«La solución es un referéndum sobre un proyecto de integración federal o confederal»
El historiador Francisco Erice culpa a la torpeza y la cerrazón del PP del problema catalán
REDACCIÓN
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Hemos llegado hasta aquí por una reiterada suma de errores del gobierno central y fundamentalmente porque se pusiera en cuestión y se echara abajo el Estatuto catalán. A partir de aquel momento, el sentimiento de agravio que hasta entonces sólo pesaba en un sector manifiestamente minoritario de la sociedad catalana fue agrandándose. Alimentada después con el malestar social derivado de las políticas rajoístas durante la crisis y con la torpeza y la cerrazón del gobierno central hacia las reivindicaciones catalanas --cerrazón debida en parte al hecho de que la propias bases del PP piden al Gobierno posiciones de dureza y de negativa a otra cosa que no sea una defensa rígida y doctrinaria del sistema constitucional del setenta y ocho-- e integrando también otros componentes estructurales que existen en la política catalana desde muy atrás, esa dinámica expansiva ha acabado dando lugar a lo que hemos visto el 1 de octubre: un proyecto, el de la independencia de Cataluña, que a mí personalmente me parece una utopía regresiva, reaccionaria en su fondo, pero que está adquiriendo una enorme popularidad y un gran arraigo social, sobre todo en la medida en que se ha ido vinculando a reivindicaciones de carácter republicano. Hay mucha gente que piensa que a través de ese proceso de independencia van a lograrse grandes cambios sociales, lo cual yo creo que es un verdadero error.
¿Cómo solucionar el problema?
No, desde luego, mediante una represión que puede llevar a un enfrentamiento bastante terrible y que sólo solucionaría el problema si fuera mucho más fuerte que la que ya ha habido, lo cual, por suerte, no es posible en la Europa de nuestro tiempo; sino a través de un proceso de negociación que conduzca a un referéndum auténtico pactado en el que los catalanes defiendan libremente las distintas opciones y en el que se permitan otras alternativas además de, por un lado, una secesión tremendamente indeseable desde el punto de vista social y casi imposible en el contexto europeo mundial y, por otro, el mero mantenimiento del statu quo. Lo del 1 de octubre, evidentemente, no es homologable a un referéndum serio, entre otras cosas porque, salvo algunos indignados por la represión policial, quienes votarían no en un referéndum con todas las garantías no participaron. La solución es un referéndum en el que sí participen y en el que se presente a la sociedad catalana otro proyecto de convivencia y de integración que, federal o incluso confederal, no sea la simple continuidad del existente. Si ese proyecto nuevo se debate y se presenta con inteligencia, yo creo que la mayoría de los catalanes optaría por él. De todas maneras, en las condiciones actuales no me da la impresión de que el camino vaya a ser ése. Para que lo sea, tiene que haber cambios profundos también en la política española; en la correlación de fuerzas del Parlamento español. Con un gobierno del PP, la vía que yo planteo es inviable, porque para ellos, ante su propia gente, sería un suicidio político plantear siquiera que el problema catalán no es remediable en términos represivos.
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