Tras el fallecimiento de su sucesor, Franklin Delano Roosevelt, a consecuencia de un súbito derrame cerebral, Harry S. Truman llegó a la Casa Blanca en 1945 como 33º presidente de los EEUU. Roosevelt consiguió lo que ningún otro presidente de la Unión había logrado antes que él: ser elegido cuatro veces consecutivas para ejercer la máxima responsabilidad en el Ejecutivo. Tras su muerte, la nación, para evitar que volviera a suceder algo similar, propuso en 1947 la aprobación de la 22ª enmienda a la Constitución de los EEUU. Dicha enmienda, en esencia, establece un límite máximo de dos mandatos a cualquier presidente norteamericano.
La 22ª enmienda, ratificada por 41 estados entre 1947 y 1951, convierte los 16 años de Roosevelt en el Despacho Oval en un periodo inalcanzable para cualquier otro presidente de los EEUU. El pueblo americano consideró entonces como una seria amenaza a su libertad que un presidente de la Republica permaneciese más de ocho años en el poder. Desde el establecimiento de la 22ª enmienda, y sin contar a Truman -la 22ª solo entró en vigor al final de su mandato-, seis presidentes de los EEUU han sido reelegidos para un segundo mandato tras haber cumplido el primero, dos no han sido reelegidos -Carter y Bush padre-, y uno, Ford, que accedió al cargo tras la dimisión de Nixon, no fue elegido cuando se presentó en 1976. De esta estadística se deduce que en EEUU la estabilidad que proporciona una hipotética reelección es un factor que juega en favor de cualquier presidente que ha sido elegido para un primer mandato.
Esta estadística quizás también explique el mito electoral americano que afirma que un presidente, cuando concurre a su reelección, no debe temer por su puesto si la situación de la economía y el empleo muestran un rostro saludable. La política de dos presidentes, Carter y Bush padre, avala este mito. En el caso del primero, Carter, que evitó la reelección de Ford, perdió la suya por no saber controlar la economía, a lo que se sumó la ‘guinda’ de la crisis de los rehenes de Irán. En cuanto a Bush padre, la ciudadanía percibió la situación de la economía al final de su primer mandato como peor que al principio del mismo -recordemos que este mismo planteamiento lo lanzó Reagan en su campaña contra Carter-. A ello se suma que Bush padre subió los impuestos -algo imperdonable para un candidato republicano-, y que Clinton, su rival en la reelección, rebosaba juventud y determinación.
Ahora bien, el caso del Presidente Ford contraviene al mito electoral americano que señalábamos antes. La derrota de Ford, que fue por apenas dos puntos en voto popular, no se debió a la situación de la economía, sino a un escándalo puramente político, el Watergate, que ni siquiera protagonizó él.
Volvamos la vista a España. ¿Cómo han influido aquí los ciclos económicos en las reelecciones? El caso más paradigmático, por su permanencia en el poder, es el de Felipe González, que ganó cuatro elecciones consecutivas, de 1982 a 1993. En las dos primeras le ganó aManuel Fraga y, en las dos segundas, a José María Aznar. En las elecciones de 1982 el PSOE obtuvo 10,5 millones de votos: 4,5 millones más que la Alianza Popular de Fraga. Con los años, esta ventaja de votos fue disminuyendo. Aún así, fue lo suficientemente amplia como para permitir a los socialistas estar cuatro legislaturas en el poder -las mismas que Roosevelt, y tres de ellas con mayoría absoluta-.
La crisis económica de 1992 comenzó a desgastar la confianza que la mayoría de votantes españoles habían depositado en Felipe González. Tras una primera legislatura socialista con una tasa de paro media del 16,6% -legislatura que llegó a conocer un paro máximo del 21,5%-, dicha crisis incrementó el desempleo en ocho puntos, del 16,1% de 1990 -la tasa de paro más baja registrada bajo un Gobierno de Felipe González- al 26,1% de 1994. Mientras tanto, la economía primero dejó de crecer al ritmo que lo había hecho hasta 1987 para luego decrecer en los años posteriores a las elecciones de 1993.
Pese a ello, en 1993 fueron nueve millones los españoles que volvieron a votar por el Presidente González. El PP de José María Aznar, con tres millones más de votantes populares que en las elecciones generales de 1989, se quedó a menos de un millón de votos de distancia del PSOE. Los socialistas, que por primera vez perdieron su mayoría absoluta, se vieron obligados a pactar con CIU para formar Gobierno justo en el momento en que el paro se disparaba.
Aznar llegó al poder en 1996 con 300.000 votos de diferencia sobre el PSOE y con una tasa de abstención un punto menor que la obtenida tres años antes. Al igual que Felipe González, el presidente Aznar, al no obtener mayoría absoluta, se vio obligado a pactar con CIU. Desde marzo de 1996, mes en el que Aznar gana las elecciones, hasta finales de ese mismo año, la tasa de paro bajó ocho décimas (del 22,9% al 21,1%) con respecto al año anterior. Pese a un escenario económico de recuperación que luego demostraría ser el inicio de una década de crecimiento, la situación de acusado desgaste político que atravesaba Felipe González tras casi 14 años en el poder fue el factor determinante para su salida del Gobierno en favor de un candidato ya conocido por los votantes españoles.
Durante los dos mandatos de Aznar el desempleo siguió bajando hasta llegar a un mínimo del 10,6% en 2001. Durante este periodo, el PIB español mantuvo un crecimiento constante hasta 2008. En 2004, año en el que José Luís Rodríguez Zapatero llega a La Moncloa, la tasa de paro fue del 10%. En 2007 llegó a situarse en el 8,3%.
Esta fue la situación económica que favoreció la reelección del presidente Zapatero en marzo de 2008. Sin embargo, la economía, que ya venía reduciendo su ritmo de crecimiento desde 2006, a partir de 2008 entró en números negativos. A finales de ese mismo año, la tasa de paro se había incrementado tres puntos con respecto a 2007. Es decir, que Zapatero ganó las elecciones en 2008 aprovechándose de los últimos momentos de bonanza económica, justo antes de la llegada de la actual crisis. Casi cuatro años más tarde, Rajoy vence a Rubalcaba con una diferencia de cerca de cuatro millones de votos.
Así pues, la experiencia parece señalar que, en principio, la situación económica influye en la probabilidad de ser reelegido. Convencer para un cambio es complicado si la situación es razonablemente positiva
Es más, el poder político otorga a quien lo detenta una enorme ventaja electoral sobre cualquier aspirante, incluso si la situación económica no es buena, tal y como lo manifiesta, por ejemplo, las victorias electorales de González sobre Aznar en 1989 y, sobre todo, en 1993.
Pese a que el desgaste en el ejercicio del poder o la necesitad de cambio -recordemos las elecciones de 1982, 1996 o 2011- son un factor de peso en unas elecciones, el voto económico por supuesto que es importante. Así lo señalan varios de los últimos barómetros publicados, donde el paro y la situación económica son las dos principales preocupaciones de los españoles.