Las cifras demoledoras del ajuste de la banca en España
'Structural indicators for the UE banking sector’ es un documento sobre el sector bancario que publica con periodicidad anual el Banco Central Europeo. En él se recogen datos relativos al número de empleados y sucursales, así como al grado de concentración de la industria a nivel local y a la participación de firmas extranjeras en cada uno de los Estados objeto de la muestra. En formato hoja de cálculo, incluye un interesante cuadro sobre la evolución del ahorro privado –seguros y fondos de pensiones– miembro por miembro y de forma agregada. Es extraordinariamente sencillo de interpretar, lo que le convierte en objeto idóneo para el análisis.
El último informe tiene fecha de 11 de julio y resulta muy, pero que muy, revelador. La primera y más interesante de sus páginas –de un total de cuatro, no se me asusten– pone de manifiesto el brutal ajuste acometido por nuestra banca frente a la tibieza de sus competidores regionales, a la vez que acredita no sólo la necesidad, sino la conveniencia, de los procesos de concentración que se han producido en el último quinquenio. Como ocurre en todos los ámbitos empresariales, la fragmentación excesiva es un obstáculo para competir internacionalmente.
Pero no nos distraigamos con lo accesorio y vayamos a lo verdaderamente mollar.
El primero de los cuadros, en el que nos vamos a centrar, muestra que, desde el año 2009, en España la red de sucursales se ha reducido un 25% (de 44.000 a 33.000 en números redondos) con una destrucción de más de 50.000 empleos, un 19% del total, algo que va en línea con el profético anticipo que aventuramos en abril de aquel año: "En España sobra el 40% de las sucursales bancarias", 22-04-2009.
Dentro de las principales economías de la Eurozona es, sin duda, la nación donde el recorte en ambos parámetros ha sido mayor.
En Alemania apenas se han cerrado 2.700, un 7% del total, un porcentaje similar al de una Italia que ha vivido 2.300 cierres. Mientras, en Francia, sólo 450, o poco más de un 1% de su ‘capacidad instalada’, han desaparecido. Fruto de ese proceso es que nuestro país ha dejado de liderar el ranking de presencia en calle de la banca para cederle el puesto a galos (casi 38.000) y germanos (36.000) y ponerse al nivel de los italianos (32.000). Un dato muy relevante por lo que viene a continuación.
Algo similar ocurre por lo que a la ocupación sectorial se refiere. Como se puede ver en el cuadro anterior, sorprende cómo en Francia se han mantenido estables alrededor de 415.000 puestos de trabajo frente a los 215.000 en España en la actualidad, casi el doble. Alemania ha reducido poco más de 22.000 de un total de… ¡650.000!, el triple de empleados que la piel de toro. Por su parte, Italia ha despedido o jubilado a alrededor de 15.000 para un agregado a cierre de 2013 de 306.000. Si así es como se palían los efectos de la mayor crisis financiera ahí fuera, preparémonos para lo peor.
Es verdad que se trata de datos globales de contratación, no referidos exclusivamente a la banca comercial, lo que podría justificar una mayor presencia de profesionales en las áreas de banca corporativa o de empresas, banca de inversión, banca transaccional, mid y back-office y similares, en algunos de estos tres estados. Pero aun así. Teniendo en cuenta el nivel de bancarización de España, la diferencia se antoja exagerada. De ahí que nuestras ratios de eficiencia sean la envidia de la zona euro. Viendo las cifras de los últimos cinco años, poco están haciendo las principales instituciones de la UE para corregirlo.
Esta realidad nos lleva al debate sobre la posición relativa de nuestros bancos frente a los del resto de Europa ahora que vuelven a estar encima de la mesa tanto los stress tests como los Asset Quality Reviews o AQRs.
Al situarnos de forma interesada en el punto de mira en el pasado, han obligado al sector nacional a una reconversión que otros territorios apenas ha comenzado, en un entorno en el que el consenso es de una ausencia larga de crecimiento económico, caída estructural de los retornos por debajo del doble dígito, sustitución de relación física por tecnología, en un entorno de competencia y desintermediación desconocido hasta ahora. Frente a esa realidad estamos, sin duda, mejor que la media por más que sigan proliferando los mensajes críticos a interés de parte (Valor Añadido, "El WSJ saca la artillería pesada contra España, ¿y eso?", 14-07-2014). Ladran, luego cabalgamos.
Es verdad, todos en el sector doméstico patrio lo hicimos rematadamente mal: supervisores, entidades, fedatarios y consumidores. Los unos por acción, los otros por omisión. Pero no podemos quedarnos anclados en el pasado.España ha avanzado mucho en la corrección de sus errores y ha avanzado bien gracias, en parte, a la presión internacional. Pocos pueden decir lo mismo en la moneda única. Puede que haya alguna sorpresa inesperada de final de fiesta, alguna cabeza de turco que permita a otras naciones justificar su inacción por la vía del agravio. Pero, a la vista de las cifras a las que hemos hecho referencia, no es nuestro país el que tiene el mayor problema. Ni de lejos.
La banca europea lo va a pasar mal, muy mal. Y cuando ellos vayan, la nuestra –ojalá– estará ya de vuelta. De ahí sus mayores múltiplos.
Al tiempo.
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