La ralentización de la actividad a nivel global comienza a pasar factura a la economía española. Influida, además, por problemas internos, como las dificultades para formar Gobierno o el hecho de que se hayan agotado ya los efectos expansivos de determinadas decisiones de política económica, como lareforma fiscal.
El resultado es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha rebajado este martes en una décima sus previsiones de crecimiento económico para España en 2016, hasta el 2,6%, mientras que para 2017 estima un avance del Producto Interior Bruto equivalente al 2,3%. La revisión a la baja es casi residual, pero lo relevante es que se trata de la primera rectificación que hace el Fondo desde que la economía española dejó atrás la recesión, durante el primer semestre de 2013. Desde entonces, todo fueron revisiones al alza.
En todo caso, sus previsiones suponen una reducción de las estimaciones del Gobierno, que hasta la última actualización había previsto un aumento del 3% este año y una cifra similar el próximo.
En cuento a la tasa de paro, el FMI estima en sus previsiones de primavera que este año acabará en el 19,7%, mientras que el año próximo se cerrará con el 18,3% (media anual), en línea con lo que prevé el Gobierno. El IPC, por su parte, volverá a cerrar en negativo: un -0,4% en 2016, pero volverá a la senda positiva (1%) en 2017. Por lo que respecta a la balanza de pagos por cuenta corriente, acabará este año con un superávit del 1,9% del PIB, y una décima más el año próximo, lo que significa que la economía española seguirá sin necesidad de financiación exterior.
La causa de de esta ralentización tiene que ver con el hecho de que las economías emergentes se han desacelerado, pero también las economías avanzadas, en particular la Unión Europea pese a la política de expansión monetaria del Banco Central Europeo ((BCE).
El FMI estima posible que este año el crecimiento mundial se situará en el 3,2%, acelerándose ligeramente hasta el 3,5% el próximo. Sin embargo, el PIB de la Eurozona apenas avanzará un 1,5% y un 1,6% este año, lo que debería afectar a las exportaciones españolas. Incluso Alemania, que ha sido el motor del crecimiento en los últimos años, sólo crecerá un 1,5% este año y un 1,6% el próximo, lo que refleja con claridad las dificultades de la Unión Europea para encontrar nuevas palancas de crecimiento.
Lo significativo es que estas bajas tasas de crecimiento se producen en un contexto de bajísimos tipos de interés, mientras que el petróleo, según las previsiones del FMI, seguirá cotizando a precios históricamente reducidos en términos reales.
Bajar impuestos
El Fondo lo achaca, fundamentalmente, a que las economías más desarrolladas sufren un debilitamiento de su potencial de crecimiento, lo que explica que el FMI haya vuelto a reclamar nuevas reformas. En palabras del Fondo Monetario, en muchas economías avanzadas “ahora es un momento oportuno para impulsar nuevas reformas de los mercados de productos y de trabajo”. En su opinión, la necesidad de reformar es “intensa” y el margen para la aplicación de reformas es “amplio”, el entorno político es “propicio”, y dichas reformas pueden elevar los niveles del producto potencial y el empleo a mediano plazo.
La receta que ofrece el FMI es simple: bajar impuestos. “Las reformas más valiosas serán las que incluyan medidas de estímulo fiscal, como la reducción de las cuñas fiscales y el incremento del gasto público en políticas activas en el mercado laboral”, sostiene el Fondo. También se deben priorizar las reformas del mercado de productos. Es decir, más liberalizaciones, incluido el mercado de trabajo.
El FMI, sin embargo, advierte que la eficacia de la política fiscal depende en buena medida de la posición cíclica de cada economía. Y en este sentido, recuerda que las reformas fiscales estructurales en el mercado de trabajo, “como la reducción de los impuestos laborales y el aumento del gasto público en políticas laborales activas”, surten mayor efecto cuando las condiciones macroeconómicas “están deprimidas”, en parte porque suelen implicar cierto grado de estímulo fiscal.
En cambio, sostiene, las reformas de los mecanismos de protección del empleo y los sistemas de prestaciones de desempleo “tienen efectos positivos en los períodos de prosperidad, pero pueden debilitar la demanda agregada y tornarse contractivas durante los periodos de recesión”.
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