fuerzas Armadas, interrumpidos desde hacía un año, informa EFE.
El Ejecutivo de Barack Obama, por su parte, ha reprochado a China que no haya condenado la actuación de Corea del Norte, que hundió un barco de su vecino del Sur en marzo y abrió fuego de artillería contra la Isla de Yeonpyeong en diciembre.
Estos encontronazos están despertando un nuevo fantasma en los pasillos del Pentágono: El del auge de un Ejército Rojo capaz de revivir una nueva Guerra Fría. El escenario principal, en esta ocasión, estaría en el hemisferio oriental. Un tablero geopolítico en el que habría piezas aliadas, como India, Japón y Corea del Sur, que no quieren que China se convierta en una incontestable potencia hegemónica.
Con este panorama como telón de fondo, los avances tecnológicos de las fuerzas armadas chinas han hecho correr ríos de tinta, tanto en Estados Unidos como en Europa, a lo largo de las últimas semanas.
En un reportaje publicado por The Wall Street Journal titulado China Clones, Sells Russian Fighter Jets, el rotativo norteamericano alertaba de que la industria de esta nación ha superado ya importantes retos tecnológicos, canibalizando los modelos y los diseños creados por los ingenieros de la extinta Unión Soviética. Tras una década de dependencia de las compañías rusas (que después de la caída del Muro de Berlín se convirtieron en su principal suministrador de equipos), el gigante asiático ha desarrollado sus propia oferta armamentística.
Avances tecnológicos
El ejemplo de este proceso de ‘apropiación’ es el caza J11B. El origen de este avión se remonta a 1992, cuando China se convirtió en el primer país que adquirió el modelo ruso Sukhoi 27. En 1996, dio un paso más al comprar la licencia para ensamblar estas aeronaves en factorías chinas. Dos años después, rompió el contrato con Rusia alegando que este avión ya no respondía a sus necesidades tecnológicas y, en el 2007, sucedió lo que la industria rusa sospechó desde primera hora: China presentó su propio modelo, el citado J11B, cuya imagen apenas presenta diferencias con el avión de Sukhoi.
Pero lo que ha disparado todas las alarmas en Estados Unidos son otros dos programas militares. En primer lugar, el desarrollo de los misiles balísticos antibuque DF-21D, guiados por satélite y capaces de esquivar los sistemas de defensa de la flota norteamericana. Y, en paralelo, el avión denominado J20 Stealth, un caza invisible (indetectable para los radares), que podría estar operativo antes de 2020 y con capacidad de realizar misiones de largo alcance con cargas de armas pesadas. Ambos avances se interpretan como una fuerza diseñada a minar el poder naval de la Séptima Flota, la encargada de patrullar y controlar el Pacífico.
Más presupuesto para el ejército
Este esfuerzo tecnológico está acompañado, además, de un creciente respaldo financiero. Según las cifras oficiales, el presupuesto que China destina al ejército y el desarrollo de programas sería del 1,4% del PIB. Sin embargo, otros organismos, como el Instituto de la Paz de Estocolmo, estiman que este porcentaje llega al 2%. Es más, sostienen que, en cifras absolutas, la inversión militar se ha disparado un 217% en la última década. Y la presión sube.
Según Financial Times, hay una fuerte campaña interna, encabezada por el Institute for Defense Economics at China´s Nacional Defense University, que pide el aumento de estas partidas del PIB al 3%, de cara al diseño del próximo plan desarrollo industrial chino, que marcará las prioridades hasta 2015.

Ambos factores (tanto el tecnológico como el presupuestario) están alineados con un objetivo geopolítico claro: el control hegemónico del Mar del Sur de China, unas aguas por las que circula un tercio del tráfico comercial marítimo y la mitad de todo el combustible con destino a Japón, Corea del Sur y la propia China.
Según afirma el escritor Robert Kaplan, el control de esta área se ha convertido en una prioridad estratégica, tan importante o más que la recuperación de Taiwan. Para ello, este país también está financiando la construcción de enclaves portuarios en Birmania, Sri Lanka, Bangladesh y Pakistán, que combinarán una función comercial con las operaciones de su incipiente armada.
Consecuencias
Con estas cartas sobre la mesa, ¿hacia dónde puede derivar ahora esta situación? Ésa es la pregunta que formula el último número de The Economist, que considera que “el comportamiento de China se debe a la creencia de que, tras la crisis financiera, el poder de Estados Unidos ha entrado en un proceso inexorable de decadencia”.
El semanario británico cree que ahora hay dos posibles caminos. Por un lado, si China minusvalora el poder de Estados Unidos, hará que este país refuerce su compromiso en la región y lleve a que Japón y Corea del Sur estrechen sus relaciones, algo que ya está ocurriendo.
Por el contrario, Hu Jintao puede combinar parte de sus aspiraciones con "el reconocimiento del poder estabilizador de Estados Unidos", lo que ya está beneficiando a todas las naciones de esta región, gracias, entre otras cosas, a la creación de líneas de tráfico marítimas seguras.
La visita que Hu Jintao inicia hoy a la Casa Blanca arrojará luz, por lo tanto, sobre cómo será la relación de estas dos grandes potencias globales a corto y medio plazo.

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