La ruptura de Manuel Valls con Albert Rivera es el primer paso para que el ex primer ministro desembarque en la política española, de mano del PSOE, según apuntan fuentes de diversos partidos de la política catalana. El acercamiento de Valls a los planteamientos de los socialistas fue clave para que Albert Rivera y su núcleo duro integrado por el exportavoz en el Congreso, Juan Carlos Girauta, y el secretario general de Cs, José Manuel Villegas, tomasen la decisión de cortar por lo sano. La pasada semana, la ruptura ya estaba descontada por ambas partes, pero el distanciamiento ya era fuerte desde el acto de Colón. Hasta Inés Arrimadas, la persona más cercana a Valls, estaba marcando distancias con el francés tras las generales, según apuntan fuentes del partido.
La pasada semana, el miércoles 5 de junio, José Manuel Villegas cogió un AVE y comió en Barcelona con Valls. En ese encuentro, quedó clara la operación que ya había dibujado Valls tras las municipales: que sus tres regidores darían apoyo a Ada Colau. Y lo harían gratis. Por su parte, Villegas también fue muy sincero al advertir de que los tres regidores de obediencia del partido no respaldarían la operación pergeñada por el hacedor de alcaldesas. La división sería entonces pública y la misma se confirmaría poco después. Valls no intentó llamar a Rivera para revertir la situación. El ex primer ministro galo iba como siempre varios pasos por delante y ya había dado por sentada la ruptura.
Fuentes cercanas a Valls apuntan que en septiembre celebrará su bodacon Susana Gallardo, una de las herederas de laboratorios Almirall y una mujer riquísima. A partir de aquí seguirá un tiempo en barbecho, pero manteniendo su puesto de regidor, para dentro de un año, aproximadamente, dar el salto a la política española en el entorno del PSOE.
Para los socialistas, el control de Barcelona es el principio de una recuperación en su entorno. Previsiblemente, Jaume Collboni será el presidente de la Diputación de Barcelona. Pero no es solo eso. Es un Gobierno paritario en la capital catalana, con gran peso del PSC. Y generando gran frustración en el entorno independentista.
En el partido de Albert Rivera no lo ven como Valls. El ministro de Exteriores de Napoleón, Talleyrand, dijo cuando este decidió ejecutar al duque de Enghien: “No solo es un crimen, es un error”. Pues para Rivera, convertir a Ada Colau en alcaldesa no es solo un error —se apoya al populismo de izquierdas y encima se pierde la batalla de los símbolos al volver a colgar el lazo amarillo en la fachada del ayuntamiento—, es que es un crimen. Y por eso era mejor romper y aceptar que el fichaje de Manuel Valls no ha sido el éxito que se pretendía en un principio.
Utilizados
Valls ha demostrado que es el más listo de la clase, pero ha colmado la paciencia de Rivera. El líder de Cs considera que el partido ha pagado la campaña de Valls —más de un millón de euros, según fuentes cercanas a la formación—, los resultados han sido escasos, apenas seis regidores, y el sacrificio de aupar a Colau solo ha beneficiado al PSC. En el partido naranja se han sentido utilizados y han preferido dar carpetazo a una alianza que solo estaba beneficiando a los socialistas.
Cs se ha sentido utilizado por Valls: ha pagado su campaña a las municipales, no ha logrado los resultados previstos y solo ha beneficiado al PSC
En las municipales, el PSC ha crecido, Cs ha perdido terreno en el cinturón metropolitano de Barcelona y por lo tanto Valls ya no resultaba útil. Como líder local, la apuesta de implantar a un político forjado en Francia no ha funcionado, por mucho que la profesionalidad de Manuel Valls, tal y como ha demostrado al poner en evidencia al independentismo en la capital catalana, ha quedado fuera de toda duda.
Desconcierto en el votante
Valls tampoco fue capaz de ganarse aliados en el partido. Incluso su relación con la mano derecha de Arrimadas, Carlos Carrizosa, era manifiestamente mejorable, según explican fuentes de la formación de Albert Rivera. Pero Valls se dedicaba a otras cosas: las relaciones con miembros de la burguesía catalana o los buenos contactos con el secretario general del PSC, Miquel Iceta, nada ajeno a todos los movimientos que han cerrado el paso a la alcaldía a otro socialista: el siempre oportunista Ernest Maragall.
El votante de Cs en Cataluña no entiende nada. Ve al independentismo desmoralizado y a su partido rompiendo peras con el hombre artífice de la maniobra. En Madrid, en cambio, los votantes de Ciudadanos pueden considerar a Valls un tibio. Y más cuando Colau vuelve a colgar el lazo amarillo en la fachada del ayuntamiento. Pero la confusión es normal, porque esta historia no va ni de independentismo ni de los pactos con Vox. El trasfondo del cuento son las desventuras de unos socialistas, de veteranos socialistas jugando al juego del poder en busca de una segunda oportunidad. El socialista arribista, encarnado en Manuel Valls, dispuesto a todo para reeditar una carrera política en España ahora que en Francia ya no tiene recorrido. El socialista traidor, Ernest Maragall, que a sus 76 años olvida toda su trayectoria orgánica en el partido y se apunta al independentismo para reverdecer sus laureles. Y el socialista calculador, Miquel Iceta, que haría lo que sea para sacar a su partido de la UVI política. Y lo está logrando. Y en esa clave socialista, Cs, una formación que ha hecho borrón y cuenta nueva con su pasado socialdemócrata, era el eslabón más débil. Y justo por ahí se ha roto la cadena.
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