«La situación del ayuntamiento es caótica por la falta de personal»
El alcalde de Oviedo, Wenceslao López, repasa su primer año de mandato. «Somos el gobierno del cambio pero también el gobierno del caos tras 24 años de 'gabinadas'», asegura
La Voz de Galicia
Oviedo 05/06/2016 05:00
El alcalde de Oviedo entra y sale de su despacho sin detenerse mucho tiempo ante su escritorio. Quienes trabajan cerca de él cuentan que su jornada habitual abarca doce horas, de nueve a nueve, y algunas noches se prolonga de vuelta a casa con lecturas inconfesables por áridas y técnicas. Wenceslao López (Oviedo, 1948) atiende esta entrevista antes de presidir una junta de gobierno y hace un balance sin aspavientos de su primer año en el cargo. El sorprendente giro de los acontecimientos que acabó con su elección le ha puesto al frente de una administración que intenta reactivar. Le preocupan, sobre todo, dos cosas: la falta de persona municipal y el desequilibrio financiero que surge de los conflictos judiciales heredados de la etapa anterior.
-¿Está la ciudad peor o mejor que en sus expectativas de hace un año?
-Sabía de sobra que había problemas pendientes, sin resolver, pero la realidad siempre supera a la imaginación. Tenemos una realidad más que complicada con los asuntos de la época de Gabino de Lorenzo que han tenido su proceso de maduración judicial, empiezan a reventarnos ahora a los ovetenses y pueden tener efectos devastadores, pero estamos aquí para resolverlos y reducirlos al mínimo. La verdad es que no solo me corresponde gestionar el gobierno del cambio, sino también el gobierno del caos heredado después de 24 años de gabinadas. Pero no toca lamentarse, sino asumir esas cosas, tratar de resolverlas y de evitar que su impacto sea grande. O, al menos, que los daños sean mínimos.
-¿No es ya demasiado recurrente en la política el argumento de la herencia recibida?
-Uno se presenta a un cargo para asumir el futuro, aunque a veces las raíces de ese futuro estén en el pasado y sean un lastre. Pero sí, tiene razón, el pasado se asume y punto. Eso sí, se gestiona en dos direcciones: una, que perjudique lo menos posible a los ciudadanos; y dos, si ha lugar y se pueden demostrar, exigiendo responsabilidades a quien las tenga. Esa también es mi obligación. En los proyectos pendientes, allí donde puede haber expolios o consecuencias negativas, trataremos de pedir esas responsabilidades.
-¿Le ata las manos la factura de Villa Magdalena?
-Condiciona muchísimo. Equivale a cuatro años del presupuesto de inversiones. Es una losa que nos cae encima a los ovetenses. Reducir su impacto es complicado, pero es lo que me corresponde.
-¿Negociará con Comamsa, una vez que concluya el procedimiento judicial, las condiciones del pago?
-No lo sé. Iremos paso a paso, que el asunto es complejo. El objetivo final, ya lo he dicho, es que el impacto sea el menor posible. De momento, toca luchar en el terreno judicial para que el precio se quede tan bajo como podamos y, una vez que esa parte se resuelva, tocará volver a luchar con Comamsa para que el pago, de la cantidad que sea, tenga una repercusión leve.
-También hay decisiones judiciales pendientes sobre el Calatrava que pueden costar al ayuntamiento unos 90 millones de euros. ¿Es otro caso perdido o tiene esperanzas de evitarlo?
-Ese caso también está ya muy maduro en la primera instancia judicial. Según la sentencia, habrá que actuar. Pero hablar de asuntos que van por la vía judicial exige mucho rigor y tiento porque nos jugamos todas esas decenas de millones.
-Con esos nubarrones en el cielo, ¿qué valor tiene la cuenta general conocida esta semana, que señala una buena salud financiera del ayuntamiento pero aún no contabiliza esos casos?
-Es cierto, no refleja la situación real, aunque no sea a propósito. Yo vengo diciendo lo mismo desde hace años: Oviedo tenía una deuda oculta en la vía judicial que, dependiendo de las sentencias, podía llegar a los 200 millones de euros. Lamentablemente, el tiempo me está dando la razón, al menos en parte. Ahí están los 45 millones de El Asturcón, los 60 de Villa Magdalena y los que vengan. Y hay muchas cosas. No nos olvidemos de Cinturón Verde, de Loma del Canto, del párking de Rodríguez Cabezas, del spa del Naranco. Ni de proyectos mal diseñados como el puente de La Florida, que acaba de estrenarse. Esos errores tienen un coste económico y social importante. Lo mismo puede decirse del túnel de la senda verde en San Lázaro. Hacer las cosas mal obliga a retrasarlas y modificarlas.
-¿Emprenderán nuevos proyectos de inversión o irán cerrando esos que se arrastran?
-Por supuesto que habrá nuevos proyectos. Esta semana hemos aprobado el remanente y ya teníamos un presupuesto de inversiones. En total, tenemos más de 20 millones de euros. Hay margen para hacer cosas y avanzar, aunque evidentemente serán menos de las que esperábamos.
-Algo se habrán encontrado que signifique una sorpresa agradable.
-La situación del ayuntamiento es muy caótica. Hemos hablado hasta ahora de lo que se ve, pero también hay una parte fuera de la vista de la ciudadanía, aunque la sufre. Tenemos un ayuntamiento con muy pocos recursos humanos, nos falta personal. El otro día nos visitó el alcalde de Leganés. Con 185.000 vecinos, es decir, un 30% menos que nosotros, esa ciudad tiene el doble de trabajadores municipales que Oviedo. Con esto quiero poner de relieve lo disminuidos que estamos en cuanto a capacidad de gestión. Porque, además, más de la mitad de nuestra plantilla está compuesta de policías locales y bomberos, de manera que para gestionar la ciudad no llegamos a 400 personas. Es terrible, provoca una impotencia diaria.
-¿Cómo afecta al día a día?
-Obliga a privatizar todo y resta capacidad de control, es muy negativo para la calidad y el rigor. Además, obliga a presionar continuamente a los trabajadores municipales para ir rápido. Por eso vamos a ampliar la plantilla. Este año, que además recuperamos la recaudación de impuestos, ganaremos 80 trabajadores y el próximo nos hemos fijado el objetivo de superar esa cifra. Es una política activa: en tiempos de alto nivel de paro, ofrecemos empleo. Es muy diferente, por cierto, de lo que se hizo en los 24 años anteriores. La plantilla bajó un 20%, a pesar de que en ese tiempo el ayuntamiento creció en habitantes y en servicios. Lo corregiremos con urgencia.
-Después de la recaudación de tributos, ¿qué otros servicios están en las primeros puestos de la fila de la remunicipalizaciones?
-No lo hemos cerrado aún. Debemos evaluar qué servicios son más deficientes y cuándo vencen los contratos. No podemos rescatar un servicio por anticipado, porque eso exige el pago de compensaciones y no está Oviedo para indemnizar adjudicatarios. Solo podríamos rescatar aquello en lo que la empresa actual no ejecutase adecuadamente sus tareas. Una acusación así exige mucho rigor.
-¿Han encontrado ahí los límites de la realidad al cambio?
-Pasar de la teoría a la realidad siempre es complicado. El anterior equipo de gobierno también nos dejó unas ordenanzas muy bonitas sobre el papel, pero ahora hay que aplicarlas y no es tan fácil. Cuando surgen los problemas con las terrazas es al poner las normas en práctica. No todas las terrazas son iguales, ni todas las calles y plazas tienen las mismas medidas. Pero no exageremos: sabíamos que había un salto de la teoría a la práctica y darlo es parte de la gestión.
-¿Está satisfecho de cómo lo hace su equipo de gobierno, de cómo cooperan tres tradiciones distintas?
-Funcionamos perfectamente como equipo. Somos 14 personas en la mayoría, de las que hay 10 con responsabilidades de gobierno, y siempre puede haber alguna discrepancia. Pero yo las veo con un sentido positivo. Una posición diferente es una oportunidad de reflexionar y dialogar, de mejorar, en definitiva. Es enriquecedor, pero sorprende porque hasta ahora había un monopolio de poder en el que cada uno hacía lo que le apetecía. Eso no es gobernar, eso es mandar. Gobernar es ponerse de acuerdo y buscar la mejor solución. A veces eso deriva en falta de unanimidad, pero yo no creo que la falta de unanimidad sea mala. Al contrario.
-¿Y eso funciona en el día a día?
-Sí. Trabajamos mucho. Y escuchamos a todo el mundo. No solo a los tres grupos, sino a todas las personas que acuden a ellos, así que estamos muy en contacto con los vecinos. La política municipal, desde luego, requiere estar muy cerca de la gente. Lleva más tiempo, pero permite dar respuestas cercanas.
-Pero la implantación de los distritos, que se supone capital para esa cercanía, ha sido menos rápida de lo esperado.
-Ya están constituidos, cada uno con su consejo. Ahora hay que engrasarlos para que empiecen a funcionar. Evidentemente, va a llevar su tiempo. La práctica de la participación es más complicada de lo que parece. Exige reuniones, diálogo, confrontación, enumerar problemas y soluciones... No falta hábito, además. Otros ayuntamientos nos llevan 20 años de ventaja, y unos pocos todavía más, porque empezaron con la participación casi en el inicio de los tiempos, allá por 1980. Nosotros llegamos ahora y tendremos que acelerar para recuperar ese tiempo perdido.
-¿Estarán operativos a tiempo de colaborar en la elaboración de los presupuestos para 2017?
-Sí, para entonces ya podremos hacer el primer ensayo para recibir sus aportaciones y ayudarnos a identificar los problemas. A partir de agosto, estaremos con el proyecto para que los presupuestos estén aprobados, a más tardar, en diciembre. Este año vamos muy retrasados. Nos ha dado casi el mes de julio con créditos bancarios pendientes para las inversiones. Son seis meses de retraso.
-¿Empiezan ahora los dos años cruciales del mandato, como dice la sabiduría convencional, descontado uno para aterrizar y poner en marcha sus ideas y otro como aproximación a las siguientes elecciones?
-Hay bastante de cierto en esa idea. El primer año es una toma de contacto y un momento de análisis de proyecto, lo cual lleva su tiempo en la burocracia municipal, de manera que es imposible ver hecho algo que tú mismo hayas promovido. Tenga en cuenta que elaborar un pliego de condiciones lleva tres meses y después hay que pasar por los periodos de información pública y adjudicación. Al final, pasan seis meses para adjudicar un proyecto y poco hay que se ejecuten en menos de otros seis. En resumen, es casi imposible por razones temporales y legales ver hecho en un año algo generado por ti. Y, desde luego, el último año debe ser para ejecutar lo planificado porque lo que empieces a planificar entonces excede ya de tu mandato. El primer año se planifica y el último se ejecuta.
-Es decir, que ahora se llega al meollo de su mandato.-
-Sí. Los dos años cruciales, y aquellos en los que tienes más capacidad de maniobra, son los intermedios.
-Más fáciles son los gestos simbólicos. ¿Se han recuperado las relaciones con la Iglesia de las decisiones laicistas de sus primeras semanas?
-La verdad es que nunca nos separamos, aunque a veces los medios amplifiquen las cosas. Nuestra posición, y la mía, es sencilla: respeto mutuo. La Iglesia tiene su espacio y el Ayuntamiento, el suyo. Son dos instituciones importantes en Oviedo y estamos obligados a entendernos, a dialogar y a colaborar. Eso es todo. Lo que no puede ser es que el ayuntamiento trate de formar especial, con beneficios especiales, a la Iglesia. Si la Iglesia quiere hacer actos, debemos facilitar que los haga, pero nunca financiarlos porque, entonces, también otras confesiones podrían pedirnos que financiáramos los suyos y, bajo mi punto de vista, el gobierno local no está para financiar a ninguna iglesia. Ni a la católica, por muy importante que sea. Colaboración, sí; subvención, no.
-En su momento, su elección como alcalde con los votos de Somos causó no poca sorpresa, y yo diría que incluso malestar, en la Federación Socialista Asturiana, pero poco a poco se ha dejado de hablar de ello. ¿Eso significa que se han apaciguado las relaciones entre el PSOE local y el autonómico?
-Nunca, en absoluto, se rompieron las relaciones. El trato siempre ha sido correcto, como corresponde a cualquier agrupación asturiana. Todo ha sido normal. No ha habido que recomponer nada porque no se había estropeado nada.
-Si Oviedo es un experimento de tripartito, ¿lo sigue con interés la FSA?
-Supongo que sí. El partido lo sigue no solo en el nivel autonómico, sino también en el nacional. El de Oviedo es un ayuntamiento importante, el de la capital de una comunidad autónoma, y eso le da peso por su tamaño y su significado. Es necesaria la implicación de todos.
-¿Teme que la ya inminente campaña electoral avive tensiones entre partidos que gobiernan juntos en Oviedo pero se van a enfrentar por el voto en toda España?
-Cada uno tiene que expresar su identidad y sus intereses, evidentemente. No somos lo mismo. El PSOE no es lo mismo que Somos, ni que IU, ni nunca lo ha sido. Cada uno tiene sus prioridades y sus principios. Los nuestros están claro porque llevamos 130 años defendiéndolos.
-Pero a veces se ve a algún socio incómodo con las decisiones del gobierno y hay ceños fruncidos que llegan a la opinión pública. Pienso en las críticas al dispositivo antibotellón de la semana pasada, por ejemplo.
-En las decisiones de gobierno, hasta este momento, después de casi un año, me sobran dedos en una mano si me pongo a contar las discrepancias. Y cuando hemos votado diferente ha sido por cuestiones que no afectan a la política municipal, sino más bien mociones sobre cuestiones autonómicas o nacionales. Sobre Oviedo no hay discrepancias. Si ocurre, como el otro día, que un grupo se manifieste contrario a una decisión muy específica. Y sobre esa en concreto, no lo entiendo del todo, porque creo que en el fondo estaban de acuerdo. El plan contra el botellón se hizo con el visto buenos de las asociaciones de hosteleros y de vecinos del Antiguo. Era una tarea simplemente preventiva y está demostrado que tiene efectos muy positivos.
-Hablando de control, ¿ha revelado el incendio de Uría deficiencias en el Área de Seguridad Ciudadana?
-No, en absoluto. No hay una causa determinante del accidente, que además está bajo investigación judicial. Pero no creo que haya habido errores de Seguridad Ciudadana. Sí ha habido dudas sobre la categoría del jefe por parte de un sindicato, pero lleva siendo jefe 15 años y ya antes del incendio estaba previsto sacar su plaza al concurso. También respecto a las bocas de riego. Es cierto que había un retraso de años en la inspección y estamos corrigiéndolo. Los cambios son consecuencia del tiempo y no del incendio, en todo caso.
-Sabía de sobra que había problemas pendientes, sin resolver, pero la realidad siempre supera a la imaginación. Tenemos una realidad más que complicada con los asuntos de la época de Gabino de Lorenzo que han tenido su proceso de maduración judicial, empiezan a reventarnos ahora a los ovetenses y pueden tener efectos devastadores, pero estamos aquí para resolverlos y reducirlos al mínimo. La verdad es que no solo me corresponde gestionar el gobierno del cambio, sino también el gobierno del caos heredado después de 24 años de gabinadas. Pero no toca lamentarse, sino asumir esas cosas, tratar de resolverlas y de evitar que su impacto sea grande. O, al menos, que los daños sean mínimos.
-¿No es ya demasiado recurrente en la política el argumento de la herencia recibida?
-Uno se presenta a un cargo para asumir el futuro, aunque a veces las raíces de ese futuro estén en el pasado y sean un lastre. Pero sí, tiene razón, el pasado se asume y punto. Eso sí, se gestiona en dos direcciones: una, que perjudique lo menos posible a los ciudadanos; y dos, si ha lugar y se pueden demostrar, exigiendo responsabilidades a quien las tenga. Esa también es mi obligación. En los proyectos pendientes, allí donde puede haber expolios o consecuencias negativas, trataremos de pedir esas responsabilidades.
-Condiciona muchísimo. Equivale a cuatro años del presupuesto de inversiones. Es una losa que nos cae encima a los ovetenses. Reducir su impacto es complicado, pero es lo que me corresponde.
-¿Negociará con Comamsa, una vez que concluya el procedimiento judicial, las condiciones del pago?
-No lo sé. Iremos paso a paso, que el asunto es complejo. El objetivo final, ya lo he dicho, es que el impacto sea el menor posible. De momento, toca luchar en el terreno judicial para que el precio se quede tan bajo como podamos y, una vez que esa parte se resuelva, tocará volver a luchar con Comamsa para que el pago, de la cantidad que sea, tenga una repercusión leve.
-También hay decisiones judiciales pendientes sobre el Calatrava que pueden costar al ayuntamiento unos 90 millones de euros. ¿Es otro caso perdido o tiene esperanzas de evitarlo?
-Ese caso también está ya muy maduro en la primera instancia judicial. Según la sentencia, habrá que actuar. Pero hablar de asuntos que van por la vía judicial exige mucho rigor y tiento porque nos jugamos todas esas decenas de millones.
-Con esos nubarrones en el cielo, ¿qué valor tiene la cuenta general conocida esta semana, que señala una buena salud financiera del ayuntamiento pero aún no contabiliza esos casos?
-Es cierto, no refleja la situación real, aunque no sea a propósito. Yo vengo diciendo lo mismo desde hace años: Oviedo tenía una deuda oculta en la vía judicial que, dependiendo de las sentencias, podía llegar a los 200 millones de euros. Lamentablemente, el tiempo me está dando la razón, al menos en parte. Ahí están los 45 millones de El Asturcón, los 60 de Villa Magdalena y los que vengan. Y hay muchas cosas. No nos olvidemos de Cinturón Verde, de Loma del Canto, del párking de Rodríguez Cabezas, del spa del Naranco. Ni de proyectos mal diseñados como el puente de La Florida, que acaba de estrenarse. Esos errores tienen un coste económico y social importante. Lo mismo puede decirse del túnel de la senda verde en San Lázaro. Hacer las cosas mal obliga a retrasarlas y modificarlas.
-¿Emprenderán nuevos proyectos de inversión o irán cerrando esos que se arrastran?
-Por supuesto que habrá nuevos proyectos. Esta semana hemos aprobado el remanente y ya teníamos un presupuesto de inversiones. En total, tenemos más de 20 millones de euros. Hay margen para hacer cosas y avanzar, aunque evidentemente serán menos de las que esperábamos.
-Algo se habrán encontrado que signifique una sorpresa agradable.
-La situación del ayuntamiento es muy caótica. Hemos hablado hasta ahora de lo que se ve, pero también hay una parte fuera de la vista de la ciudadanía, aunque la sufre. Tenemos un ayuntamiento con muy pocos recursos humanos, nos falta personal. El otro día nos visitó el alcalde de Leganés. Con 185.000 vecinos, es decir, un 30% menos que nosotros, esa ciudad tiene el doble de trabajadores municipales que Oviedo. Con esto quiero poner de relieve lo disminuidos que estamos en cuanto a capacidad de gestión. Porque, además, más de la mitad de nuestra plantilla está compuesta de policías locales y bomberos, de manera que para gestionar la ciudad no llegamos a 400 personas. Es terrible, provoca una impotencia diaria.
-¿Cómo afecta al día a día?
-Obliga a privatizar todo y resta capacidad de control, es muy negativo para la calidad y el rigor. Además, obliga a presionar continuamente a los trabajadores municipales para ir rápido. Por eso vamos a ampliar la plantilla. Este año, que además recuperamos la recaudación de impuestos, ganaremos 80 trabajadores y el próximo nos hemos fijado el objetivo de superar esa cifra. Es una política activa: en tiempos de alto nivel de paro, ofrecemos empleo. Es muy diferente, por cierto, de lo que se hizo en los 24 años anteriores. La plantilla bajó un 20%, a pesar de que en ese tiempo el ayuntamiento creció en habitantes y en servicios. Lo corregiremos con urgencia.
-Después de la recaudación de tributos, ¿qué otros servicios están en las primeros puestos de la fila de la remunicipalizaciones?
-No lo hemos cerrado aún. Debemos evaluar qué servicios son más deficientes y cuándo vencen los contratos. No podemos rescatar un servicio por anticipado, porque eso exige el pago de compensaciones y no está Oviedo para indemnizar adjudicatarios. Solo podríamos rescatar aquello en lo que la empresa actual no ejecutase adecuadamente sus tareas. Una acusación así exige mucho rigor.
-¿Han encontrado ahí los límites de la realidad al cambio?
-Pasar de la teoría a la realidad siempre es complicado. El anterior equipo de gobierno también nos dejó unas ordenanzas muy bonitas sobre el papel, pero ahora hay que aplicarlas y no es tan fácil. Cuando surgen los problemas con las terrazas es al poner las normas en práctica. No todas las terrazas son iguales, ni todas las calles y plazas tienen las mismas medidas. Pero no exageremos: sabíamos que había un salto de la teoría a la práctica y darlo es parte de la gestión.
-¿Está satisfecho de cómo lo hace su equipo de gobierno, de cómo cooperan tres tradiciones distintas?
-Funcionamos perfectamente como equipo. Somos 14 personas en la mayoría, de las que hay 10 con responsabilidades de gobierno, y siempre puede haber alguna discrepancia. Pero yo las veo con un sentido positivo. Una posición diferente es una oportunidad de reflexionar y dialogar, de mejorar, en definitiva. Es enriquecedor, pero sorprende porque hasta ahora había un monopolio de poder en el que cada uno hacía lo que le apetecía. Eso no es gobernar, eso es mandar. Gobernar es ponerse de acuerdo y buscar la mejor solución. A veces eso deriva en falta de unanimidad, pero yo no creo que la falta de unanimidad sea mala. Al contrario.
-¿Y eso funciona en el día a día?
-Sí. Trabajamos mucho. Y escuchamos a todo el mundo. No solo a los tres grupos, sino a todas las personas que acuden a ellos, así que estamos muy en contacto con los vecinos. La política municipal, desde luego, requiere estar muy cerca de la gente. Lleva más tiempo, pero permite dar respuestas cercanas.
-Pero la implantación de los distritos, que se supone capital para esa cercanía, ha sido menos rápida de lo esperado.
-Ya están constituidos, cada uno con su consejo. Ahora hay que engrasarlos para que empiecen a funcionar. Evidentemente, va a llevar su tiempo. La práctica de la participación es más complicada de lo que parece. Exige reuniones, diálogo, confrontación, enumerar problemas y soluciones... No falta hábito, además. Otros ayuntamientos nos llevan 20 años de ventaja, y unos pocos todavía más, porque empezaron con la participación casi en el inicio de los tiempos, allá por 1980. Nosotros llegamos ahora y tendremos que acelerar para recuperar ese tiempo perdido.
-¿Estarán operativos a tiempo de colaborar en la elaboración de los presupuestos para 2017?
-Sí, para entonces ya podremos hacer el primer ensayo para recibir sus aportaciones y ayudarnos a identificar los problemas. A partir de agosto, estaremos con el proyecto para que los presupuestos estén aprobados, a más tardar, en diciembre. Este año vamos muy retrasados. Nos ha dado casi el mes de julio con créditos bancarios pendientes para las inversiones. Son seis meses de retraso.
-¿Empiezan ahora los dos años cruciales del mandato, como dice la sabiduría convencional, descontado uno para aterrizar y poner en marcha sus ideas y otro como aproximación a las siguientes elecciones?
-Hay bastante de cierto en esa idea. El primer año es una toma de contacto y un momento de análisis de proyecto, lo cual lleva su tiempo en la burocracia municipal, de manera que es imposible ver hecho algo que tú mismo hayas promovido. Tenga en cuenta que elaborar un pliego de condiciones lleva tres meses y después hay que pasar por los periodos de información pública y adjudicación. Al final, pasan seis meses para adjudicar un proyecto y poco hay que se ejecuten en menos de otros seis. En resumen, es casi imposible por razones temporales y legales ver hecho en un año algo generado por ti. Y, desde luego, el último año debe ser para ejecutar lo planificado porque lo que empieces a planificar entonces excede ya de tu mandato. El primer año se planifica y el último se ejecuta.
-Es decir, que ahora se llega al meollo de su mandato.-
-Sí. Los dos años cruciales, y aquellos en los que tienes más capacidad de maniobra, son los intermedios.
-Más fáciles son los gestos simbólicos. ¿Se han recuperado las relaciones con la Iglesia de las decisiones laicistas de sus primeras semanas?
-La verdad es que nunca nos separamos, aunque a veces los medios amplifiquen las cosas. Nuestra posición, y la mía, es sencilla: respeto mutuo. La Iglesia tiene su espacio y el Ayuntamiento, el suyo. Son dos instituciones importantes en Oviedo y estamos obligados a entendernos, a dialogar y a colaborar. Eso es todo. Lo que no puede ser es que el ayuntamiento trate de formar especial, con beneficios especiales, a la Iglesia. Si la Iglesia quiere hacer actos, debemos facilitar que los haga, pero nunca financiarlos porque, entonces, también otras confesiones podrían pedirnos que financiáramos los suyos y, bajo mi punto de vista, el gobierno local no está para financiar a ninguna iglesia. Ni a la católica, por muy importante que sea. Colaboración, sí; subvención, no.
-En su momento, su elección como alcalde con los votos de Somos causó no poca sorpresa, y yo diría que incluso malestar, en la Federación Socialista Asturiana, pero poco a poco se ha dejado de hablar de ello. ¿Eso significa que se han apaciguado las relaciones entre el PSOE local y el autonómico?
-Nunca, en absoluto, se rompieron las relaciones. El trato siempre ha sido correcto, como corresponde a cualquier agrupación asturiana. Todo ha sido normal. No ha habido que recomponer nada porque no se había estropeado nada.
-Si Oviedo es un experimento de tripartito, ¿lo sigue con interés la FSA?
-Supongo que sí. El partido lo sigue no solo en el nivel autonómico, sino también en el nacional. El de Oviedo es un ayuntamiento importante, el de la capital de una comunidad autónoma, y eso le da peso por su tamaño y su significado. Es necesaria la implicación de todos.
-¿Teme que la ya inminente campaña electoral avive tensiones entre partidos que gobiernan juntos en Oviedo pero se van a enfrentar por el voto en toda España?
-Cada uno tiene que expresar su identidad y sus intereses, evidentemente. No somos lo mismo. El PSOE no es lo mismo que Somos, ni que IU, ni nunca lo ha sido. Cada uno tiene sus prioridades y sus principios. Los nuestros están claro porque llevamos 130 años defendiéndolos.
-Pero a veces se ve a algún socio incómodo con las decisiones del gobierno y hay ceños fruncidos que llegan a la opinión pública. Pienso en las críticas al dispositivo antibotellón de la semana pasada, por ejemplo.
-En las decisiones de gobierno, hasta este momento, después de casi un año, me sobran dedos en una mano si me pongo a contar las discrepancias. Y cuando hemos votado diferente ha sido por cuestiones que no afectan a la política municipal, sino más bien mociones sobre cuestiones autonómicas o nacionales. Sobre Oviedo no hay discrepancias. Si ocurre, como el otro día, que un grupo se manifieste contrario a una decisión muy específica. Y sobre esa en concreto, no lo entiendo del todo, porque creo que en el fondo estaban de acuerdo. El plan contra el botellón se hizo con el visto buenos de las asociaciones de hosteleros y de vecinos del Antiguo. Era una tarea simplemente preventiva y está demostrado que tiene efectos muy positivos.
-Hablando de control, ¿ha revelado el incendio de Uría deficiencias en el Área de Seguridad Ciudadana?
-No, en absoluto. No hay una causa determinante del accidente, que además está bajo investigación judicial. Pero no creo que haya habido errores de Seguridad Ciudadana. Sí ha habido dudas sobre la categoría del jefe por parte de un sindicato, pero lleva siendo jefe 15 años y ya antes del incendio estaba previsto sacar su plaza al concurso. También respecto a las bocas de riego. Es cierto que había un retraso de años en la inspección y estamos corrigiéndolo. Los cambios son consecuencia del tiempo y no del incendio, en todo caso.
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