Fue en el Santo Mauro, el mismo establecimiento cinco estrellas superior en el que supuestamente David Beckham compartía la noche de la capital con celebrities cuando jugaba en el Real Madrid. Allí, el hombre más rico del mundo solo necesitó 300 minutos sentado mano a mano con Béjar y la familia Koplowitz para decidirse a comprar una participación mayoritaria en FCC. Pura intuición de un tipo que creció en la calle.
No necesitó asesores, ni bancos de inversión que le aconsejaran, ni abogados que le advirtieran de los riesgos fiscales. No hizo ni una auditoría o due diligence, algo sagrado para cualquier inversor que se precie y que suele durar al menos dos meses. De hecho, si George Soros perdió la puja por controlar FCC contra Slim fue porque, tras alcanzar un principio de acuerdo con Esther Koplowitz y sus hijas el 14 de noviembre para negociar en exclusividad, pidió 48 horas más el día 24 para analizar un informe sobre los riesgos legales en que estaba involucrada la compañía. La dueña se negó a darle más tiempos a Soros, llamó a Slim y éste le confirmó que el dinero lo tendría al día siguiente por la tarde.
Ahora, el ingeniero, como se conoce a este hombre hecho a sí mismo, ha venido a Madrid para inspeccionar cómo evoluciona la mayor inversión que ha hecho en España con la adquisición del 24% de FCC por 650 millones. Slim estuvo la semana pasada en nuestro país para conocer con detalle cómo iba la compañía. Se reunió con toda la cúpula directiva, que le hizo una presentación área a área de los negocios. También con la familia, a la que impresionó por su conocimiento y su capacidad para retener los mensajes.
La exhaustividad de Slim fue tal que exigió conocer una por una las obras en las que estaba implicada FCC y la rentabilidad que obtenía. Le costó entender cómo era posible que apenas se ganara un 3 o un 4% en una obra de 1.000 millones cuando la constructora que él tiene en Latinoamérica obtiene márgenes del 20 o del 25%. Una impresión que coincidía con la de Béjar, que cuando cogió la cartera de proyectos de la constructora no comprendía cómo se podían hacer obras a pérdidas con el único fin de engordar falazmente el volumen de pedidos.
Un mal endémico de las compañías españolas, muchas de las cuales están abandonando proyectos porque en el exterior no les reconocen los sobrecostes que habitualmente les concedían las administraciones españolas cuando una obra se encarecía un 30% sobre el presupuesto inicial. “Si la cifra de negocio no se convierte en Ebitda, esto no es un negocio, nos vino a decir”, admiten algunos de los asistentes.
"Que se preparen en FCC"
Slim vino acompañado de sus dos hombres de confianza, Alejandro Abounrad y Gerardo Kuri, dos jóvenes especialistas en construcción e inmobiliaria que son los que después ejecutan sus órdenes. Personas cercanas a la familia Koplowitz admiten que solo habían visto una persona que, con esa edad, 75 años, tuviera tal capacidad para analizar una compañía: Juan Miguel Villar Mir, el presidente de OHL, que todavía sigue dirigiendo la constructora y presentando los resultados a los analistas a sus 83 años y tras varios achaques físicos.“Ahora sabemos que nuestro patrimonio está en buenas manos”, sostienen personas vinculadas a los Koplowitz, quienes confían plenamente en que la gestión de los hombres de Slim haga subir la cotización de FCC y, por ende, el patrimonio familiar. En cinco años tendrán que devolver 1.000 millones a la banca. "Que se preparen en FCC y la familia", advierten personas cercanas a Slim, que también está sentado en el consejo de la Fundación de La Caixa y tiene intereses en Prisa.
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