BARCELONA — El desafío catalán de celebrar un referéndum independentista, calificado de ilegal por el gobierno español, degeneró en caos este domingo cuando los votantes se enfrentaron con el Cuerpo Nacional de Policía de España en una de las mayores pruebas a la democracia de ese país desde la dictadura franquista de los años setenta.
Oficiales con uniformes antimotines fueron desplegados por la región con la instrucción de clausurar las casillas de votación y confiscar urnas y boletas.
El referéndum se realizó de manera casi surreal. En muchos pueblos y ciudades, personas de todas las edades se congregaron en largas filas para sufragar con celebraciones y paella, mientras que en otras casillas la situación se tornaba violenta.
En algunos lugares, la Policía Nacional y la Guardia Civil dispararon balas de goma y usaron las porras para replegar a los votantes, muchos de los cuales pernoctaron al lado de algunas casillas para asegurar que se mantuvieran abiertas. Las autoridades catalanas denunciaron que más de 750 personas resultaron heridas en los enfrentamientos, y al menos una docena de policías fueron heridos, según el ministro del Interior de España.
Poco antes de la medianoche, el gobierno catalán anunció que el 90 por ciento de los 2,3 millones de votantes había respaldado la independencia y que Cataluña “se ha ganado el derecho a ser un Estado independiente”.
Por su parte, el presidente español Mariano Rajoy dijo que el referéndum “no ha existido”, al asegurar que la mayoría de los catalanes ni siquiera había participado.
Lo sucedido el domingo no deja claras muchas cosas, excepto que los enfrentamientos respecto al estatus de la región –próspera y un baluarte económico, y donde las aspiraciones independentistas han estado presentes durante varias generaciones– habían dejado a los partidarios de ambos lados más divididos que nunca.
El gobierno en Madrid, con el respaldo de las cortes, había declarado inconstitucional el referéndum y ordenado que se suspendiera. Los catalanes aún así colmaron las calles.
“Hoy España nos mostró su cara más fea y oscura, que pensamos había desaparecido hace 40 años”, dijo Mario Pulpillo, catalán de 54 años. “No puedes usar la violencia contra personas que solamente quieren votar”.
Pulpillo, quien está en silla de ruedas, dijo que fue a votar pese a la amenaza policial “para asegurar que este sea un festín democrático, no una humillación a manos de un Estado español que promueve la represión”.
Los votantes como él dejaron claro una muestra extraordinaria de determinación de cara a los amagos constantes por parte de Madrid. Rajoy declaró el domingo en una conferencia de prensa que las acciones policiales habían sido mesuradas y que habían llanamente “cumplido con su obligación”.
Sin embargo, los partidarios del referéndum indicaron que el uso de fuerza por parte de la Policía Nacional y la Guardia Civil empañó no solo al gobierno conservador de Rajoy sino a la democracia española, relativamente joven.
“La vergüenza acompañará para siempre” a España, dijo Carles Puigdemont, presidente regional, a la prensa reunida en Sant Julià de Ramis, mientras sostenía un clavel rojo. “Hoy el Estado español ha perdido mucho más de lo que ya había perdido, mientras que en Cataluña hemos ganado mucho más de lo que habíamos ganado”.
Él y otras autoridades catalanes afirmaron que la votación había procedido sin problemas en la mayoría de las casillas y aseguraban que la participación daba legitimidad a su reclamo independentista.
El referéndum fue visto con alarma –y ninguna muestra aparente de apoyo– en la Unión Europea, recelosa de fomentar fuerzas fragmentarias dados los casos de separatismo que afectan al bloque mismo y a varios Estados miembro.
El nacionalismo en España, país con una historia reciente dolorosa por su guerra civil y el franquismo, había estado poco presente desde la reinstauración de la democracia a la muerte de Francisco Franco en 1975. Pero hay muestras de que el independentismo catalán ha revivido los sentimientos nacionalistas.
Sin embargo, ni las tensiones ni la falta de apoyo –entre las pocas naciones que respaldaron el referéndum están Escocia y Venezuela– han aminorado el sentimiento independentista en Cataluña. Son pasiones que han estado en auge durante los últimos años ante el sentimiento de que Madrid se estaba quedando con buena parte de la riqueza regional mientras les negaba elegir su destino político.
Mientras que las autoridades españolas acusan al gobierno independentista catalán de promover de manera irresponsable un sufragio que contraviene la constitución del país.
“Hoy todos los españoles hemos constatado que nuestro Estado de derecho mantiene su fortaleza y vigencia”, dijo Rajoy el domingo. Se actuó “con la ley y solo con la ley, y se ha demostrado que nuestro Estado democrático tiene recursos para defenderse de un ataque tan serio como el que se intentó perpetrar con este referéndum ilegal”.
La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría agradeció a la policía que bloqueara un voto “que no podía celebrarse y no se ha celebrado” al afirmar que la actuación policial fue “proporcional”, y que “el profesionalismo de nuestros servicios de seguridad tuvieron que compensar la irresponsabilidad del Gobierno regional” catalán.
Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, respondió calificando a Rajoy de cobarde y le exigió su renuncia por la intervención policial.
“No es una cuestión de independencia ‘sí’ o ‘no’, de una ruptura de Cataluña con España, sino de una ruptura entre el gobierno de Rajoy y Cataluña”, declaró Colau ante un grupo de reporteros.
Durante la noche del sábado, los catalanes usaron tractores para bloquear el acceso policial a ciertos municipios para que procediera el voto. En otras zonas los habitantes quitaron las puertas de lugares que fueron usados como casillas para que no pudieran ser cerradas con candado.
Conforme se acercaba el domingo, el gobierno en Madrid intentó de todo para frenar el referéndum, desde suspender el servicio de internet y confiscar boletas hasta detener a algunos funcionarios catalanes y amenazaron a otros con que enfrentarían cargos de sedición.
Pero la votación se desenvolvió de cualquier manera, a momentos de manera improvisada, como el uso de un censo de validez disputada como lista de votantes y boletas impresas por privados.
Para prevenir la clausura de los centros electorales, el gobierno catalán también cambió las reglas de la votación una hora antes de que abrieran las casillas al permitir que los ciudadanos pudieran sufragar en cualquier casilla sin usar un sobre y sin importar si estaban registrados en ese lugar.
Enric Millo, el delegado del gobierno español en Cataluña, criticó tales condiciones y deploró que la Policía Nacional hubiese tenido que intervenir después de que los Mossos d’Esquadra, la policía autonómica catalana, no detuvieran la votación. El Ejecutivo “se ha visto obligado a hacer lo que no quería hacer”, aseguró Millo.
Los Mossos sí tuvieron que intervenir en la plaza Cataluña para prevenir enfrentamientos entre independentistas y un grupo pequeño de nacionalistas de ultraderecha.
Algunas personas viajaron a Cataluña desde otros países para ser observadores e indicaron que querían asegurarse de que la policía no hiciera uso de la fuerza bruta contra los votantes.
Dimitrij Ruper, excanciller de Eslovenia, encabezó una delegación de 35 funcionarios extranjeros invitados por el gobierno catalán. Después de ver la intervención policial, dijo que los oficiales y la Guardia Civil “no tienen nada que ver con el proceso democrático y no deberían estar aquí”.
Otros compararon la situación en Cataluña con sus propias regiones con aspiraciones separatistas, un tema que ha preocupado a funcionarios de la Unión Europea y de países vecinos de España.
“Todas las personas del mundo deberían tener el derecho a decidir su presente y su futuro, lo que por supuesto implica el derecho a votar”, dijo Andrea Favaro, abogado italiano, mientras esperaba afuera de una casilla el domingo. Favaro es de la región del Veneto, que también ha realizado un referendo no vinculante para independizarse de Italia.
Encuestas de opinión recientes sugieren que poco menos de la mitad de la población catalana de 7,5 millones de personas respaldan la independencia de España, pero los partidos independentistas ganaron la mayoría en el parlamento regional de 2015 y su influencia ha crecido.
Muchos dicen que Cataluña enfrentaría un futuro incierto y peligroso fuera de España, el mercado para la mayoría de los bienes catalanes, y que no tendrían segura la readmisión en la Unión Europea.
Otros se han quejado de que el impulso independentista ha profundizado las divisiones en la zona, cuya economía ha atraído a familias de otras regiones de España y del extranjero.
Olga Noheda, una médica en Centelles, dijo que uno de sus pacientes, un hombre mayor, lloró en su consultorio al decir que temía que su nieta desarrollara una aversión contra todos los españoles. “Estaba muy triste, porque no entendía de dónde había salido todo esto”, dijo Noheda. “Él migró a Cataluña hace muchos años desde Sevilla y se preguntaba si su nieta sabía que él era español”.
Para la noche del domingo, los votantes en la plaza Cataluña en el centro de Barcelona cantaban y celebraban el referéndum, aunque quedaba poco claro qué procedería para impulsar el resultado presuntamente respaldado por el 90 por ciento de quienes sufragaron.
“Hemos demostrado que nuestra manera de hacer política y de cambiar las cosas es muy distinta a la de España”, dijo Marti Feliu, estudiante de 21 años de la Universidad de Barcelona. “Es nuestra oportunidad de crear un país distinto, aunque todavía no sepamos exactamente cómo ni cuándo”.
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