lunes, 16 de julio de 2018

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La producción de las térmicas asturianas creció un 36% en 2017 en pleno debate por su futuro

La central térmica de Aboño, la que más incrementó su producción en toda España. / DANIEL MORA
La central térmica de Aboño, la que más incrementó su producción en toda España. / DANIEL MORA

La central de Aboño lideró el incremento de la generación en todo el país, con casi 2.000 GWh más

NOELIA A. ERAUSQUIN GIJÓN.

Las renovables no contaminan y existe una potencia instalada capaz de suministrar un importante porcentaje de la producción eléctrica que necesita España. Sin embargo, no siempre funcionan. Ahí radica su gran problema. Prueba de ello es que el año pasado, ejercicio de una gran sequía y escasos vientos, hubo que tirar de la tecnología convencional, más cara y contaminante. Con las centrales hidráulicas sin actividad por la falta de agua y los molinos eólicos detenidos se disparó el uso de las térmicas. Las centrales de carbón aumentaron en España su producción un 21% y los ciclos combinados, un 31,8%, aunque las nucleares la redujeron un 0,9%. En el caso del Principado el alza fue mayor, del 36%, la cuarta comunidad que más incrementó la generación térmica, tras Aragón (66,4%), La Rioja (66,4%) y Murcia (209,2%), aunque estas regiones parten de producciones mucho más bajas.
Gran parte de este impulso térmico lo dio la central que EdP tiene en Aboño, la que más incrementó su producción en términos absolutos de todas las térmicas españolas, con casi 2.000 GWh más con respecto a 2016, un alza del 47%, hasta rozar los 6.000 GWh. Solo esta instalación generó el 42% de la electricidad en Asturias en 2017, que alcanzó los 14.000 GWh, de los que casi 11.000 proceden de las térmicas -981 son de hidráulica, 827 de eólica, 271 de otras renovables, 392 de cogeneración y 734 de residuos no renovables-.
No obstante, el comportamiento es diferente según el combustible que utilice cada central. Así, en España, las de carbón alcanzaron un coeficiente de utilización sobre disponibilidad -la relación entre la producción real alcanzada y la que se habría podido obtener- del 56,9%, mientras que en el caso de los ciclos combinados este porcentaje se redujo a solo el 16,7%. Y ahí radica en parte el quid de la cuestión. Mientras que las térmicas de carbón tienen un porcentaje de uso razonable -es más caro que entren en el mix que las renovables, pero, según el mercado actual, más barato que las de gas-, los ciclos están tremendamente infrautilizados. A cambio, las primeras son responsables de más de la mitad del CO2 emitido a la atmósfera en el proceso de generación eléctrica en España, a pesar de que las térmicas de carbón supusieron el 17% de la generación.
De hecho, este es uno de los argumentos que esgrimen los defensores del cierre de las centrales de carbón, que tienen un sustituto claro, los ciclos combinados, menos contaminantes y más caros en la actualidad, porque el precio del gas es superior, pero su cotización depende de los mercados internacionales y aseguran que podría invertirse.
Más allá de la central de Aboño, el resto de las térmicas asturianas también incrementaron su producción de electricidad, excepto la de Soto de la Barca (Naturgy), que la redujo un 10,4% -de 1.276 GWh a 1.143-, aunque hay que tener en cuenta que en 2016 funcionó durante cinco meses -hasta mayo- el grupo 1 de esta instalación, cuya actividad cesó. La de Soto de Ribera (EdP), sin embargo, tuvo un aumento del 31,1%, aunque tuvo la baja de un grupo en febrero de 2016. En el caso de la central de Lada, que Iberdrola anunció que quiere cerrar, el aumento fue de casi 400 GWh, de 1.090 hace dos años a 1.429 el pasado ejercicio, un 34,8% más.
Por otro lado, los dos ciclos combinados que tiene Asturias, los dos de EdP en Soto de Ribera, también aumentaron su producción. El grupo 4 pasó de 249 GWh a 578, un 132,7% más, mientras que en el 5 el alza fue casi insignificante, de un 0,5%, al pasar de 106 GWh a 107.

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Y este incremento en la generación térmica se produjo en pleno debate sobre la descarbonización, tras la ratificación del Acuerdo de París sobre el cambio climático de 2015, heredero del protocolo de Kioto, y en pleno proceso de desarrollo del Paquete de Energía y Cambio Climático 2013-2020 de la UE, normativa vinculante en la que se establecen objetivos concretos para 2020 en materia de energías renovables, eficiencia energética y reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Precisamente, será en ese año cuando entre en vigor una legislación mucho menos permisiva con las emisiones de las centrales, lo que les obliga a acometer importantes inversiones, como son las plantas de desulfuración y desnitrificación, que EdP ha puesto en marcha en sus centrales de Aboño II -ya anunció que prevé el cese de la actividad de Aboño I-, y Soto de Ribera, y que permiten alargar su vida útil hasta 2030.
Por el contrario, ni Iberdrola en Lada ni Naturgy (antigua Gas Natural Fenosa) en su central de Soto de la Barca han acometido las inversiones necesarias. En el caso de la primera, la eléctrica dirigida por José Ignacio Sánchez Galán anunció en noviembre que pretendía cerrarla, mientras que el pasado mes de junio, el presidente de Naturgy, Francisco Reynés, dejó en el aire cualquier mejora en la térmica de Tineo hasta que se confirmen los planes del Gobierno sobre el carbón y confirmar si se podría sacar rentabilidad a las inversiones.
Por otro lado, hay otras centrales que, aunque están fuera de Asturias, inciden en su economía, como son las de La Robla, Compostilla y Anllares, en León, y la de Velilla, en Palencia. Para esta última Iberdrola anunció sus intenciones de cierre a la vez que la de Lada, mientras que Endesa también expresó el año pasado su deseo de cerrar la de Compostilla, aunque pospuso su decisión final ante la oposición clara del Gobierno de Mariano Rajoy, un rechazo que no encontrará ahora en el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Las otras dos centrales tampoco tienen las mejoras necesarias para seguir más allá de 2020.

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