Hay dos nombres en la historia del socialismo europeo que los socialistas franceses han querido enterrar como el contraejemplo de su acción de gobierno: Tony Blair y Gerhard Schroëder. El expremier laborista y el excanciller alemán son todavía considerados en Francia como losenterradores del “socialismo verdadero”. Blair lo tuvo más fácil; heredó un escenario ya “saneado” por Margareth Thatcher; Schroëder, sin embargo, se lanzó a las reformas y abandonó la escena con una derrota en las urnas, pero entregó un país en marcha a sus rivales cristianodemócratas.
En Francia no ha habido ni
blairs ni
schoëders, y menos un Bad Godesberg, pero hay un Valls que admira la “tercera vía” y
sobre todo las reformas Hartz auspiciadas por sus vecinos del otro lado del Rin. Por primera vez lo empieza a confesar en público, tímidamente, como si de un pecado o una herejía se tratara. En solo una semana,
Manuel Valls, ha comenzado a abordar los tabúes de la izquierda y a
atacar a los tótems de su propio partido. Y las lanzas de sus adversarios se han puesto en modo de ataque.
Un PSF recorrido por diferentes corrientes y dividido más que nunca entre socialdemócratas e izquierdistas se ve abocado a decidir si apoya a su
nuevo Gobierno y a su
nueva línea política y económica. La situación es urgente y no hay tiempo para esperar congresos que definan la línea oficial. La reunión celebrada por el PSF este fin de semana en La Rochelle ha hecho las veces de ensayo de congreso.
Arnaud Montebourg. (Reuters)
La semana que ha empezado a cambiar al socialismo francés comenzaba con el ataque sorpresa del exministro de Economía a la línea de austeridad marcada por el Presidente François Hollande y su Jefe de Gobierno, Manuel Valls. Arnaud Montebourg, un nacional-populista que se pretende líder del ala izquierda del partido, ya era conocido por sus ataques ideológicos y personales al dúo Hollande-Valls. Pero sus últimas declaraciones colmaron el vaso de la paciencia de sus jefes. Montebourg era expulsado del Ejecutivo. Así tendrá más tiempo para preparar su candidatura a las primarias socialistas para las presidenciales de 2017, su verdadero anhelo.
Macron, el banquero
Montebourg arrastró en su salida a otros dos ministros descontentos con la política económica de Hollande y Valls. Era el momento para dejarse de florituras políticas y formar un gabinete de fieles. Pero como Hollande nunca se ha liberado de las componendas, dejaba en el gabinete otra bomba de relojería,
la titular de Justicia, Christiane Taubira. Intentaba con ello mantener al menos una caución de la izquierda de la izquierda.
Montebourg, responsable de la Economía francesa durante 147 días, ha sido sustituido por
Emmanuel Macron, que representa dentro el PSF a los llamados social-liberales, los
admiradores del denostado Schroëder, los partidarios de desempolvar el viejo socialismo francés y meter a su partido y a su país en la casilla del socialismo considerado por ellos “moderno”.
La ministra de Justicia francesa, Christiane Taubira. (Reuters)
Su trabajo en el Banco Rothschild le ha valido ya, de parte de los ilustradores de prensa, ser representado con el inevitable habano con el que se caricaturiza universalmente a los ricos. Para la extrema izquierda fuera del PSF y para la izquierda dentro del partido, su nombramiento es una provocación. Y una evidencia de por dónde Hollande y Valls pretenden conducir la acción gubernamental.
El mito de la semana de 35 horas
Macron había concedido al semanario Le Point una entrevista antes de saber que iba a entrar en el Gobierno y dirigir la economía francesa. Una de sus declaraciones fue la primera bomba de racimo contra uno de los tótems de la izquierda, la semana de 35 horas. Macron considera que las empresas donde dirección y trabajadores estén de acuerdo podrían derogar la ley. En realidad, la ley ha sido ya retocada y en muchas empresas se trabaja mucho más que siete horas al día. Pero lo importante es el valor simbólico de una medida ideada por otra disidente del hollando-vallsismo, la alcaldesa de Lille, Martine Aubry, enemiga íntima de ambos.
Sus últimas declaraciones colmaron el vaso de la paciencia de sus jefes. Montebourg fue expulsado del Ejecutivo. Ahora tendrá más tiempo para preparar su candidatura a las primarias socialistas para las presidenciales de 2017, su verdadero anheloMacron entraba en la entrevista de Le Point en el debate entre austeridad o relanzamiento, y su idea parecía y una respuesta a los ataques de los disidentes dentro del Ejecutivo: “Relanzar la economía en Francia con el dinero público que no tenemos sería ilusorio. Desde hace dos años la política del gobierno no ha sido una política de austeridad presupuestaria. Ningún salario ni ninguna otra prestación social han sido disminuidos, mientras que en algunos de nuestros países vecinos han sido reducidas en un 30 por ciento. Hacer una política diferente sería un espejismo”. Macron lo tiene claro, no hay dinero público para grandes inversiones y la contención de los déficits debe respetarse.
España, ejemplo de austeridad y reformas
El nuevo ministro de Economía hablaba de sus vecinos. Durante esta semana,
España ha sido nombrada como ejemplo para muchos. También en
Le Point, Franz-Olivier Gisbert escribe en un editorial que
si Francia está convirtiéndose en el hombre enfermo de Europa “es, precisamente, porque contrariamente a Alemania, Gran Bretaña y España, nunca se han tomado las medidas que se imponían”.
Jorge Fernández Díaz y Manuel Valls. (Efe)
Lo cierto es que los ataques contra la política austericida de Hollande y Valls carecen de sentido cuando no sólo los editorialistas, sino los economistas de izquierda, señalan que las políticas de rigor aplicadas en otros países como España, nunca han sido implementadas en Francia. Philippe Aghion, economista francés, profesor en Harvard y aspirante al Nobel, así lo cree también. Aghion señala que su país necesita reformar el mercado de trabajo para flexibilizarlo; liberalizar el mercado de bienes, por ejemplo de ciertas actividades como las farmacias, las notarías… y frenar las cifras astronómicas en el gasto público.
La nueva política económica anunciada a principios de año por Hollande insistía en esos puntos. Una de las medidas importantes es la rebaja de 40.000 millones de euros en cargas sociales a las empresas, el llamado “Pacto de responsabilidad”. Además, se prevé recortar 50.000 en gastos sociales. Los disidentes de izquierda en el PSF consideran que los 40.000 millones representan un regalo a los empresarios, que no se comprometen a crear puestos de trabajo en contrapartida.
El aplauso de la patronal a Manuel Valls
La crisis de gobierno estalló el domingo pasado. Tres días más tarde, en la agenda de Valls aparecía una cita importante que quizá para algunos podría haber representado un contratiempo; para el barcelonés, no: su intervención en la reunión de verano de la patronal. Allí, Valls se destapó con palabras que, sabía, ahondarían su distanciamiento con sus camaradas izquierdistas dentro del PSF.
Los aplausos de los jefes de empresas a Valls sonaron como una afrenta en sectores que prefieren seguir jugando con el estereotipo del patrón de la época de ZolaEl primer ministro afirmó que “amaba a la empresa”: “
Dejemos de oponer sistemáticamente el Estado a las empresas, de oponer los jefes de empresa a los asalariados, las organizaciones patronales y los sindicatos (…) Nuestro país sufre por estas posturas”. “Francia -siguió- “necesita a sus empresas porque arriesgando el capital de sus accionistas, movilizando a sus trabajadores (…) generan la riqueza que debe ser provechosa para todos”. Por supuesto, Valls acabó diciendo que es absurdo considerar el Pacto de Responsabilidad como “un regalo a los empresarios”.
Toda la escena política francesa a la izquierda de Valls puso el grito en el cielo, pero no tanto por el contenido del discurso de Valls, que también. En un país mundo político dominado más por los símbolos que por la acción concreta, los aplausos de los jefes de empresa a Valls sonaron como una afrenta en sectores que prefieren seguir manteniendo la retórica anti-empresarios, seguir jugando con el estereotipo del patrón de la época de Zola. Y piensan que con ello van a contribuir a frenar la cifra de inscritos al paro, que supera ya los cinco millones de personas. En un país donde se ataca al emprendedor y se sospecha del que toma iniciativas fuera del rebaño, las palabras de Valls tuvieron el eco que él esperaba.
Para la extrema izquierda fuera del PSF y para la izquierda dentro del partido, el nombramiento de Macron es una provocación. Y una evidencia de por dónde Hollande y Valls pretenden conducir la acción gubernamental.Parece que para Valls ha llegado la hora de dejarse de demagogia y de equilibrios retóricos. Poco después de declarar la paz a la empresa, tomó otra medida espectacular. Nada menos que cargarse la ley que su excolega verde de gabinete, Cecile Duflot, había pergeñado para intentar limitar el precio ds los alquileres. La ley, considerada catastrófica por muchos especialistas, tuvo como respuesta la parálisis del mercado inmobiliario. Duflot, que se negó a formar parte de los dos gobiernos Valls, acababa de poner en el mercado un libro asesino contra Hollande, basado en su experiencia de dos años en el Ejecutivo. Es ahora una de las heroínas de la izquierda de la izquierda. Siempre, como otros “rebeldes”, con la vista puesta en las presidenciales de 2017.
¿Es Valls de derechas?
La prensa de izquierda francesa consulta a especialistas para debatir “si Valls es de derechas”. Esa izquierda sigue pensando que se puede continuar con las políticas económicas aplicadas en Francia desde hace décadas y que han llevado al país al sanatorio de la UE. Hollande y Valls parecen decididos a desprenderse de clichés y sanear la economía francesa como otros vecinos han hecho a base de sacrificios. Por supuesto, Hollande va a evitar los ataques germanófobos y eurófobos de su exministro Montebourg. Pero eso no le impide seguir insistiendo en Bruselas para obtener más flexibilidad y comprensión en el cumplimiento de los déficits que su país volverá a violar este año.
El primer ministro francés pronuncia su discurso ante la Asamblea Nacional. (Efe)
Hollande y Valls quizá obtengan de Bruselas más comprensión que la que van a encontrar en su propio grupo parlamentario. Los disidentes podrían llegar a los 60 adherentes entre los 289 diputados socialistas. El PSF tiene una débil mayoría de 4 diputados. Hasta ahora, los rebeldes se han abstenido en algunas votaciones propuestas por Valls.
La crisis de gobierno que vive Francia y la crisis de identidad permanente de los socialistas franceses lleva a pensar a muchos en la inevitable disolución de las cámaras. Sólo el miedo de los diputados disidentes a perder su trabajo les puede frenar en sus ansias por castigar a su propio gobierno. En cualquier caso, los ataques de su campo ideológico en esos días no son nada en comparación con las citas importantes que llegarán a la Asamblea en otoño, como la del presupuesto de 2015.
Después de dos años de gestión errática, incapaz de frenar el paro, la desindustrializaion y la pérdida de competitividad de su país, Hollande emprende una política que bien pudiera haber aplicado al inicio de su mandato. Le quedan apenas tres años para intentar frenar la crisis y su caída imparable en los sondeos. Su Primer Ministro, el español que no fue francés hasta sus veinte años, parece decidido a sacrificarse y emprender la vía Schroëder. Prefiere pasar a la historia como el primer socialista que intentó reformar Francia. Con el riesgo de ser odiado por sus compañeros de partido y de la izquierda francesa en general.