domingo, 6 de julio de 2014

Floreros eternos...

ROBERTO SÁNCHEZ RAMOS

Portavoz de IU en el Ayuntamiento de Oviedo

"La democracia económica es la gran asignatura pendiente del régimen de 1978"

Hace calor en la oficina del grupo municipal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Oviedo, así que para la entrevista se impone un cambio de aires. El café se acaba mucho antes de que Roberto Sánchez Ramos, Rivi para todo el mundo (Grado, 1953), exponga sus ideas sobre el momento político de España. Después de 30 años de acumular experiencias en el ámbito local y hablar mucho con los vecinos, el concejal y portavoz de la coalición cree muy apropiado el nuevo proceso constituyente que busca la organización. La charla sirve también para descubrir algunos momentos decisivos en esa carrera de tres décadas. 
Raúl Álvarez
Raúl Álvarez
@rallvarez
Domingo06 de julio de 2014
Son ya más 30 de años en la política local, primero en Avilés y luego en Oviedo. ¿Es una elección deliberada, nunca se ha planteado un salto a otros ámbitos?
Tengo 60 años. Nací en el 53, la paz franquista había nacido en el 39, así que soy de una generación producto de la lucha por las libertades frente a ese franquismo. Mi evolución comenzó de joven. Empecé a trabajar a los 21 años en la siderurgia, en Ensidesa. Allí se forjó la  conciencia social colectiva, y hegemónica entre los trabajadores, de que había que acabar con la dictadura. Fundamos las primeras Comisiones Obreras en la ilegalidad y, desde entonces, nunca me he planteado ninguna escalada.
Pero aquí está.
Al principio, no se me pasaba por la cabeza ni siquiera dedicarme al 100% a la vida pública. Luego, en 1979, llegaron las primeras elecciones municipales y el Partido Comunista, al que yo me había afiliado en 1974, decide que vaya en el puesto 15 de una candidatura. Finalmente, salí elegido concejal en Avilés por las dimisiones de unos compañeros que abandonaron el cargo. Cuando me vine para Oviedo, pasó exactamente lo mismo. Estaba en una situación en la que la gente te va eligiendo, te va eligiendo, y, cuando miras atrás, te das cuenta de que has dedicado un tercio de tu vida a luchar contra el franquismo y otro tercio a luchar por que en este país haya más democracia. No ya política, que en eso todo el mundo está de acuerdo, sino económica, que es la gran asignatura pendiente de lo que yo llamo el régimen del 78.
No ha tardado en salir esa expresión, muy en boga entre la izquierda. Cayo Lara dijo el pasado fin de semana que el objetivo de IU era un proceso constituyente. ¿Qué se ha conseguido en estos años y qué falta por conseguir?
Estamos obligados a echar una mirada crítica al revisar lo que se llama el régimen de la transición, que culmina con la Constitución en 1978. Si los partidos de la izquierda social y política no son capaces de hacerle hoy una radiografía crítica a ese periodo, están sujetos a la desaparición. En el pleno del Ayuntamiento, cuando presentamos nuestra propuesta de un referéndum sobre monarquía o república, comenté que mi generación, los que teníamos 25 años en 1978, había votado  a la Constitución. Pero nos engañaron, esa constitución nunca llegó a cumplirse y, ahora, el 70% de la población no ha tenido la oportunidad de votarla. Por eso es el momento preciso para un proceso constituyente.
El nuevo rey es sangre nueva para que nada cambie" 
Pero a IU, como a toda la izquierda a la izquierda del PSOE, le ha entrado mucha prisa en el último mes, desde la abdicación. ¿Por qué?
Son la derecha económica y política las que se agarran a esa segunda transición que quieren que lidere un nuevo rey, Felipe VI, al que yo llamo El Impuesto. Sangre nueva para que nada cambie. Nosotros tenemos que ir a otro proceso que comienza por que el pueblo español decida si quiere la monarquía o una república. Es la gran ruptura que esta sociedad tiene que decidir. Pero hay una segunda cosa. No se puede hablar de república sin que eso conlleve una redistribución económica, social y medioambiental. Y tampoco sin incorporar el elemento ético de la vida republicana. Claro, la derecha económica tiene pavor a estos planteamientos porque pondrían en cuestión su hegemonía en todos los estamentos del estado, desde el poder judicial al económico.
Pero no todo ha sido malo en estos 35 años, ¿o sí? ¿Propone hacer tabla rasa?
En absoluto ha sido todo malo. Atribuyo al pueblo español, y fundamentalmente su clase trabajadora, los grandes avances de los últimos años. Sin embargo, quiero recordar algo que desde 1977 haya traído la derecha española al bienestar social, a la apertura intelectual y política, y, sinceramente, no encuentro nada. Lo que encuentro es una regresión en lo económico, en la vida laboral, en el aborto… En todos los conceptos. España va como los cangrejos, hacia atrás de lo que las luchas sociales lograron imponer en la transición y en la Constitución. El concepto de la derecha es crear una nueva fábrica de millones de parados, de gente desestructurada. La izquierda tiene que hacer lo contrario, revertir todo eso. Y no se trata solo de presentar un programa opuesto, sino de ir a las raíces del sistema. Y revisar el concepto de la jefatura del Estado es una de ellas. No se trata solo de tener un rey o de elegir a un presidente de la república. Es algo más. El concepto republicano de la vida, de la res publica, cambiaría enormemente este país y a sus generaciones futuras.
No niega usted, entonces, que IU ya no se siente heredera de la decisión del PCE de votar a favor de la Constitución. ¿Se ha roto ese pacto?
Totalmente. La ruptura es total, y yo lo digo clarísimamente. En 1978, el PCE firmó un pacto por la libertad. Más o menos, consistía en esto: de acuerdo, yo os acepto este monarca que ha puesto Franco y, a cambio, me dais la libertad. Eran la libertad de poder votar, la libertad sindical. La correlación de fuerzas daba para lo que daba. Yo creía firmemente en aquel análisis y voté la Constitución con entusiasmo. Pero hoy, 35 años más tarde, hay que reflexionar: ¿sirvió de algo aquello? La Constitución no se cumplió, nunca se han puesto en práctica sus aspectos sociales y además se ha pervertido con la reforma del artículo 135, por la que el dinero del pueblo español se va en pagar una deuda con bancos alemanes. El PCE e Izquierda Unida, por separado, además de otros sectores de la sociedad española dicen: hasta aquí hemos llegado. Pero no rompen el contrato social. Eso lo ha hecho la patronal, el poder económico. Al día siguiente de la proclamación de Felipe VI El Impuesto, vi en las páginas de los periódicos millones de euros gastados en felicitaciones de las grandes empresas, las del Ibex-35. Sin embargo, no vi ni un solo anuncio de una asociación de vecinos. Ahí está la dualidad de este país. Los que están forrados aplaudían a rabiar mientras el resto de la peña no se molestaba en coger las banderitas que ofrecía Ana Botella para desfilar por las calles de Madrid.
En nombre de la izquierda no se pueden hacer poíticas de derechas, como Zapatero"
¿Qué ha hecho mal la izquierda para permitir que las cosas llegaran hasta este punto sin haber introducido correcciones antes?
Hubo una gran oportunidad en 1982, la ilusión que crearon aquellos 10 millones de votos de Felipe González. Entonces se pudo modificar este país y meterlo en la historia moderna europea, pero a los escasos cuatro o cinco años algunos nos dimos cuenta de que esos votos tan ilusionados de la gente servían en realidad para entrar en un bucle. Había un gobierno popular que hacía política de derechas. El primer gesto no fue casual. Yo hice campaña con militantes y dirigentes del PSOE para salir de la OTAN. Después, ya no la hicimos juntos para entrar en ella. Aquello fue determinante, marcó todo el devenir. Ni siquiera se adoptó la opción francesa de mayor neutralidad. Hoy tenemos que verlo de forma crítica. En nombre de la izquierda, no se pueden hacer políticas de derechas. Como Zapatero. Estoy convencido de que sus votos también llegaban del pueblo genuino, de que al PSOE no le votan los consejos de administración ni quienes pegan pelotazos urbanísticos, al menos en un 90%. Y también creo que precisamente ese es uno de los elementos de la desesperanza de la gente. Da su confianza a programas salidos de las líneas rojas de la vida, pero luego quienes los defienden acaban tomando un café con Mariano Rajoy, en Madrid y en agosto, para cambiar la Constitución. Eso es el bipartidismo, el reparto de todo, desde el consejo de RTVE hasta el último juez, sin que nada cambie. Solo que ya nos hemos dado cuenta. Las elecciones europeas marcan el camino, el futuro para todas las elecciones del próximo año. Tanto monta.
¿Irritan más los recortes aplicados a unas políticas concretas o esa sensación difusa de que los cargos se reparten y la corrupción no se combate cuando afecta a alguien del mismo partido?
La percepción creciente es que, gobierne quien gobierne, PP o PSOE, al final las políticas económicas con incidencia en la vida de la gente son las mismas. Hay matices, evidentemente. Con el PSOE, con su base social, no se haría una ley del aborto tan regresiva como la que pretende el PP; con el PSOE gobernando, a ningún dirigente se le ocurriría una ley como la que está haciendo el ministro del Interior para perseguir a sindicalistas y afectar a otras libertades; con el PP, no se nos escapa, no habríamos tenido una ley para autorizar los matrimonios entre personas del mismo sexo. De todo eso estoy convencido. La gente los diferencia. El caso es que, con seis millones de parados y con familias desestructuradas, a todos nos parece bien que se casen parejas del mismo sexo, pero pedimos más. La gente pide igualdad de oportunidades, trabajo, pan y techo. ¿Lo va a hacer el PP? No. ¿El PSOE? La conclusión es la misma.
¿Ve al PSOE recuperable para hacer las políticas de izquierdas que, a su juicio, ahora no hace?
Por desgracia, no se trata de un problema que afecte únicamente al PSOE. Es un problema de la socialdemocracia europea, a la que han hecho desaparecer en los últimos 20 años. Se ha convertido en un partido liberal. El PSOE necesita una refundación, y creo que eso es lo que está haciendo. Al menos, una gran parte del partido. Ahí hay gente también dispuesta a ir a un referéndum sobre la república o la monarquía, aunque la mayoría parece seguir con Felipe VI. Si no hace una renovación ideológica y se queda en un concurso de misses para ver quién es el próximo dirigente del aparato, el PSOE fracasaría. Confío en que escoja la primera opción y se replantee los últimos 20 o 25 años de su historia, de sus políticas económicas. Pero insisto en que no se trata de un problema solo español. Mire Francia, cuánta confianza en François Hollande hace tres años y ahora no se recuerdan más que la moto, el casco y una novia.
Izquierda Unida también anda ocupada en su propia reinvención. Primarias en Asturias y, en Madrid, la figura emergente de Alberto Garzón, un cambio generacional. Usted estuvo en esa reunión del consejo político. ¿Qué le pareció?
IU es una fuerza política joven, pero también necesita una refundación constante. El consejo ha reformulado y, casi diría reconstruido, la organización. Hay que prepararla para los nuevos tiempos porque así lo demanda la sociedad. Tenemos un gran programa de convergencia con las mayorías sociales de este país. Lo que hace falta es introducirle nuevas formas de hacer política. Hay fenómenos nuevos en los que IU debe estar inserta y hacer aportaciones. Por ejemplo, el proceso de Ganemos Barcelona para optar a la alcaldía. Es algo que hay que poner en marcha porque para la izquierda el poder solo tiene sentido si va a compartirlo. Hay dos o tres ideas clave, y esa es una: el poder no es para los dirigentes, sino para compartirlo con la gente. Por eso hay que secuestrárselo a la derecha política y económica. Y, en segundo lugar, vamos a gobernar obedeciendo y eso impone nuevas formas de hacer política, abiertas y participativas.
Soy partidario de elegir al presidente del Santander. Botín manda más que Rajoy"
IU ya ha dicho cosas parecidas antes y no han funcionado. ¿Por qué sí esta vez, cuando además los movimientos sociales desconfían de los partidos por si intentan controlarlos?
Es cierto. Pero, mire, en estos momentos España es un laboratorio mundial. Como consecuencia del fracaso del régimen del 78, la política se está recomponiendo y es cierto que en muchos casos fuera de los cauces de los partidos. Los partidos y los sindicatos ya no podemos ser los del siglo XIX o el siglo XX, que mantenían una interlocución con sus bases sociales. Eso ha desaparecido. Vamos a una recomposición que pasa por la convergencia de programas y objetivos. Las personas que vayan a pilotar esa confluencia no deben ser elegidas por los aparatos y sus consensos internos, sino que deben estar avaladas por la sociedad. Pero antes de las elecciones, que solo deben ser una reválida. IU acaba de incorporar la revocación de cargos. Creo que es importante y no debe limitarse al ámbito interno. Hay que llevarla a la Constitución para que se cumpla. Si alguien miente en las elecciones y hace todo lo contrario de lo que lleva a ser elegido, como es el caso de Mariano Rajoy, tiene que haber mecanismos para expulsarlo de la vida política. No me vale eso de si no estás conforme, no me votes dentro de cuatro años. Porque ha habido una mentira antes. El PP, por cierto, lo reconoce cuando dice que no puede hacer cosas, que no le dejan. Entonces, ¿quién gobierna aquí? Hay un choque de trenes entre quienes gobiernan y quienes mandan, que no se presentan a las elecciones. Soy partidario de elegir al presidente del Banco de Santander. El señor Botín tiene mucho más poder que el presidente del Gobierno.
¿Lo han cambiado todo el 15-M y Podemos, si aceptamos que es la manifestación política de ese movimiento?
El 15-M fue el brote de algo que algunos ya habíamos visto antes en el quehacer cotidiano y Podemos sí es su consecuencia organizada políticamente. Nada de lo que está pasando nos extraña a algunos. Cuando llamamos a la rebeldía, incitamos a poner en cuestión el statu quo para buscar otras fórmulas. Se trata de que gobierne el 90% de la población, en vez del Ibex-35 y los bancos. Los ministros solo se hacen fotos con esos señores y se olvidan de los graves problemas que hay que abordar. Somos el segundo país de la Unión Europea, después de Rumania, con más pobreza infantil. Hay más de un millón y medio de niños que pasan hambre en este país. Lo que pasa es la consecuencia de eso. Millones de personas se plantean poder decidir cosas básicas: república o monarquía, la política económica, pagar a los bancos una deuda injusta o dar prioridad a los servicios sociales.
Todo eso está relacionado con el cambio generacional del que hablábamos antes. ¿Cómo ven los veteranos de IU, como usted, el ascenso de Alberto Garzón?
Yo lo veo estupendamente. La gente de 30 años –de 28 en el caso de Alberto Garzón— ha decidido salir del 15-M y meterse a diputado. Es grande. La gente quiere participar en política de manera activa e institucional. Quedarse en casa el día de las elecciones, no manifestarse, puede acabar implicando no ir a la universidad porque la matrícula sube un 300%, o tener un cacique en lugar de un alcalde, como ha pasado con las contrataciones del señor Baltar en Galicia. Después de 40 años, declara que no sabía que los concursos públicos hay que hacerlos con publicidad. Así que hay una explosión maravillosa. Yo vengo de la generación que dijo que ya estaba bien de que nos gobernaran los franquistas, ahora dicen que ya está bien de que nos gobiernen los bancos. Es un momento muy oportuno para hacer cambios profundos y los que hemos hecho ya una trayectoria larga tenemos que aportar nuestro conocimiento a estas situaciones. No es excluyente, me parece. Con 90 años, José Luis Sampedro fue uno de los referentes más queridos en las asambleas del 15-M. No es un problema edad, sino de ideas y del lado en el que uno se siente. La política no es el terreno de la lógica, sino el de los intereses. Jóvenes, menos jóvenes y mayores tienen que tejer un movimiento y un programa capaz de vencer a los intereses de la derecha política y económica.
Hay consenso sobre la valía de Alberto Garzón"
¿No siente temor a verse apartado, a que la renovación signifique echar a un lado a quienes tienen trayectorias largas?
No. Por lo que veo, hay una clara voluntad, expresada también en la dimisión de Willy Meyer, de insertarse en lo mejor de la sociedad, en recuperar los valores éticos de la república y de entrar en convergencia… Todo el mundo se ofrece a trabajar. En IU todo apunta, y creo que la decisión será casi unánime en noviembre, a que este diputado sea el candidato más joven que se haya presentado a la presidencia del Gobierno desde 1979. Hay consenso sobre Alberto Garzón. En él está la mirada y la sensibilidad de alguien que, por ganas y conocimiento, puede simbolizar lo que queremos. Mi olfato me dice que será el cabeza de lista y tendrá detrás casi al 100% de la organización.
Ese olfato se ha curtido en la política local. ¿Qué le han aportado estos 30 años?
Podría citar aquí al cubano José Martí, el único personaje del mundo que creó un partido político para hacer una revolución: viví muchos años en las entrañas del monstruo y lo conozco perfectamente. En España, los ayuntamientos, al igual que otras instituciones, necesitan un giro total. Son el primer peldaño del Estado, el más cercano a la gente. Los ciudadanos te pueden tocar, te pueden ver, en teoría, pero nos alejamos cada vez más de sus problemas. La última reforma del PP quiere convertir en los ayuntamientos en palancas del ancien régime, recaudadores sobre todo y administradores de pocas cosas. Primero, porque las han privatizado, y después, porque obedecen a intereses que no de la gente. Necesitamos una gran reforma en los próximos años. A los ayuntamientos hay que darles más competencias, más recursos económicos y más poder. Se necesita una revolución. La vía que se abrió en los años 80 está agotada y es insuficiente. La derecha presiona por lo contrario, por quitar competencias. El PP está muy incómodo con el artículo 153 de la Constitución, el que descentraliza. Por eso refuerzan el poder central frente al local y el autonómico.
Tal como ha sido Oviedo desde principios de los años 90, con las sucesivas mayorías, algunas absolutas, del PP, ¿se ha sentido como un adorno folklórico en el Ayuntamiento, el rojo oficial sin verdadero poder para hacer cosas?
La derecha de Oviedo, efectivamente, ha intentado ridiculizar nuestras actitudes sobre la participación ciudadana o los referendos. Cuando yo le preguntaba a Gabino de Lorenzo por qué privatizaba el agua sin contar con los vecinos, él se reía. Veinte años más tarde, son sus propios herederos quienes vuelven a eso de lo que tanto se rieron. Por lo menos de palabra, ahora dicen que es necesario gobernar con los vecinos. Para subsistir, la derecha va hacia lo que ridiculizó. A mí han intentado venderme como un florero, pero creo que nunca lo he sido. Nosotros siempre hemos querido ser una alternativa de poder, robárselo a la derecha. Ellos lo saben y también saben que cada vez lo tienen más difícil. Por eso quieren que los alcaldes no los elija el pleno. Eso da ventaja a los partidos más grandes, que tienen la trampa de la ley D’Hont. Tienen más posibilidades que si dos o tres fuerzas más pequeñas nos ponemos de acuerdo para elegir un alcalde.
A mí me han intentado vender como un florero"
¿Le reivindica el acuerdo presupuestario de este año con Agustín Iglesias Caunedo?
Un acuerdo de estas características se hace pensando en la gente. En los más necesitados, porque estamos en una situación de emergencia social. El mes pasado lo reforzamos con casi 300.000 para becas de comedor. Yo siempre me he visto como un instrumento para conseguir objetivos, cuando me afilié al PCE con 20 años y ahora que tengo 60. Nunca firmaría un acuerdo para resaltar mi pequeña figura. No voy a crecer por eso, aunque quizá sí si la gente me ve útil para resolver determinadas carencias. Bueno, pues este acuerdo cumple todos esos objetivos. Después de seis meses, ya no se encuentra a nadie en Oviedo, desde los sindicatos a los movimientos sociales, que diga nada de él. Ha permitido unas inversiones de 26 millones de euros y está hecho desde la autonomía política. No es una jugada de billar del tipo yo te voto en Oviedo y tú me votas en el Principado. A eso no jugaremos nunca. Y no olvidemos que, desde siempre, estamos relacionados con la gente de verdad y con las necesidades de verdad. Y ahora, por primera vez en 37 años, empezamos una experiencia participativa de verdad: Imagina un Bulevar. Los vecinos van a ser protagonistas de la idea por primera vez, porque la correlación de fuerzas permite a IU influir en otros agentes para que gobiernen de forma distinta.
Usted fue futbolista antes que político y siempre afirma que no es hombre de fe. ¿Dónde la perdió, en el fútbol o en la política?
Pues es una buena pregunta. Del fútbol conservo la parte más uruguaya, para entendernos. La parte lúdica, entrañable y social: compartir la pelota, aprender a ganar, aprender a perder, la solidaridad que se crea con las ilusiones compartidas. En cambio, rechazo todo el mercantilismo asqueroso que ha convertido un deporte en una jungla. Sobre la política, no tengo una definición exacta. Hay muchas políticas. Muchas miserias y muchas grandezas. A mí las grandezas me las da la gente; las miserias me las dan las instituciones. Lo llevo con pocas depresiones porque pienso en ayudar.
Son muchos años en el PCE e IU, dos organizaciones que, por decirlo de manera suave, son proclives a las marejadas. ¿Agota la pelea política con los compañeros?
Desgasta muchísimo. Mi lema siempre ha sido: una hora de reunión, seis con la gente. En algunos casos, y ese es mi temor, resulta lo contrario: seis horas de reunión; un cuarto de hora, o incluso nada de tiempo, con la gente. Cuando una fuerza política entra en esos procesos entra en La vida de Brian, crea una secta. Yo no quiero militar en ninguna. Yo quiero militar en la calle. Hay reuniones imprescindibles para planificar las ideas, la táctica y la estrategia. Pero, en lo que se salga de ahí, procuro no estar. Hablar de su ombligo o de sus miserias es la muerte de las organizaciones sociales y políticas. La muerte es que la gente nunca pregunte por ti.
El PCA parece dispuesto a reintegrarse en IU. ¿Es un alivio para usted, que lo hizo antes?
Di el primer paso en Asturias, con poco éxito. Han pasado cuatro años antes de que otros lo piensen y para mí es una satisfacción que muchos cuadros y militantes estén en la vida real, no en el debate por el debate. Todo lo que sea sumar es positivo. Y, además, coherente. Si queremos sumar con otras gentes, tenemos que empezar por sumar a todas nuestras gentes.

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