domingo, 16 de junio de 2013

Otras épicas...

De Fabián Casas acaba de publicarse «Todos los ensayos bonsái» (Mondadori). En esta entrevista, el escritor reivindica a Cortázar, critica el teléfono móvil y remite al bar de «La guerra de las galaxias»

«Yo solo escribo poesía», asegura Fabián Casas (Buenos Aires, 1965). Lo disimula bastante bien, la verdad, porque lo último que acaba de publicar se titula «Todos los ensayos bonsái». Películas, libros, conciertos: cualquier cosa cabe en estos microensayos. Incluso el fútbol. Y la poesía, claro.
«Mi literatura es como el bar de ‘‘La guerra de las galaxias’’.» Curiosa frase.
El bar de «La guerra de las galaxias» en el lugar ideal para vivir y crear. Porque se junta gente de todos los confines del universo. Mujeres con tres tetas, hombres con cabeza de pescado, piratas de Orión. Es un lugar de cruces y, como teorizaba Walter Benjamin sobre los bares en los pasajes de París, una zona donde se trafica experiencia. Donde todos son diferentes hay menos sitio para el fascismo.
Reivindica a Cortázar: «Quiero que vuelva. Que volvamos a tener escritores como él».
Durante mucho tiempo se empezó a criticar de manera furiosa a Cortázar. Y yo quería llevar la contraria porque estoy ligado a él de manera emotiva desde los once años, cuando leí «Rayuela». En mi país, los escritores no ocupan ningún lugar, no sirven para nada y nadie los toma en serio. Lo cual es una bendición, porque un escritor, entonces, tiene que escribir con la boca cerrada.
En su opinión, hay grandes autores (Nabokov), autores menores (Auster) y escritores con genio, como Faulkner.
Faulkner es un «crack» porque escribe como Maradona juega: con épica. Algo que le falta a Messi, a pesar de su gran erudición futbolística.
En el «ranking» anterior, ¿dónde se sitúa Fabián Casas?
Yo me pienso más como lector que como escritor. Me gusta mucho más leer que escribir. Mientras lea –pienso ingenuamente– el mundo sigue en pie.
Asegura que hubo dos «booms» en la literatura iberoamericana: el que todos conocemos y otro, «formado solamente por Bolaño».
La influencia de Roberto Bolaño en Iberoamérica ha sido muy grande. Incluso escritores muy pitucos [presumidos] han tratado de modificar su pasado, de volverse poetas malditos, para quedar dentro del paradigma. Pero no hay vuelta que darle: un escritor que no lee poesía es un semianalfabeto. Bolaño era un poeta, esencialmente.
Defiende que Bob Dylan es un artista a la altura de Duchamp. ¿Calificar a Dylan solo como músico es quedarse corto?
Creo que Bob Dylan tiene algo en su música que no es del todo musical, que lo excede. Pero no sabría decir qué.
«Un día leí un libro y toda mi vida cambió.» Así empieza «La vida nueva», de Orhan Pamuk. ¿Cuál fue el libro que cambió la vida de Fabián Casas?
No hay un solo libro, son muchos. El personaje de Pamuk nunca dice qué libro lee para que los lectores puedan poner no solo los que se les ocurra sino, sobre todo, una sensación.
El teléfono móvil, «cada vez más poderoso, es la materialización más notable de la estupidez humana». ¿Tan malo es estar conectado?
Sí. La gente está siempre mirando los nuevos mensajes y pensando que está siempre en el lugar equivocado, que la fiesta está en otra parte. Pero, la verdad, la fiesta no está en ningún lado. Hay que volver a tener vida privada.
Sylvia Plath anotó en su diario que cuando estaba feliz no escribía. ¿La literatura sirve para drenar el dolor?
A mí a drenar el dolor me ayudaron el psicoanálisis, los tranquilizantes, el «whisky» y el kárate. Y la lectura.

Todos los ensayos bonsái

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