26J: Incógnitas y paradojas
Los principales datos de la jornada electoral han sido la subida del PP y la resistencia del PSOE que, desmintiendo todos los sondeos, evitó el temidosorpasso de Podemos. En efecto, el PP, pese al aumento de la abstención en 1,2 millones de votantes (3,36%), incrementa sus apoyos en 700 mil votos y 14 escaños.
Esto demuestra que la abstención no se repartió proporcionalmente entre todas las formaciones políticas y se concentró en la izquierda. Por su parte, los socialistas experimentan un ligero descenso en torno a los cien mil votos y pierden cinco escaños que ceden al PP. Sin embargo, a pesar de esta caída, el PSOE esquivó el peor de los escenarios como hubiera sucedido si se hubiesen visto relegados a la tercera posición en el conjunto de fuerzas estatales y a la segunda de la izquierda española.
La resistencia del PSOE fue posible porque, a pesar de que Podemos repitió en número de escaños (si añadimos a sus 69 diputados los dos obtenidos por IU el 20D), ahora no funcionó ni la aritmética ni el efecto multiplicador pronosticado y la coalición izquierdista cedió más de 800 mil votos respecto a los anteriores comicios. Peor les fueron las cosas a Ciudadanos, que se dejó por el camino ocho escaños y 377 mil votos.
Estas cifras indican que el centro derecha/izquierda continúa siendo el espacio donde se forjan las mayorías de gobierno y que la anunciada polarización sólo funcionó entre las fuerzas de derecha. Así el PP capitalizó el voto de los electores de C’s que volvieron al redil conservador, pero también de electores moderados del PSOE temerosos de que, en esta segunda vuelta, los socialistas pudiesen decantarse por un pacto con Podemos. Por el contrario, el PSOE no funcionó como voto útil de la izquierda: si bien salvó los muebles, no recuperó un solo voto de Podemos. Así, si en los anteriores comicios la distancia entre Podemos y PSOE fue de 441 mil votos (sin contar a IU), ahora ha sido de 375 mil, con lo cual la lucha por la hegemonía de la izquierda continúa abierta.
Este resultado electoral refuerza no sólo al PP, sino a las fuerzas de centro-derecha en el Congreso de los Diputados y en el Senado, donde el partido de Rajoy incrementa su mayoría absoluta. Esto ha provocado una enorme decepción entre el electorado progresista del país hasta el punto de que en las redes sociales han menudeado las especulaciones sobre un posible pucherazo, lo cual debe interpretarse como un índice del gran desconcierto que ha provocado este inesperado escrutinio.
¿Cómo es posible que Rajoy refuerce su mayoría tras la cadena de casos de corrupción que han continuado sin solución de continuidad desde el 20D? ¿Cómo es posible que el escándalo de las grabaciones del ministro del Interior no haya afectado en absoluto al PP? ¿Cómo es posible que a pesar de la carta de Rajoy a Juncker, donde se comprometía a más recortes, amplios sectores de las clases medias y populares le hayan otorgado aumentadamente su confianza?
Para responder a esas preguntas han de considerarse varios factores. En primer lugar, la terrible campaña del miedo desencadenada por los grandes medios de comunicación contra Podemos con constantes alusiones a Venezuela y Grecia. En segundo lugar, a los efectos del Brexit que provocó una oleada de temor que, probablemente, motivó que sectores del electorado se decantasen hacia el PP como opción segura de orden y estabilidad; especialmente cuando las llamadas “fuerzas del cambio” se mostraron incapaces de ponerse de acuerdo para desalojarlo del poder. En este sentido, la versión de la gestión del resultado del 20D repetida hasta la saciedad por los grandes medios de comunicación ha perjudicado severamente a Unidos Podemos, al hacerlos responsables de no haber apoyado a Pedro Sánchez para desalojar a Rajoy de la Moncloa.
Ahora bien, como decía Leibinitz, estas son razones que aunque necesarias no son suficientes para explicar el resultado electoral. En Madrid, en los pasados comicios, la suma entre Podemos e IU fue de 939.714 votos (26,12%); ahora yendo juntos sólo alcanzaron 729.870 votos (21,23%) En Andalucía se repite la misma pauta. Podemos e IU en candidaturas separadas obtuvieron sumados 999,161 votos (22,63%) y ahora han sacado solo 787.055 votos (18,56%) ¿Cuáles son las causas de esta caída? ¿Por qué la suma ha restado?
En este punto resulta muy difícil dar una respuesta convincente y surgen preguntas de compleja contestación. Resulta evidente que la coalición Unidos Podemos moderó su discurso en la campaña electoral, presentándose como una fuerza moderada y “socialdemócrata”, ocultando sus aristas izquierdistas. Incluso, iconográficamente, desaparecieron las banderas rojas y republicanas de sus mítines. Quizá esta moderación ha desanimado a los electores genuinamente izquierdistas de la coalición, que han preferido abstenerse. Acaso, por el contrario, este discurso moderado ha impedido un desastre electoral de mayores proporciones en una campaña determinada por la apelación al voto del miedo y a las descalificaciones contra la coalición izquierdista. Ahora no estamos en disposición de responder a unas preguntas que seguramente marcarán el análisis del resultado de estos comicios en Podemos e IU. Los errejonistas sostendrán que el discurso ha sido excesivamente izquierdista y poco transversal; los sectores izquierdistas propugnarán que justamente el diluir el contenido rupturista de su mensaje les ha conducido a un resultado muy por debajo de sus expectativas
Catalunya y Euskadi
Otro de los datos más significativos del escrutinio del 26J radica en que Podemos solo se alzó con la victoria en Euskadi y Catalunya, las dos comunidades autónomas con un fuerte sentimiento de identidad nacional y un sistema de partidos distinto al del resto del Estado. Un escenario particularmente agudo en Catalunya, dominado por el giro soberanista del movimiento nacionalista.
En Catalunya la abstención (5,19%) fue superior al resto del Estado. Aquí debe descontarse el fallido efecto multiplicador de la coalición Unidos Podemos, porque en las anteriores generales Podemos ya confluyó con ICV e EUiA. No obstante, a pesar de repetir como primera fuerza política del país y en número de escaños, descendieron casi 80 mil votos deshaciendo los pronósticos que auguraban un incremento de sus apoyos electorales. Por el contrario, ERC, segunda fuerza política, sumó 30 mil votos más, en gran medida a costa de CDC que cedió 83 mil votos, una parte de los cuales fue a parar al PP, que mejoró notablemente sus apoyos. Un dato que confirma el relevo en la hegemonía del movimiento nacionalista a favor de ERC.
Desde la misma noche electoral, los políticos y los medios de comunicación independentistas entonaron el mantra “España es irreformable y la única solución es la independencia”, que parece haber sustituido al “España nos roba”. Efectivamente, la victoria del PP revitalizará al movimiento secesionista, que estaba atravesando horas bajas, a causa de las crecientes discrepancias entre CDC y ERC en Junts pel Sí y por la ruptura de la CUP del pacto de legislatura que derivó en el rechazo de los Presupuestos de la Generalitat y que Carles Puigdemont haya de someterse a una moción de confianza el próximo mes de septiembre. Si, como todo parece indicar, Rajoy es investido presidente de gobierno el proceso soberanista seguirá vivo e, incluso, es probable que la CUP salve a Puigdemont y evite un adelanto electoral.
El País Vasco y Navarra, donde Podemos e IU concurrieron por separado el 20D, han sido los únicos territorios del Estado donde la suma ha funcionado. En Euskadi, en los pasados comicios, si sumamos los porcentajes Podemos e IU, obtuvieron el 28,8% de los votos y ahora han logrado el 29,05%. En Navarra, el 20D ambas formaciones sumaron el 27,1% de los apoyos electorales y ahora han obtenido el 28,3%.
Estos cifras nos indican que precisamente en los territorios donde existe un mayor sentimiento de identidad nacional es donde más se apuesta por una profunda reforma del Estado español y donde el referéndum de autodeterminación ha tenido una mejor acogida. En Euskadi esta perspectiva cuestiona la estrategia de EH-Bildu, que ha empeorado sus resultados con un descenso de dos puntos porcentuales, pero que podría transformarse si el PP continúa en La Moncloa dando, como en Catalunya, argumentos a las fuerzas independentistas, en un paisaje donde las máquinas nacionalitarias continuarán retroalimentándose.
La larga marcha
Desde un visto de vista progresista estos comicios han constituido un desastre sin paliativos. Ninguno de los objetivos estratégicos, desalojar al PP del poder y verificar un cambio en la hegemonía de la izquierda española, se ha conseguido.
Como decía Hegel, a menudo la historia se desarrolla por la peor parte. Ahora todo parece apuntar que el PP continuará en el gobierno, aunque sea pronto para definir la fórmula en que esto se concretará, pero que necesariamente pasa, como mínimo, por la benévola abstención del PSOE.
A Podemos e IU le queda un largo camino por recorrer. Las elecciones del 26J han demostrado que no existen atajos y que será necesaria una larga marcha para asumir la hegemonía en la izquierda española, condición sine qua non para lograr una mayoría de gobierno. Si finalmente el PSOE se inclina con su abstención por desbloquear la situación política y permitir la investidura de Rajoy o de su eventual e improbable sustituto, se abría una posibilidad para orientarse hacia este objetivo desde la oposición.
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